La tribuna

Parresia

Parresia
Julián Aguilar García
- Abogado

Nos cuentan Pausanias y otros autores clásicos que unas frases inscritas en el templo de Delfos interpelaban al visitante que se acercaba para consultar el famoso oráculo. Una de ellas, imperativa, exigía “conócete a ti mismo”. La expresión ha tenido muchas interpretaciones filosóficas, éticas y aun religiosas, pero ya es suficientemente difícil atenerse a lo puramente literal: ser consciente de las propias capacidades y limitaciones, inclinaciones y fortalezas.

Soy consciente de que una de mis tendencias puede ser tildada, no sin razón, de pedantería (aunque un amigo bienintencionado lo transmutaría en “propensión a la arqueología léxica”). Con alguna frecuencia me recreo en palabras inhabituales o les doy un uso hoy infrecuente. En fin, qué quieren que les diga, al menos es una afición barata e inocua. Peor sería contratar meretrices con dinero público o colocar a un hermano en una Diputación, digo yo.

Lo que no había hecho nunca era titular uno de mis articulillos con una palabreja tan disuasoria como ésta de hoy, parresia. Supongo que mis escasos lectores habrán tenido que hacer un esfuerzo especial de voluntad para remontar el obstáculo del título y decidir, pese a todo, leer estas líneas para ver en qué acaba la historia.

Parresia es, según el diccionario de la RAE, la “apariencia de que se habla audaz y libremente al decir cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”.

Ese término me viene a la mente cuando oigo a García-Page decir que el PSOE actual ha estirado excesivamente sus valores y principios o que le produce amargura que su partido sea socio de los herederos de terroristas o que ponga la ambición del jefe por delante de los intereses generales o que no le gusta la amnistía a los condenados por desobediencia, malversación o desórdenes públicos con la pretendida coartada del nacionalismo.

También cuando escuchaba a Lambán denunciar las presiones y censura que Sánchez ejerce dentro del PSOE o a otros exclamar que la amnistía es una aberración, que se rompe la igualdad entre españoles, que su partido incurre en falta de debate interno, etc. O a Alfonso Guerra indignarse porque las leyes las redacten los delincuentes.

Tengo la impresión de que, en el fondo, todas esas afirmaciones, aparentemente ofensivas para Pedro Sánchez, su Gobierno, su partido, les vienen de perlas a éstos (aunque enfaden, o no, a Sánchez). Muchos votantes socialistas tradicionales no soportan el PSOE actual pero lo siguen votando porque, gracias a García-Page, Lambán y otros (que hablan mal de Sánchez pero incluso en algunos casos siguen yendo en sus listas electorales, con sus recursos, como Page), creen que el PSOE es aun hoy algo superior y trascendente a Pedro Sánchez y su obvia aspiración autocrática, Begoña y sus negocios, tito Berni o Ábalos o la Faffe y sus lumias. Esos supuestos disidentes son el gancho con el que el PSOE sigue arrastrando miles de votos de cándidos encastillados en una creencia irreal.

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