Hace unos años, allá por el 2019, la Fundación Valentín de Madariaga ofreció una exposición comisariada por Paco Pérez Valencia y en la que tuvo mucho que ver Valentín de Madariaga.
Miradas sobre Sevilla era un proyecto que abanderó, tal y como explicaban: “Otra forma de contar una ciudad, con jóvenes con otras capacidades, con disfunciones motoras o intelectuales, con ojos distintivos y auténticos”.
Algunos pensarían que era una mirada distópica, pero no. Lo cierto es que era muy real porque en ella podíamos ver a través con los ojos de personas con capacidades especiales. Personas que nos invitaban a descubrir formas innovadoras de habitar y diseñar nuestro espacio urbano para llevar a cabo esa transformación social de la que todo el mundo habla, pero que no se materializa.
Pero sigamos el recorrido, querido lector. Caminemos por esas salas y déjese guiar. Sea valiente para mirar con los ojos de los artistas que desde la generosidad abrieron su corazón para enseñarnos a ver de otra manera.
Una de las áreas que a mí concretamente más me gustó era intervenida por Valentín de Madariaga, uno de los patronos de la Fundación Valentín de Madariaga, una fundación que, como a ellos les gusta decir –a Ángela, a Romualdo y a Valentín–, es “la casa de los sevillanos”. Una casa que siempre está abierta al público. Una casa que ya es indispensable para todo el que vive en Sevilla y que sabe que allí va a encontrar su espacio, su sitio y su lugar.
Tuve la inmensa fortuna de que fuera él el que me mostrara Miradas sobre Sevilla. Un ejercicio en el que observar a la Sevilla que fue, es y será.
Un recorrido por las distintas Sevilla: la Sevilla tartésica, la Sevilla fenicia, la Sevilla romana –esa que tanto marcó a la Sevilla actual–, la Sevilla modernista, la Sevilla costumbrista, la Sevilla en la que intervinieron arquitectos como el Conde de Barajas cuando acometió la gran obra urbanística en el S. XVI. Una obra en la que nos diseñó una Alameda de Hércules para que los sevillanos pudieran disfrutar del primer jardín público en Europa y cuyo pasado se borró en nuestro siglo para convertirse en un lugar duro y sin alma. Eso sí, su ambiente festivo permanece.
Valentín de Madariaga me enseñó a hacer esa mirada hacia el pasado, hacia el presente y a la Sevilla del mañana para hacer un retrato de la Sevilla que puede llegar a ser. Una Sevilla sería, cómo el afirmaba, dentro de cien años porque hace falta tiempo. Esta muestra me devolvió el recuerdo de Howard Roark, el arquitecto protagonista de la novela, El Manantial: “La arquitectura es un gran arte… con nuestros ojos en el futuro y el respeto por el pasado de nuestros corazones… “
Yo quiero tener esa Sevilla diseñada desde el estudio y la investigación, y el corazón. Una Sevilla que deber ser una ciudad para los sevillanos, y una ciudad de la que estemos orgullosos de dejar a la generación que está por llegar. Una ciudad única, cosmopolita, y siempre Sevilla. Esa que te invita a mirarla, a vivirla y a sentirla en toda su profundidad.