¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
La imposibilidad práctica de que haya un Pacto de Estado sobre el cambio climático entre los dos principales agentes políticos de España –los llamados a protagonizarlo por encima de las demás opciones políticas– no procede de la crispación ambiental ni la atmósfera viciada que se ha generado. Esas son, al fin y al cabo, imposturas y teatralidades de fácil superación... si se lo propusieran. Artificios que se desmontarían a voluntad.
El problema serio y grave es que ambos interlocutores no se respetan como adversarios a rebatir y con los que confrontar en igualdad de condiciones, sino que se tratan como enemigos a destruir a toda costa y por todos los medios sin limitación.
Simplemente, Feijóo no acepta la legitimidad de Sánchez como presidente investido por el procedimiento que ordena la Constitución democrática y se ha propuesto acabar con lo que él llama el sanchismo, como un régimen a derribar y no como un gobierno a corregir en aquello que haya hecho mal. Sánchez, por su parte, ha trazado desde el minuto uno –aquel embustero “Somos más” de la noche electoral– un muro infranqueable de excluidos de toda gobernación y toda cooperación, declarando proscrito precisamente al partido más votado por los españoles.
De ahí viene todo lo demás. La codicia de poder de Pedro Sánchez y el ansia de poder de Núñez Feijóo han guiado sus respectivos pasos. El primero ha hecho concesiones que ni él mismo imaginaba meses antes de asumirlas, algunas de ellas lesivas para el Estado democrático y ajenas a la ideología socialista, con tal de prolongar su precario mandato, y ha puesto en pie una política de confrontación y hostilidad permanentes contra oposición, jueces, medios de comunicación y, en general, disidentes de su supremo mando. El segundo ha hecho, en cierta manera, lo contrario: ninguna concesión al gobernante que considera un usurpador que le arrebató el cargo ilícitamente. Sus prisas por acceder a la Moncloa le han llevado con frecuencia a prescindir de la perspectiva ideológica y el interés general para posicionarse sobre cualquier asunto con un criterio predominante, cuando no único: si una iniciativa viene del PSOE, será mala, no pienso apoyarla; de otro modo, si algo fortalece a Pedro Sánchez, tengo que votar en contra, si algo le debilita lo respaldo a tope. Feijóo ignora aposta que hasta el reloj averiado acierta la hora correcta dos veces al día. No se equivoca siempre.
Conociendo a Sánchez y a Feijóo no es difícil predecir lo que pasará con el pretendido Pacto de Estado contra el cambio climático: el presidente elaborará un proyecto teóricamente muy ambicioso, cargado de guiños a sus socios izquierdistas (pienso en las centrales nucleares, por ejemplo) e impracticable y lo ofrecerá –como las lentejas– al líder de la oposición, que lo rechazará por radical y utópico, que en realidad ya lo habrá rechazado antes de conocerlo. Y se echarán mutuamente la culpa de que no haya pacto.
El refranero español, tan extenso como contradictorio, dicta que dos no pelean si uno no quiere. Aquí quieren los dos. Seguirá la pelea.
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