Retroceso global en los programas contra tuberculosis, malaria y sida
Cooperación
El impacto más evidente proviene de Estados Unidos, que anunció la suspensión y revisión de su ayuda internacional
Desde Médicos Sin Fronteras subrayan que “las consecuencias ya son visibles”
“Las consecuencias ya son visibles”. Son palabras de Antonio Flores, asesor sénior de VIH/Tuberculosis de Médicos Sin Fronteras. Y cita el caso de Honduras, donde los recortes abruptos del PEPFAR (el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA) han paralizado los programas de prevención y atención del VIH. Los pacientes perdieron de la noche a la mañana el acceso a la profilaxis previa a la exposición (PrEP) y los trabajadores sanitarios, sus puestos de trabajo. “Ahora estamos viendo cómo los pacientes llegan con infecciones oportunistas avanzadas”, subraya.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ha lanzado una seria advertencia sobre el retroceso que podrían sufrir los avances logrados en las últimas décadas frente a tres de las enfermedades infecciosas más letales y extendidas del planeta: el sida, la tuberculosis y la malaria. Según la organización, “los drásticos recortes en la financiación internacional de salud ponen en riesgo millones de vidas en regiones de África, Asia y América Latina”.
El impacto más visible proviene de Estados Unidos. En enero, el país anunció la suspensión y revisión de su ayuda internacional, dejando sin desembolsar cerca de 3.000 millones de dólares de los 6.000 millones comprometidos al Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria para el periodo 2023-2025. Este mes, el Fondo Mundial celebra su octava conferencia de reposición, pero los grandes donantes, incluido Estados Unidos, aún no han confirmado sus aportaciones para el próximo ciclo trienal.
El contraste lo marca España, que en la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de Sevilla anunció una contribución de 145 millones de euros. Aunque la cifra queda por debajo de los 200 millones solicitados por MSF, la organización reconoce el esfuerzo en un escenario en que otros países han optado por recortar drásticamente. Los sistemas sanitarios frágiles, dependientes de las subvenciones del Fondo Mundial para pagar personal, adquirir medicamentos y sostener programas de prevención, se están viendo obligados a reducir actividades.
Los riesgos son especialmente graves en enfermedades que siguen teniendo un enorme impacto: el VIH provoca cada año 1,3 millones de nuevas infecciones y más de 600.000 muertes; la tuberculosis, 1,5 millones de fallecimientos; y la malaria continúa siendo la principal causa de mortalidad infantil en países endémicos.
Asimismo, en Bielorrusia se detuvo una investigación clave sobre tuberculosis; en Malaui se frenó la expansión nacional de la profilaxis preexposición inyectable; en la República Centroafricana se redujo en casi un millar el número previsto de sanitarios comunitarios; en Sudán los medicamentos para VIH y tuberculosis están agotados en algunas regiones; en la RDC se registran desabastecimientos de fármacos contra la tuberculosis; y en Sudán del Sur persisten faltas de antimaláricos en un contexto de conflictos y desplazamientos.
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