En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Lunes, 1 de septiembre. Es escalofriante leerlo. Suena a sentencia del Tribunal Supremo. Es peor que un martes, 13. La más mísera de las fechas.
Siempre trato de evitar el recurso de los extranjerismos. Algunas de las personas que los usan, que desgraciadamente son multitud, lo hacen porque les parece sofisticado, moderno y porque, dicen, con una sola palabra definen algo para lo que en español necesitamos una expresión. Es decir, sustituyen un conjunto de palabras en castellano por una sola palabra extranjera, generalmente inglesa. Eso es empobrecimiento, aunque lo disfracen de economización lingüística. Ahorrar no es solo guardar, sino saber gastar. Además, hay otras criaturas que no saben hablar sin anglicismos por ignorancia. Sustituir libros por vídeos de TikTok es como renunciar voluntariamente a la felicidad y eso hace mucho daño. Allá ellos.
Sé que no estoy en consonancia con la RAE, quien no lo ve tan mal, pero es que a mí la RAE cada vez me cae peor. Sin embargo, casi toda norma tiene su excepción, y la mía es el uso de un galicismo muy feo que da voz a esta etapa posvacacional que, para colmo, arrancó con ese lunes, 1 de septiembre. Es la rentrée. Espeluznante. Piel de gallina. Simboliza que las tardes de lectura sin hora, las siestas de ventilador de techo, las cenas con amigos en el jardín, la improvisación, las pequeñas excursiones, no saber qué día de la semana es, los reencuentros, las caras más guapas y los pelos más rubios, el día de la Caridad, las niñas con su libre ajetreo, las carreras de caballos, disfrutar de mis perros, pasar las mañanas cocinando porque quiero, la copa de manzanilla a la hora que sea, todo eso se acabó. Es volver a levantarme a las seis y media de la mañana, el tren de cercanías, la falta de sueño, cocinar por la noche lo del día siguiente, leer en el metro, liarme con los horarios de las niñas y no saber cuál de las tres tiene ese examen tan importante, comer en media hora, la falta de libertad.
Me voy a dejar de dramatismo porque en dos horas y media ya estoy adaptada, pero qué dos horas y media más aflictivas.
Como renunciar a la felicidad y tranquilidad estival no es fácil, los franceses, que no son ni un poquito tontos (que diría Chito de la Puerta), han inventado la rentrée literaria. Editoriales grandes y pequeñas publican cientos de novedades, librerías atestadas con los estrenos, presentaciones de los autores y con gente comprando. Viven el mes de septiembre como un fenómeno artístico y cultural. Para celebrarlo yo también, he estado poniendo orden en mi anárquica biblioteca, a la que me gustaría tener sobrealimentada. He establecido dos categorías para los ejemplares: los de un momento y los de todo momento; y me he hecho una lista de los que quiero adquirir para leer y los que ya tengo y quiero releer.
Y así, viendo cómo los insectos del verano han caído muertos sobre mis libros, se me ha quitado esa penita negra a la que le pongo nombre gabacho con despectiva intención.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Positivismo en positivo
Por montera
Mariló Montero
Se acabó, Pedro