En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
En España uno se puede permitir muchos pecados, incluso el asesinato (Thomas de Quincey lo elevó a la categoría de arte bello), pero nunca el ser agarrado... En sus maravillosas y malvadas Siluetas de escritores contemporáneos, que acaba de publicar Renacimiento con edición de Miguel Pardeza, César González Ruano hace un retrato demoledor de don Miguel de Unamuno a causa de su tacañería. Cuenta Ruano que, siendo un jovencito de veintipocos, fue a Salamanca a enseñarle al vasco las galeradas del libro que había escrito sobre él. Pasearon durante todo el día y abrevaron en diferentes sitios, pero Unamuno apenas se rebajó a pagar. Solo al final, en el último establecimiento, cuando Ruano pidió la cuenta resignado al abono de los cafés consumidos, don Miguel exclamó a grandes voces: “¡No, no, no! ¡De ninguna manera! ¡Paguemos cada uno el nuestro!” (el recuelo, anota el autor, costaba treinta o cuarenta céntimos). En su descargo, podemos sospechar que el autor de La tía Tula prefería dedicar su magro sueldo de profesor universitario a alimentar a su extensa prole de nueve hijos antes que a darle de merendar a un esnob y mórbido aprendiz de escritor.
Desde luego al Gobierno de España no se le puede acusar de parecerse a don Miguel Unamuno, especialmente en su tacañería. Lo ha demostrado con ese gesto dadivoso y caballeresco de condonar más de 80.000 millones de euros de deuda a las comunidades autónomas. Se le ve demasiado poderoso y jacarandoso a nuestro Ejecutivo, tanto que uno se pregunta si no estaremos pagando demasiados impuestos, aún a riesgo de ser archivado como insolidario cayetano. Más si observamos que las comunidades del PP, en un arrebato de dignidad dictada por sus intereses electorales, se permiten despreciar la convidá. A los unos les sobra el dinero y a los otros no les hace falta. Es evidente, insisto, que aquí estamos apoquinando de más.
Detrás de todo arrebato de generosidad hay siempre una causa: la amistad, la necesidad de aparentar y epatar, la nobleza de espíritu, la mucha ingesta de vinos y licores... ¿Cuál es el motivo del Gobierno? Nadie lo duda: la necesidad del sanchismo de contentar al independentismo catalán, que había exigido la quita, para permanecer en el poder. El truco es viejo y repetido: se coge una reivindicación indepe, se eleva a necesidad nacional y se nos vende la solución como algo justo y necesario. Tachán.
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