La tribuna

Las cicas de la Plaza Nueva

Las cicas de la Plaza Nueva
Tomás García
- Doctor En Biología

Las cicas pertenecen a varias especies de plantas oriundas de Asia que semejan palmeras de pequeño tamaño, aunque en realidad no lo son y se clasifican en grupos distintos. Cycas revoluta es la más abundante, poseyendo un tronco peludo y punzante que no suele sobrepasar los tres o cuatro metros. Se consideran fósiles vivientes, pues cubrían los bosques del Mesozoico junto a coníferas y ginkgos, conviviendo con los dinosaurios hasta la extinción de estos hace unos sesenta y seis millones de años. Presentan ejemplares con órganos sexuales femeninos que originan una estructura irregular a modo de penca en la corona situada entre sus grandes hojas, mientras los órganos de los especímenes masculinos forman una cónica. Los tripulantes de la expedición marítima que salió de Sevilla en 1519 al mando de Hernando de Magallanes hacia las Islas de las Especias, completada por Juan Sebastián Elcano con la primera circunnavegación terrestre, observaron estos arbolitos en islas del Pacífico; Antonio Pigafetta, uno de los dieciocho supervivientes, pudo contarlo a través de un libro basado en su diario de a bordo y titulado Primer viaje en torno al Globo, que recoge de modo minucioso lo acontecido en tan larga aventura y las exóticas plantas nunca antes descritas por un europeo. Su uso ornamental ha calado en Sevilla, destacando las muchas que hermosean la Pasarela y alrededores; las que rodean la Plaza de Cuba; las de la Isleta de los Pájaros; las que flanquean la entrada al Pabellón Mudéjar de la Plaza de América, sucesoras de las plantadas en 1919 en uno de los espacios más bellos de la urbe; la que alcanza los seis metros en el Jardín de las Damas del Alcázar.

Un capítulo especial merecen las diez cicas existentes en los floreados parterres que circundan la Plaza Nueva, las cuales pueden verse afectadas por el proyecto reurbanizable que se reanuda en estas fechas y que incluye una “renovación del arbolado”. La remodelación prevista del pavimento de mármol es conveniente, con la ampliación de la zona central que la acerque a su estado original, pero la alteración de su arboleda no es necesaria. El conjunto árboreo de este emblemático enclave conserva su propia armonía y unas profundas raíces históricas: con simbólicos naranjos; con datileras que recuerdan las primeras plantaciones de estas palmeras en espacios públicos de la ciudad, por lo que no deberían trasplantarse cuatro de ellas para conseguir una supuesta “simetría visual”, según recoge la propuesta municipal; con diez árboles de Júpiter de flor rosa necesitados sólo de tratamiento fitosanitario; con impresionantes plátanos de sombra que han de cuidarse, pues poco a poco desaparecen de la piel hispalense; con diez sugestivas cicas que nos remontan a una ancestral vida terrestre... Esperemos que prevalezcan la razón, el sentimiento y el amor al patrimonio natural de Sevilla para llevar a cabo una amable restauración del arbolado de su Plaza Mayor y no una incierta renovación.

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