La tribuna

Oportuno antídoto

Oportuno antídoto

Historiador

Entre los obsequios familiares que pueblan mis estanterías, sobresale recientemente una flamante novedad de Arzalia Ediciones. Hambre de patria. La idea de España en el exilio republicano es la versión ampliada del discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia que Juan Francisco Fuentes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense, pronunciara en noviembre de 2024.

El ensayo, que toma su título de una frase de Indalecio Prieto, se inicia con unas notas acerca del Duelo a garrotazos de Goya que protagoniza la cubierta del libro. Apunte informativo previo a un valioso cúmulo de observaciones sobre las actitudes de la élite política y cultural de la Segunda República, durante su destierro tras la derrota de 1939.

Un drama humano, el del exilio, provocado por una guerra civil que la izquierda había percibido equivocadamente como “don del cielo”, desde que este concepto fuera acuñado por un diputado de la facción liberal exaltada, en el primer tercio del siglo XIX. Idea que se vio reforzada en el imaginario de las fuerzas promotoras del 14 de abril, por el balance de las decimonónicas guerras carlistas y el del triunfo bolchevique en Rusia.

La victoria –inesperada en julio de 1936– de la España tradicional sobre la revolucionaria, sumió a los exiliados cabecillas y propagandistas de la segunda en un clima de culpa y pesimismo, despertando un sentimiento de nostalgia por la patria perdida, expuesto desde fechas muy tempranas en revistas como España Peregrina y en otras posteriores. Un estado de ánimo colectivo en el que se pueden distinguir, no obstante, llamativos matices, como las amargas visiones de Max Aub y Luis Cernuda.

Destaca el profesor Fuentes la importancia de los epistolarios como útil herramienta para profundizar en el pensamiento de personajes que en sus manifestaciones públicas no pudieron expresarse con el mismo grado de libertad, sometidos a las ataduras de sus lealtades partidistas. En sus cartas, se hace patente el convencimiento de las mentes más lúcidas, de que la salida final del franquismo no debía desembocar en una reedición del fallido experimento republicano, sino en otro tipo de fórmula institucional basada en ideales de consenso y reconciliación, a través de un proceso de transición.

Creencia que les permitió una aproximación intelectual a algunos de los antiguos adversarios monárquicos y falangistas, en la búsqueda de puntos de concordia hacia el diseño de las claves que habían de determinar la convivencia en la España futura.

En un presente caracterizado por el predominio académico de una sesgada “memoria”, aportaciones como la de Juan Francisco Fuentes son el más oportuno antídoto contra el error que supone el actual maniqueísmo progresista. Desacertada inclinación ejemplificada en un revanchismo simbólico en torno a una tragedia sucedida hace casi un siglo y cuya vigencia entre las nuevas generaciones se trata de fomentar artificialmente, a menudo con resultados opuestos a los deseados.

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