Desde la intuición de que la temática desarrollada a continuación es desconocida por la mayor parte de la ciudadanía, damos por hecho que puede no serlo para aquellos individuos que cumplan un par de requisitos. Por un lado, el despliegue de una curiosidad especialmente intensa en las redes sociales. Y, por el otro, una competencia lingüística que les permita acceder a contenidos en inglés, con un nivel de comprensión, al menos aceptable.
Hace poco más de cinco años, los usuarios estadounidenses de TikTok e Instagram comenzaron a interesarse en unas peculiares influencers –perdón por el uso de estos extranjerismos– denominadas tradwives, neologismo que corresponde a la contracción del sintagma traditional wives o esposas tradicionales, en su sencillísima traducción al castellano.
Se trata de mujeres jóvenes o de mediana edad que realizan a través de sus vídeos una exaltación de los roles propios de las amas de casa, acompañada de una estudiada escenografía y un peinado y vestuario acordes, que evocan el ambiente de las viviendas típicas de las clases medias y acomodadas de su país, en la década de los años cincuenta del siglo XX. Convertidas en bestias negras ante los ojos de las feministas, en su defensa de un modelo de señora consagrada a la maternidad y crianza, y al cuidado del hogar y del marido, es muy difícil discernir entre lo que es mera pantomima con finalidad exclusivamente mercantil y lo que, por el contrario, parece una reivindicación ideológica de sesgo indudablemente conservador.
Como podemos saber por los artículos publicados en torno a ellas en medios norteamericanos de prensa, el amor por la riqueza material, demostrado por las protagonistas de estos montajes, traspasa los límites de la monetización directa de sus producciones. Yendo más lejos, aprovechan la popularidad que estas les confieren para promocionar libros de los que son autoras o incluso fundar academias en las que formar alumnas aventajadas en sus lucrativas enseñanzas domésticas.
Pero no sólo el feminismo percibe en este fenómeno una amenaza. Entre los simpatizantes del Partido Demócrata y de las minúsculas opciones situadas a su izquierda, causan particular inquietud los vínculos, más o menos explícitos, entre algunas de las más famosas tradwives y el republicanismo –en el sentido que se da a este término en la patria de George Washington– militante.
Es aquí donde esta moda, presumiblemente pasajera, se manifiesta como uno de los muchos indicadores del actual clima de los asuntos públicos en la primera potencia mundial. La misma personalidad de Donald Trump, omnipresente tanto para sus seguidores como para los detractores, ofrece un perfil en el que resulta extremadamente complicada la distinción entre el político y el adinerado empresario.
Y mientras, en España, aunque alguna imitadora aislada haya obtenido un limitado éxito, los experimentos de combinación entre negocio y activismo de derechas se muestran, de momento, ajenos al simbolismo de las tradwives.