Violencia consentida

18 de septiembre 2025 - 03:10

Después de Espero el argumento, el artículo definitivo de Enrique García-Máiquez en estas mismas páginas sobre el asesinato de Charlie Kirk, poco puede añadirse a lo que él ha expuesto: los argumentos de Kirk, los que sostuvo en debates públicos seguidos por millones de personas, no han sido rozados siquiera por la bala asesina. Ahí siguen y ahí seguirán, influyendo sobre muchos que hasta ahora, como es mi caso, ni sabíamos de su existencia. Los de los contrarios, sin embargo, han sido acallados por la abyecta explosión de odio y júbilo entremezclados que siguió en las redes a la difusión del atentado. Soy de los que creen que este hecho, por la dimensión alcanzada, es incluso más grave que el asesinato en sí.

Mucho se ha escrito en estos días sobre esta reacción que ha sorprendido a tanto biempensante que, de repente, parece haberse dado cuenta del volcán que la ideología woke ha ido alimentando y que muestra más y más su capacidad criminal a través de una violencia sobre los discrepantes que ya no necesita ni justificación. Un estudio reciente expone cómo el 55% de los izquierdistas norteamericanos aplaudirían el asesinato de Trump y hasta un 49% el de Elon Musk. Movimientos ligados a esas ideologías y de tanta agresividad como Me Too, Black Lives Matter, los antifas o las expresiones más radicales del ecologismo, el feminismo y el transexualismo, han preparado el terreno para el ejercicio de una violencia consentida, incluso mimada por el sistema, que encuentra en ella un último recurso ante el clamor creciente de quienes se niegan a verse arrastrados por la ola progresista. No hay más que ver el tratamiento que el asesinato de Kirk ha tenido en medios oficiales, como la propia TVE, no digamos en los declaradamente izquierdistas, o cómo los grupos políticos de izquierda han bloqueados los minutos de silencio propuestos en el parlamento europeo y en el norteamericano. Como ha escrito Karina Mariani: “Empleados públicos, maestros, periodistas y políticos mostraron sin pudor su algarabía por el fusilamiento de un hombre que nunca ejerció un cargo público, que no cometió ningún delito y que simplemente opinaba distinto […] Esto va más allá de un señalamiento moral: marca un antes y un después, porque la progresía está diciendo que está preparada para aceptar sin objeciones la violencia política”.

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