La tribuna
La renovación de los partidos políticos
La tribuna
Otro año más nos toca soportar el autorizado secuestro de la Plaza de España y sus aledaños, por el despliegue de las cada vez más invasivas instalaciones del Iconica Fest con su inmensa estructura y pantalla, graderíos, cables, focos y todo tipo de artilugios electrónicos que dejan la Plaza durante muchas horas fuera de la circulación de sevillanos y foráneos: desde un poco antes del 30 de mayo, hasta algún día después de 14 de julio, en favor del lucrativo negocio de una empresa privada a cambio de una contraprestación económica que, seguro que no se destinará a la reparación del lógico deterioro de la Plaza por los inadecuados usos a los que tan frecuentemente se la somete.
Resulta asombroso que, mientras que en otros lugares de escasa relevancia se prohíbe con exquisito celo cualquier actividad generadora de unas mínimas molestias sonoras y lumínicas sobre la pequeña fauna que lo habita, aquí comulgamos con la rueda de molino de unos espectáculos cuyos elevadísimos índices de sonoridad y luminosidad sobrepasan con toda seguridad (salvo que se mida “de aquella manera”) los estándares legales soportables en el centro de una ciudad. ¿Nadie defiende a las diferentes aves que habitan la Plaza y su entorno?
Vaya por delante que, tanto la idea como la organización del festival pueden resultar admirables, pero ello no justifica el error del lugar elegido para celebrarlo; como tampoco el socorrido argumento de los ingresos que supone el invento para la ciudad y los tropecientos puestos de trabajo que dicen que generará. El problema es su inadecuada ubicación, mientras que se mueren de pena instalaciones que se construyeron para albergar actividades como estas. Porque, si la razón universal es que ya vale todo por la pasta, ofrezco innovadoras propuestas que podrían realizarse en unos entornos también incomparables por su belleza. ¿Qué tal una incendiaria batalla naval a lo Gladiator II en la ría? ¿O una divertida yincana de esos innumerables grupos de guiris ciclistas, por el interior de la catedral? ¿O una competición de patinetes suicidas por el casco antiguo? ¿O un festival de paintball que tenga como escenario el Ayuntamiento y sus dependencias?
Es memorable la cuestionada anécdota, un tanto chusca, que se habría producido durante el rodaje en Ávila de la película Orgullo y Pasión (1957), dirigida por el gran Stanley Kramer, quien se dice que llegó a pedir –para darle mayor realismo a una escena– volar de forma controlada una parte de la emblemática muralla abulense, comprometiéndose, eso sí, a reconstruirla después. A esto se habrían negado, obviamente, las autoridades competentes de aquel terrible régimen que no conviene recordar so pena de condena eterna. De haber sucedido actualmente en Sevilla la petición de un caprichito similar por un grande de Hollywood, cabe la duda de la respuesta que le hubieran dado nuestras autoridades. Reducirlo todo al impacto favorable de los ingresos económicos de la ciudad, es ir vendiendo nuestra alma al mejor postor.
También te puede interesar
La tribuna
La renovación de los partidos políticos
La tribuna
Antonio Brea
Escalofrío en el desierto
La tribuna
¿Acepta el debate?
La tribuna
Javier Compás
El cocinero anónimo
Lo último