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A lo largo del mes de octubre comienza una nueva campaña en Andalucía para la vacunación antigripal dirigida a determinados grupos de población: niñas y niños de 6 a 59 meses, personas mayores de 60 años, personas con enfermedades crónicas, mujeres embarazadas y profesionales de la salud y del sector sociosanitario.
La gripe es una enfermedad vírica altamente contagiosa que se manifiesta habitualmente en forma de epidemias en época de otoño e invierno y no es un simple resfriado: cada temporada provoca miles de consultas médicas, hospitalizaciones y complicaciones graves, sobre todo en las personas más vulnerables. El impacto en el sistema sanitario y en la sociedad es muy relevante, especialmente entre los mayores de 60 años.
Según el Plan Estratégico de Vacunaciones de Andalucía, cada año se producen entre 3 y 5 millones de casos graves por gripe y entre 300.000 y 650.000 muertes a nivel mundial (hasta 15.000 muertes en España y entre 500 y 2.000 en Andalucía). Con estos datos y con la evidencia acumulada durante muchos años, hay que señalar que vacunarse frente a la gripe no solo protege a quien recibe la dosis, sino que también contribuye a reducir la transmisión en la comunidad. En este sentido, la vacunación en adultos mayores tiene un doble efecto: protege a quienes más riesgo tienen de complicaciones, y si nos referimos a la vacunación de profesionales de la salud y sector sociosanitario es algo que, además de proteger a personas vulnerables, también actúa como motor de concienciación para el resto de la población.
Hay que señalar la importancia de la información y la concienciación a la sociedad sobre las ventajas y la necesidad de protegerse frente a la gripe accediendo a la vacunación para todas aquellas personas incluidas en los grupos diana de la estrategia de vacunación institucional en Andalucía y creo que también hay que reclamar una mayor implicación del colectivo de profesionales citado, ya que las coberturas en este ámbito son mucho más bajas de lo deseable y creo que hay una exigencia moral que debiera llevar a asumir como una obligación ética de los profesionales para que se vacunen como un compromiso con sus pacientes y la población asignada en sus cupos.
El envejecimiento de la población conlleva la aparición del proceso de inmunosenescencia, una debilitación del sistema inmune y una menor capacidad de respuesta frente a las infecciones. Para hacer frente a esta realidad, se han desarrollado vacunas mejoradas frente a la gripe que se caracterizan por disponer de inmunogenicidad aumentada, para ofrecer una mejor protección en este grupo de población mayor y ayudar a prevenir hospitalizaciones y complicaciones graves.
De hecho, algunas comunidades autónomas han implementado estrategias muy eficaces que han conseguido tasas de vacunación elevadas en mayores. Estos ejemplos muestran que, con campañas de comunicación cercanas y un acceso fácil a la vacuna, es posible proteger mejor a quienes más lo necesitan. Reforzar la vacunación en mayores de 60 años con las mejores herramientas disponibles es apostar por una sociedad más sana, solidaria y preparada.
Las campañas de vacunación frente a la gripe, si se gestionan con acierto, pueden contribuir a prevenir mortalidad y morbilidad especialmente en los grupos de mayor riesgo de complicaciones. Las personas mayores de 65 años hospitalizadas por problemas respiratorios o cardiovasculares asociados a la gripe en España sufren de manera especial en hospitalizaciones y en tasas de mortalidad. Y desde el punto de vista de la gestión de la epidemia de gripe, la prevención a través de la vacunación a los grupos prioritarios puede ayudar a disminuir la carga asistencial que conlleva el importante número de casos en la época de otoño e invierno.
Finalmente, el uso de mascarilla en la época de epidemia de gripe debiera ser obligatorio para profesionales del sistema sanitario y sociosanitario en todo su horario laboral y, también, para los pacientes y familiares que acuden a cualquier servicio sanitario o sociosanitario en el interior de las instalaciones. Otras medidas como el lavado de manos, son aconsejables siempre; más aún en periodos de epidemia.
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