Jorge Díaz: “Hay que poner malos llenos de matices, para que el bueno se esfuerce”

El integrante de Carmen Mola publica novela en solitario, ‘El espía’, un ‘thriller’ ambientado entre Mojácar y Barcelona.

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Jorge Díaz Cortés (Alicante, 1962), con un ejemplar de ‘El espía’.
Jorge Díaz Cortés (Alicante, 1962), con un ejemplar de ‘El espía’. / Javier Ocaña
Salvador Gutiérrez Solís

21 de agosto 2025 - 06:30

El componente de Carmen Mola, Jorge Díaz (Alicante, 1962), publica una novela en solitario después de casi una década, El espía (Planeta), un thriller histórico ambientado en la primera mitad del siglo XX, entre Mojácar y Barcelona, y protagonizado por un peculiar y real personaje, el barón Von Rolland.

Pregunta.–¿Qué encuentra el lector en El espía?

Respuesta.–Un thriller histórico. Lo que no quiere decir que sea un libro de historia. Es la investigación de un asesinato. Y para investigar el asesinato tienen que descubrir quién es el personaje, que forma parte de la historia de la primera mitad del siglo XX. El personaje en cuestión es el barón Von Rolland, que ni es barón ni se llama Von Rolland. Es un judío de Salónica, un buscavidas, un aventurero, metido en todas las salsas de la época que le tocó vivir.

P.–¿Un judío que colabora con el nazismo?

R.–Es un hombre al que le tocó vivir la época más convulsa de la Historia y que buscó la manera de salvar la vida. Hay un momento en la novela que el propio barón lo dice. Tenía que vivir un día más y tuvo que colaborar con el nazismo para poder hacerlo, como tantos otros.

P.–¿Qué le apasiona de la primera mitad del siglo XX?

R.–Que todavía no se ha acabado la antigüedad y todavía no ha empezado la modernidad. He escrito varias novelas ambientadas en esos tiempos. Todavía hay una lucha entre el romanticismo del XIX y el pragmatismo del XX, pero no se ha decantado todavía por ninguno de los dos lados. Y a mí me gustan los contrastes. Me gusta el XIX contra el XX, judíos y nazis, el cosmopolitismo de la Barcelona de 1918 contra el Mojácar de 1952. La gran ciudad contra el pueblecito. Y el amor contra el deseo.

“De un espía se conocen pocos datos. Aquí podía inventarme todos los huecos del personaje”

P.–Los escenarios fundamentales de El espía, Mojácar y Barcelona, son casi un retrato de la España de esa época.

R.–En la Segunda Guerra Mundial España se declara neutral, pero realmente es muy poco neutral porque es muy pro alemana. A esa Barcelona cosmopolita llega Von Rolland como jefe de los espías alemanes, con la misión de crear una base de avituallamiento para submarinos, que yo sitúo en Mojácar. Me interesaba mucho reflejar que en un pueblo de 450 habitantes había las mismas pasiones, secretos y luchas que en una gran ciudad. En realidad, para mí Mojácar es la España de su tiempo. Y por eso el alcalde y el cura son la misma persona.

P.–Por lo que tengo entendido, esta historia llevaba bastante tiempo dando vueltas en su cabeza.

R.–Me apetecía mucho escribir una novela sobre la Barcelona de aquella época. Con frecuencia tengo la sensación de que en Madrid no tenemos literatura o no tendríamos literatura si hubiéramos matado a Benito Pérez Galdós al llegar. Barcelona siempre me ha dado mucha envidia en esas cosas, que tiene muchos escritores y mucha literatura. Es una ciudad muy literaria, y considero que Madrid también lo es, pero no ha tenido esa suerte. Me atrae mucho esa Barcelona de contrabandistas, espías, anarquistas y pistoleros, porque la llevo leyendo desde que soy un chaval.

P.–El barón Von Rolland es despreciable, pero también tiene un punto entrañable, incluso divertido.

R.–A mí es que me cae muy bien (risas). Yo creo que a los malos hay que cuidarlos mucho. Cuando escribo, le dedico más tiempo al malo que al bueno. Por eso hay que poner malos llenos de matices, para que el bueno se esfuerce más, para que esté a su altura. Malos que caigan bien, que hagan dudar al lector.

“Los Carmen Mola no nos consultamos con los libros en solitario para no hacer ‘minimolas”

P.–¿Cómo ha sido la convivencia entre la ficción y la realidad?

R.–He tenido la suerte de que mi protagonista, aunque basado en un personaje real, era un espía y de los espías no se sabe nada, porque si se supiera mucho serían muy malos y los matarían enseguida. O sea, tenía muy pocos datos concretos sobre el barón Von Rolland y entonces me podía inventar todos los huecos, que eran muchos. Al final el barón es un personaje de ficción. Podría haberle puesto cualquier otro nombre y habría funcionado igual. Pero me hacía gracia que la gente lo buscará y quisiera saber de él.

P.–Resulta inevitable preguntarle por Carmen Mola, y su influencia o no en El espía.

R.–Estoy muy orgulloso de ser un tercio de Carmen Mola, pero desde el principio pactamos no consultarnos nada sobre nuestras novelas en solitario, porque no queríamos escribir tres minimolas. Nos leemos cuando las novelas están terminadas. En lo fundamental, habría escrito igual esta novela, si no perteneciera a Carmen Mola, pero el serlo me ha hecho crecer como escritor. He aprendido mucho. Por ejemplo, en el asesinato, hace diez años hubiera sido más simple y aseado, y ahora le meto hasta perros, que es una de mis grandes fobias.

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