
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Veladuras
Rosa de los vientos
Hay una máxima periodística, aplicable a la prensa sensacionalista o amarilla, que reza así: “No dejes que la realidad (o la verdad) te estropee un buen titular”.
La frase es de primero de Periodismo, aunque su origen parece un poco confuso. La cuestión es que viene al caso por la manifestación del 2 de febrero pasado, un bonito domingo como otro cualquiera para echarse a la calle por la mañana. En lugar de ir de paseo a la Cañada de las Hazadillas, pues a concentrarse un rato en la plaza de la Constitución. Como plan dominguero, vale. Aunque, al final, el motivo de la protesta se hubiera quedado diluido o anulado en los días previos.
Así no extraña que el seguimiento fuera mínimo, ni siquiera simbólico, casi ni los propios sindicalistas de carné hicieron acto de presencia.
Si hay que ir se va, pero ir para nada es tontería. Al más puro estilo José Mota, desde luego.
CCOO y UGT decidieron mantener la movilización en protesta por la caída del ‘decreto ómnibus’, pese a la aprobación de un nuevo decreto que recogía la mayor parte del llamado “escudo social”, como la revalorización de las pensiones o las ayudas al transporte, entre otras muchas medidas.
Sin aparente justificación lógica, pero se sostuvo la protesta. Dicen que, a menudo, una retirada a tiempo es una victoria. Cosa que, en este, caso no sucedió.
El líder sindicalista, Unai Sordo, sostuvo que “las derechas” habían dado una bofetada al Gobierno, pero en la cara de los colectivos más vulnerables. En mi ingenuidad pensaba que la esencia de la lucha sindical es pelear para lograr avances del Ejecutivo, no luchar contra la oposición. Algo falla de fondo ahí.
En realidad, lo grave realmente no es que corra peligro la revalorización de las pensiones que, de hecho, es algo automático, sino que el sistema es insostenible tal y como está ahora. Para eso sí que habría que no ya pelear, sino poner todos manos a la obra, sindicatos, Gobierno y patronal, para garantizar su futuro. Un nuevo Pacto de Toledo bis.
Al final, como el cuento de Pedro y el lobo, cuando haga falta que los ciudadanos se echen a la calle por una buena causa, no van a dar crédito a la convocatoria. Ese es el gran peligro de desperdiciar las herramientas de la democracia en fuegos artificiales.
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