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El árbol de las llamas o braquiquito rojo (Brachychiton acerifolius) nos deslumbra estos días con sus inflorescencias flameantes en diversos lugares de Sevilla. Al final de la calle Lumbreras, histórica vía cuyo nombre deriva de los registros que ahí existían pertenecientes al gran husillo o cloaca que desaguaba desde la Alameda de Hércules y zonas cercanas hacia el río, se abre a Torneo alrededor de 1990 un nuevo espacio urbanizado denominado Plaza Vendedores de Prensa. Situada entre las antiguas puertas de San Juan de Acre y de la Barqueta, se plantan dos árboles de las llamas y se coloca un evocador monumento de bronce como homenaje a los vendedores de prensa, que antaño lo hacían voceando las últimas noticias al aire libre. La efigie sedente porta un fajo de papeles, magnífica obra de Luis Mapelli Caffarena que representa a un joven de aires clásicos con unas sandalias aladas en los pies y un caduceo o bastón mítico en su mano izquierda, dos atributos del dios griego Hermes: elocuente mensajero divino y heraldo de los dioses, protector de las puertas de la ciudad, de los viajeros y del comercio, inventor del fuego y del alfabeto... La estatua conjuga a las mil maravillas con el árbol ardiente que se halla cerca de ella, acompañada también por una esplendorosa jacaranda, llevando el conjunto el marchamo periodístico que imprime el propio nombre de la plaza.
El braquiquito rojo manifiesta una historia muy particular en Sevilla, pues las primeras semillas fueron traídas desde Tenerife en la segunda mitad del siglo XX por el gran José Elías Bonells, “Jardinero Mayor de la Ciudad” y Jefe de Servicio de Parques y Jardines durante varias décadas. Las semillas importadas por el añorado Pepe Elías serían sembradas en un vivero de Los Remedios y sus plántulas van distribuyéndose al cabo del tiempo por diversos enclaves como el Parque de Miraflores, los Jardines del Valle, la Isla de la Cartuja, el Parque de los Príncipes, la Avenida Menéndez Pelayo, el Cerro Amate, los Jardines de las Delicias o la misma Plaza Vendedores de Prensa, donde sólo se mantiene uno de los dos originales. El inigualable tono rojizo se debe al cáliz floral y no a unos inexistentes pétalos, siendo plantas de procedencia australiana que se cubren de flores con forma de pequeñas campanillas cuando quedan pocas hojas del año anterior, ofreciéndonos un fantástico espectáculo casi monocolor en mayo y junio. Es una especie escasa en la urbe hispalense, con un centenar de ejemplares que no soportan bien el frío y necesitan abundante riego en verano. Sería interesante sustituir por otro joven el que murió por causas inciertas en la Plaza Vendedores de Prensa, parte de cuyos restos troncales aún pueden verse en su triste alcorque. El veloz y astuto Hermes y todas las personas que de uno u otro modo estamos relacionadas con la información a través de los diarios en papel, amenazados por la fría invasión digital, quedaríamos eternamente agradecidos...
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