Crónica personal
Pilar Cernuda
Salazar, otra pesadilla
En un clima de combustión permanente, los pirómanos propagan el fuego desde cualquier tribuna, columna o barra de bar. Los profesionales de la política no ayudan, obsesionados como están con el foco, la sandez del mensaje es asunto menor. Lo importante es que arda cuanto antes en la pira y pueda ser replicado por otros tantos cargos intermedios y sus tropas de secuaces en las redes. Estos “replicantes” tienen la misma empatía que los de Blade Runner, pero, al contrario que aquellos, sí son humanos, en apariencia. Cierto que, como los modelos Nexus-6, pueden tener una vida útil limitada, de cuatro años. Sin duda, eso les hace vivir en tensión.
El resto de los mortales asistimos, a veces, con indiferencia, otras tantas con con preocupación y, las más, con vergüenza ajena por el espectáculo de la Mujer Barbuda. La deriva tiene mucho que ver con la falta de calidad del debate público, más dado al trazo grueso, al exabrupto que a refutar el argumento. En este ecosistema viciado, los ataques 'ad hominem' proliferan como si estuviéramos en una grada de “barras bravas”. Se trata de descalificar, caricaturizar al adversario y la réplica se da por buena en la bancada y en las dos aceras de la calle. Aplausos. Suena Camela, es un decir, y buscan como posesos con quién chocar. Igual que en los coches de choque, pero estamos en el hemiciclo, señorías.
Se empieza por despojar de humanidad al rival político y se da carta blanca para arremeter contra un pelele, que tiene menos complicaciones éticas.
Hace años, hubo quienes recetaron jarabe democrático a los adversarios políticos, entendían que el acoso o el escrache estaban más que justificados desde un punto de vista ideológico. Incluso, se fomentaron escraches a policías y guardias civiles cuando Cataluña no era precisamente Narnia, lo tildaban de “libertad de expresión” o “participación democrática”. El eufemismo del chiste se cuenta solo.
Al tiempo, padecieron en sus propias carnes que el escrutinio público y político tiene límites y que no es de recibo que tu familia sea acosada, tampoco a la puerta de casa.
Ante la desafección política actual, hay pescadores que echan la caña en el lodazal en el que se ha convertido el río revuelto. Desde hace meses, proliferan en campos, conciertos o reunión multitudinaria insultos coreados contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Decir que esto es protesta o crítica política es una falacia. Tampoco es una gracieta adolescente. El deterioro, es cierto, viene de arriba hacia abajo. En aquellos otros días de crispación, al que era presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, lo agredieron en un paseo electoral.
En este contexto, hay quienes fomentan entre los más jóvenes, enganchados a unas redes sociales con una realidad adulterada, unas recetas simples, los arman ideológicamente con argumentos prestados, poco elaborados, y que dan valor a elementos del pasado, reales o imaginados, con los que solucionar los problemas contemporáneos. Esta idealización del pasado ofrece un futuro más seguro y estable. Bauman lo bautizó como ‘retrotopía’, el mundo idealizado se basa en valores de pasado (acertados o no) y la utopía la dejamos para las películas. Mal asunto.
También te puede interesar
Crónica personal
Pilar Cernuda
Salazar, otra pesadilla
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Nadie al volante
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano