Soldadito español

08 de septiembre 2025 - 03:12

Que Alemania recupere el Servicio Militar, aunque de modo limitado y voluntario, siguiendo el modelo sueco, ha provocado inquietud. No por el hecho en sí. Hay países que nunca lo abolieron; alguno, como el Reino Unido, sólo lo contempla en caso de guerra y en otros, como España, su supresión fue socialmente aplaudida. Preocupa la causa. El Canciller Merz no se anduvo con paños calientes y dejó claro que su decisión es firme: hay que rearmarse frente a la amenaza de Rusia y si no se alcanzan los objetivos de reclutamiento, podría convertirse en obligatorio. Y no es el único aliado de la OTAN que lo cree.

Obviando a los militaristas, que viven inmersos en sus fantasías imperiales como si deambularan por un cómic de Hazañas bélicas y a los pacifistas que siguen creyendo que los conflictos geopolíticos se solucionan cantando Imagine cogiditos de las manos, lo cierto es que este asunto debe afrontarse con valentía, sensatez y madurez. España desapareció de facto de la escena europea tras el Congreso de Viena y no se vio involucrada en las dos Guerras Mundiales. Pero las contiendas civiles nos desangraron y enfrentaron desde las guerras carlistas hasta la Guerra Civil y los únicos episodios bélicos contra enemigos foráneos fueron las Guerras de África. Pues en Cuba y Filipinas luchamos entre españoles.

La creciente impopularidad del Servicio Militar entre los nacidos en la segunda mitad del siglo XX hizo que su abolición fuera casi unánimemente celebrada. La mili se percibía como una pérdida de tiempo; un parón profesional; un encierro donde aprendías pocos valores y a veces, perdías los propios. La sensación de desidia, enchufismo y abulia era extendida y ser excedente de cupo o resultar inútil para el servicio se celebraba por todo lo alto.

Es claro que el Ejército Español no tiene hoy nada que ver con aquel que sufría la inercia de la dictadura, vegetaba ensimismado y adolecía de poca preparación. Volver a aquella mili caricaturesca sería un error mayúsculo; estructurar un servicio militar y civil que no perjudique el trabajo ni los estudios de los jóvenes, se limite al tiempo mínimo necesario y responda a la realidad actual de este siglo XXI, puede ser un acierto si se medita, se afronta socialmente con pedagogía y se asume su necesidad en este momento concreto de la Historia.

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