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Hoy 18 de noviembre, como cada tercer sábado de noviembre, se conmemora el Día Internacional del Superviviente del Suicidio. Un día pensado para visibilizar a las otras víctimas de esta epidemia silenciosa; los amigos y familiares de quienes se quitan la vida. Los que sobreviven a la tragedia de la pérdida y que tienen que convivir con la carga emocional y en muchos casos, el estigma social que supone perder a un ser querido que se ha quitado la vida.
Supervivientes invisibles, que en muchas ocasiones conviven con el sentimiento de la culpa por no haber podido ayudar a su ser querido. Multiplicando el daño emocional –a menudo irreparable- que hace que en muchos casos, las relaciones familiares se vean afectadas para siempre.
Un dolor silencioso, casi secreto que padecen miles de personas en nuestro país, dado que a pesar de que en los últimos tiempos hemos logrado pequeños avances sociales, el suicidio sigue siendo un tabú en la sociedad y uno de esos elefantes en la habitación para las diferentes administraciones.
Y sin embargo, cada año más de 4.000 personas se quitan la vida en nuestro país y la cifra no para de crecer. Dejando tras de sí un rastro de esposas, maridos, padres, madres, hermanos, hijos, nietos, amigos que son golpeados doblemente por la tragedia y que se ven forzados a sufrir un duelo silencioso por la ausencia no solo de ayuda, sino también de pedagogía social para superar la pérdida.
Porque hoy, a diferencia de otras fechas señaladas, no verán ustedes grandes concentraciones en las puertas de los Ayuntamientos. No escucharán la lectura de ningún manifiesto. No asistirán a ninguna manifestación reivindicativa ni les pondrán lazos de colores en la solapa de su chaqueta, que sirvan para visibilizar a las personas que sobreviven a la tragedia.
Y lo que es aún peor; seguiremos sin un plan efectivo de prevención del suicidio a nivel nacional, regional, provincial o local. Seguiremos sin herramientas de ayuda para esos supervivientes que hoy, de manera testimonial y casi anecdótica conmemoran su Día Internacional.
En una semana, se conmemorará otro día muy importante; el Día Internacional Contra la Violencia de Género. Ese día, por el contrario, si habrá actos en todos los Ayuntamientos. Se elaborarán manifiestos, habrá concentraciones, aplausos, recuerdos emotivos y minutos de silencio. Las televisiones, radios y periódicos dedicarán la semana a hablar de ello.
Pero las cifras pesan como una losa. Por cada muerte por violencia de género, mueren 83 personas en nuestro país. Por cada mujer vilmente asesinada por su pareja, 21 se quitan la vida, quien sabe cuántas de ellas víctimas de una violencia psicológica o física silenciosa, a la que no ha encontrado salida.
Es hora de empezar a preguntarnos que estamos haciendo mal. Por qué cada día, en este país, 11 personas se quitan la vida. Por qué importan tan poco estas vidas. Por qué no hay una verdadera emergencia social con esta epidemia silenciosa. Por qué y a pesar de los escalofriantes datos, Usted hoy no ha oído hablar de este día.
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