Si me queréis, ‘extra omnes’

07 de mayo 2025 - 03:12

Hoy comienza el séptimo cónclave de mi vida de bautizado. Con el primero tenía año y medio. Juan XXIII relevaba a Pío XII en la silla de Pedro. “Renegar de Dios es uno de los peores pecados que existen. Y sin embargo San Pedro cometió precisamente ese pecado, renegó de Jesucristo… ¡y lo nombraron Papa!”, escribe el papa Francisco en su autobiografía. Los caminos de la Iglesia son inescrutables. Por eso da un poco de grima ver a los colegas por las calles de Roma abordando a los cardenales como si fuera un congreso del PSOE o un entrenamiento de la selección española.

Que te nombren Papa es poco menos que una sentencia de muerte… con pasaporte a la eternidad, eso sí. Hay muy pocas excepciones, la de Benedicto XVI, que sobrevivió nueve años a esa ley inexorable al renunciar al papado, con el único precedente siete siglos antes de Celestino V, que renunció en 1294 para librarse de las presiones de la Casa de Anjou y volver a su vida de ermitaño. Ser Papa de Roma es como que te nombren presidente honorario del Real Madrid, lo eres hasta que te vas a criar malvas. Aquí no hay eméritos: Di Stéfano, Gento, Amancio. Dios y Bernabéu guarden muchos años a Pirri, al doctor Martínez, al esposo de Sonia Bruno, esa actriz que tanto le gustaba a Berlanga.

En la librería San Pablo de la calle Sierpes hay un escaparate dedicado de forma monográfica a libros de Francisco. Junto a ellos, el que firma Juan José Llamedo titulado El Credo Niceno-Constantinopolitano con este expresivo subtítulo: Comentario al símbolo de la Fe 1.700 años después del I Concilio de Nicea. El viaje a Nicea era el próximo que tenía previsto hacer el papa Bergoglio (1936-2025). Esta ciudad turca la fundó Antígono I el Tuerto, un colaborador macedonio de Alejandro Magno que heredó buena parte de su imperio. El 20 de mayo se cumplen diecisiete siglos del comienzo de las sesiones del Concilio de Nicea. Diecisiete siglos rezando el mismo Credo que allí se fijó, para gloria de Jesucristo y… de Poncio Pilato. ¿Qué otro símbolo puede resistir tanto tiempo a los embates de la historia, a los caprichos de la civilización, a las sucesivas muertes de Dios: Marx, Freud, Nietzsche, Darwin?

Bergoglio salió elegido en la séptima votación. No se veía entre los favoritos. En su autobiografía cuenta que en Buenos Aires dejó los libros que estaba leyendo, las homilías para el Domingo de Ramos y el Jueves Santo. Cuando oyó 77 veces su apellido supo que era el nuevo Papa. En las deliberaciones se alojó en la habitación 207 de la residencia de Santa Marta, en la que decidió seguir, renunciando a los privilegios pontificios. Lo hizo en la habitación 201 cuando la habilitaron después de que en los días de cónclave la ocupara Bartolomé, patriarca de Constantinopla.

Cuando salió elegido después del extra omnes (todos fuera), llamó a Benedicto XVI, al nuncio en Argentina para que pidiera a los obispos de su diócesis que se quedaran en casa y el dinero de los pasajes lo dieran a los pobres, a su hermana María Elena y al quiosquero de la calle Bolívar para que ya no dejara los periódicos al otro lado de la verja de su vivienda. El lector de diarios se había hecho noticia mundial.

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