Miguel de Cervantes Saavedra mantuvo residencia en Sevilla entre 1587 y 1600 de modo más o menos estable, además de otras estancias esporádicas, alojándose en una confortable posada de su amigo y comediante Tomás Gutiérrez que se situaba en la calle Bayona (actual Federico Sánchez Bedoya). Requisaba trigo y aceite en Andalucía para las galeras reales como comisario real de abastos, siendo también cobrador de alcabalas y deudas. Estuvo preso medio año (1597-98) en la insalubre Cárcel Real de Sevilla por irregularidades en la gestión de recursos públicos, donde imagina El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha según se deduce del prólogo a la primera parte. La ciudad hispalense aparece en seis de sus doce Novelas Ejemplares, la comedia El Rufián dichoso, el entremés El Rufián viudo y, aunque el Caballero de la Triste Figura nunca atravesara Despeñaperros, en varios capítulos del Quijote.
La corta vía comprendida entre la confluencia de la Plaza Nueva con Fernández y González y el encuentro de Zaragoza, Jimios y Gamazo fue rotulada en 1913 en honor a Joaquín Guichot y Parody, erudito que escribió la primera Historia de Andalucía. Era conocida desde el s. XV como calle de Tintores debido a la presencia de artesanos de este gremio textil, constando así en el Plano de Olavide de 1771. En ella se levantaba un retablo de la Inmaculada Concepción y a su través discurría un canal que desaguaba las pestilentes aguas residuales de la Cárcel Real y los calabozos de la Audiencia. Disfrutamos hoy del histórico bar La Flor del Toranzo dirigido por la familia de Rogelio Gómez Trifón, de raíces montañesas y gran enamorado de la ciudad y sus tradiciones.
Sevilla mantiene en lugares emblemáticos diecinueve placas de azulejos dedicadas a Cervantes que fueron diseñadas en 1916 por José Gestoso, redactadas por Luis Montoto y fabricadas en el taller trianero de José Mensaque y Vera. Podemos ver una de las cerámicas que se refieren a pasajes de la novela ejemplar Rinconete y Cortadillo en Joaquín Guichot, donde sitúa una posada frecuentada por ladronzuelos para estafar a personas amantes del juego: “También topé –dijo el viejo– en una casa de posadas, en la calle de Tintores, al Judío, en hábito de clérigo, que se ha ido a posar allí por tener noticia que dos peruleros viven en la misma casa y querría ver si pudiese trabar juego con ellos”. El tejemaneje del latrocinio picaresco era dirigido desde la Casa de Monipodio, jefe del hampa, ubicada por el autor en la calle Vera del Río (actual Betis) y frente al Puerto de Camaroneros, cuya esquina con la calle de la Cruz (actual Troya) muestra otra de las placas alusivas a esta gran novela. Cervantes se sumergía en la variopinta y bulliciosa Sevilla de su tiempo y conocía de primera mano sus entrañas, lo cual le permitió describir la vida del común de las gentes en la urbe del Siglo de Oro, pues no era escritor de salón y sentía lo que trasladaba al papel a través de su ágil pluma.