Crónica personal
Pilar Cernuda
Salazar, otra pesadilla
No es posible encontrar en los últimos mil años de la historia española algún tiempo sobre el que haya caído jamás un denuesto general tan hondo y sin matiz como los años 40 y 50 del pasado siglo. Es patente que para instalar en la memoria colectiva esa negrísima impresión, se ha tenido que hacer abstracción de hechos tan poderosos como necesarios para la construcción de cualquier juicio: que aquéllos ciertamente duros tiempos fueron la consecuencia de una contienda civil demoledora en la que es radicalmente injusto cargar tintas sobre una sola de las partes; además, con el estallido de toda una guerra mundial que hundió moral y materialmente a Europa y, por si fuera poco, con la llegada de una postguerra que tuvo en todo el continente rasgos muy semejantes a la española: represión de los vencidos, escasez, cartillas de racionamiento (hasta 1952 en España e Italia, pero hasta 1954 en Reino Unido y hasta 1958 en el conjunto de Alemania). Otro hecho decisivo es que aquel periodo de penurias y dificultades de todo orden fue seguido, aquí como en toda Europa, por un despegue socioeconómico sin comparación con cualquier otro de la historia, antes o después.
En España, tan extremosa e injusta con sus hijos, la condena no se limita al régimen político y a sus obras, sino asombrosamente a todos los españoles de aquella sacrificada generación, a sus vidas –consideradas tristes y despreciables–, a sus logros –ninguneados o ignorados–, a sus ideales, valorados como poco menos que basura. Y esto se acentúa en lo que se refiere a la vida cultural, aunque ello contraste agudamente con la realidad, pero ya dijera C. S. Lewis que la mente humana es más propensa a elogiar o despreciar que a describir o definir.
En estos días, los sevillanos tienen la posibilidad de saber cómo fue verdaderamente la vida de su ciudad en aquéllas décadas desfiguradas hasta la caricatura: el ciclo de conferencias Sevilla (1939-1960). ¿Una ciudad en blanco y negro?, organizado por la Fundación Herrera Oria, la Universidad Fernando III y la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, rescatará a los poetas, artistas, intelectuales y académicos que protagonizaron unos tiempos tan complejos como prometedores. Es un deber de piedad hacia los que fueron nuestros predecesores y abuelos.
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