La tribuna

La bragueta sanchista

La bragueta sanchista
Rosell
Rafael Rodríguez Prieto
- Profesor De Filosofía Del Derecho Y Política De La Upo

Nos llevará por delante y será por nuestro bien. La igualdad, la unidad, los servicios públicos, las aguas de Canarias… ¿Alguien puede pensar que no hay nada que no esté de saldo? El sanchismo lo tiene claro. Lo que sea por guarecerse en un búnker de lujo que le aleje del banquillo haciendo como que gobierna.

En mi última tribuna me preguntaba cuándo llegaría el suplicatorio. Mi ingenuidad ha sido vencida por la evidencia. ¿Acaso importa? Permanecerán en el Gobierno afirmando que el Tribunal Supremo prepara el terreno para un enfrentamiento civil, cosa que pregonan sus más cumplidas y lisonjeras criaturas. La institucionalidad y las buenas maneras se han perdido hace tiempo. Somos prescindibles, como lo es España, sus instituciones o el futuro de nuestros hijos. Los suyos se compran casas de 300.000 euros. Business as usual. El trabajo precario, la vivienda inaccesible, el encarecimiento de la cesta de la compra o la pobreza infantil son solo bulos de la fachoesfera.

Después de la dictadura franquista, España tenía la oportunidad de construir una democracia en la que antiguos enemigos se convirtieran en adversarios políticos. Esta expectativa se encarna en el instante en que los tres personajes fundamentales –Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo– se quedan de pie mientras las balas agujerean el techo del Congreso. Dice Javier Cercas que es un “instante cebado de sentido” que inaugura nuestra democracia. ¿Podemos imaginar a tres políticos de 2025 actuando así? Tal vez este detalle pueda servir de brújula para entender la desesperanza que viste nuestro presente, desde el fin del 15M hasta hoy. Algún malintencionado afirmaría que vivimos una realidad cuya referencia cinematográfica podría ser La jungla de cristal, una película protagonizada por Bruce Willis en los 80. Trata de un grupo de delincuentes que secuestra un rascacielos haciéndose pasar por terroristas. Su lista de reivindicaciones políticas es una farsa que esconde su verdadero objetivo: abrir una caja fuerte y llevarse la pasta.

De acuerdo con investigaciones judiciales y periodísticas, las medidas que se han tomado no parecían depender de ninguna consideración ideológica o política. Cercenar la igualdad, debilitar el Estado, atacar a la prensa y a la Guardia Civil, decir una cosa y la contraria eran pasos lógicos para lograr que los negocios fueran bien. No tienen tiempo para seguir la vida en los barrios. Conflictos entre nacionales e inmigrantes, mafias de la droga, apartamentos turísticos sin coto y ciudadanos que han cambiado la fruta y el pescado fresco, por hamburguesas y pizzas congeladas. Las cucharas van a convertirse en pieza de museo.

Ahora entendemos la coherencia del sanchismo. Por un lado, es tranquilizador, ya que sabemos qué podemos esperar, pero, por otro, genera desasosiego. ¿Qué será lo próximo que entregue en nuestro nombre? Quizá un referéndum de autodeterminación, el dinero de todos en cupos separatistas o Ceuta y Melilla. La Constitución se muere.

Se han normalizado un lenguaje y unos actos que serían inadmisibles en cualquier democracia. El Gobierno permite a sus socios separatistas insultar a su país –el que paga las pensiones– y tratarlo como una entidad ajena, mientras cobran megasueldos de instituciones estatales y obtienen competencias, poder y recursos.

La exclusión del escritor, torero y bético Sánchez Mejías de la celebración del centenario de la Generación del 27 es el último ejemplo de esa narración woke tan grasienta como populista con la que tratan de ocultar sus políticas antisociales y sectarias. Es el control del famoso relato que, como la armadura de Enrique VIII, exhibe una bragueta de excepcionales proporciones. Luego dirán que hay muchos jóvenes que votan opciones de derechas y conservadoras. ¿Qué esperabais?

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