Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
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Este mes, en concreto el pasado día 9, se ha cumplido el centenario de la muerte de Pablo Iglesias Posse (Ferrol, 1850-Madrid, 1925), fundador del PSOE y de la UGT. La conmemoración ha pasado casi desapercibida y sólo un acto, con escaso relieve público y celebrado en la sede del sindicato, sirvió para que los dirigentes de ambas organizaciones recordaran su figura. Pedro Sánchez estaba demasiado ocupado en taponar las hemorragias que se le abren al partido y al Gobierno por la sucesión de escándalos que le cercan. Contrasta el relieve que desde el Palacio de la Moncloa se le ha querido dar al aniversario de la muerte de Franco con el tapadillo que han impuesto para evocar la importancia histórica del que fuera el primer diputado obrerista en el Parlamento español.
Tampoco hay que sorprenderse demasiado. Pablo Iglesias les queda muy lejos a los actuales dirigentes del socialismo español y eso incluye también a los del sindicato ugetista. No solo por razones temporales o de conocimiento de la historia reciente de España. Pablo Iglesias fue un referente ético reconocido en su tiempo más allá de su propia organización política. Tuvo una infancia propia de un personaje de novela de Dickens y a los once años ya estaba trabajando en una imprenta. A base de tesón y con una formación autodidacta fue el introductor en España de las ideas socialistas que empezaban a fraguar en la Europa de la segunda mitad del XIX. Fue a lo largo de toda su vida un modelo de austeridad y de compromiso con sus ideas. A su entierro, según periódicos que no se identificaban precisamente con él, asistieron más de doscientas mil personas que colapsaron ese día Madrid.
El PSOE de Pablo Iglesias no tiene nada que ver, al margen de las siglas, con el que hoy encabeza Pedro Sánchez. La organización creada para defender los derechos de los más humildes se ha convertido en una maquinaria de poder en la que sólo importa permanecer en el puesto. Nada queda de la ética obrerista que estuvo en el nacimiento de la organización socialista que nació en una taberna, Casa Labra, que todavía hoy perdura. Por el camino del siglo transcurrido desde la muerte del fundador han pasado muchas cosas y no todas, ni mucho menos, son para que sus militantes se sientan orgullosos. Pero quizás sea este momento en el que el PSOE esté más lejos, en todos los sentidos, del legado de Pablo Iglesias. Ni haya menos interés en la organización por recuperarlo.
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