Muere Terence Stamp, el ángel de Pasolini y el endemoniado de Fellini
Más que por el villano de 'Superman' que le dio popularidad, la historia del cine recordará al actor británico, un intérprete de raro talento y presencia inquietante, por su trabajo con estos dos cineastas.
Los pobres también se enamoran
Su debut en 1962 en la adaptación del clásico de Herman Melville Billy Budd dirigida por Peter Ustinov le valió ser nominado al Oscar al mejor actor de carácter y como actor revelación en los BAFTA, ganando el Globo de Oro en esta modalidad. A partir de ahí el salto a la fama y el reconocimiento internacional fue casi inmediato, siendo llamado tanto por los mejores directores de los nuevos cines de los años 60 como por los maestros consagrados. Fue el enloquecido secuestrador de El coleccionista (1965) de William Wyler, el aventurero Willie Garbin en la broma pop de Joseph Losey Modesty Blaise (1966), el Dave Fuller del sórdido drama suburbial Poor Cow (1967) de Ken Loach, el canalla sargento Troy de Lejos del mundanal ruido (1967) de John Schlesinger, el bandido del raro western Blue (1968) de Silvio Narizzano, el actor alcoholizado de Toby Dammit (1968) de Federico Fellini, el seductor y promiscuo ángel de Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini. Todo en poco más de tres años vertiginosos. Era Terence Stamp, el actor británico fallecido este domingo a los 87 años.
La mayoría de la prensa, vergonzosamente, titulaba, al difundirse la noticia, que había muerto el villano de los Superman de Donner y Lester (1978 y 1980) en los que interpretó al general Zod, algunos añadían Priscilla reina del desierto (1994). También lo hacían las redes sociales, pero de la prensa podía esperarse e incluso exigirse un poco más de rigor. Efectivamente, Terence Stamp interpretó al villano general en esas dos películas de inmenso éxito popular tras un bajón en su carrera, quizás demasiado rápida, quizás demasiado intensa, quizás con una correspondencia no deseable -dado el tipo de personajes que interpretaba- con su vida personal.
Tras trabajar con Pasolini y Fellini -las cumbres de su carrera- se quedó una temporada en Italia interpretando a Rimbaud en Una estación en el infierno (1971) de Nelo Risi y al duque Di Bagnasco en Divina criatura (1975) de Giuseppe Patroni Griffi. Flojas películas. Su carrera nunca volvió a adquirir el brillo y la intensidad que tuvo en los años 60. Los dos Superman le dieron popularidad y lo rescataron de su relativo olvido, pero en los años siguientes no tuvo grandes papeles protagonistas, deslizándose poco a poco a los secundarios, pese a trabajar en los mejores casos con Stephen Frears (The Hit, 1984), Neil Jordan (En compañía de lobos, 1984), Michael Cimino (la horrorosa El siciliano, 1987) u Oliver Stone (Wall Street, 1987).
Le devolvieron su popularidad Stephan Elliott con la sobrevalorada comedia trans Priscilla, reina del desierto (1994) y sobre todo George Lucas con el papel del canciller supremo Valorum en La amenaza fantasma (1999). Y le permitieron volver a desplegar su intenso y perturbador brillo como actor Pilar Miró con Beltenebros (1991) y Stephen Soderbergh con El halcón inglés (1999), que le valió al actor un Golden Satellite. Afortunadamente, tras años más bien mediocres, su despedida del cine fue la interesante Última noche en el Soho (2021) de Edgar Wright, que homenajea la que fue mejor década profesional de la vida de Stamp.
He dicho que los titulares de urgencia fueron una vergüenza al olvidarse de sus películas con Wyler, Schlesinger, Losey, Pasolini o Fellini para recordar solo al villano de Superman. Solo Leonor Mayor Ortega en La Vanguardia, hay que destacarlo, le hizo justicia titulando “Muere Terence Stamp, el actor más inquietante del cine británico”. Excelente definición de su raro talento, de su atractivo, un punto canalla y un punto diabólico. Lo supo ver Ustinov, al descubrirlo haciéndole interpretar al Billy Budd de Melville, Wyler al convertirlo en el desquiciado coleccionista que secuestra a Samantha Eggar, Schlesinger al convertirlo en el ambiguo, seductor y manipulador sargento Troy que seduce a las desdichadas Prunella Ransome (Fanny) y Julie Christie (Betsabé) en la mejor adaptación de la gran novela de Thomas Hardy Lejos del mundanal ruido -cumbre las escenas de Stamp ante el cadáver y la tumba de Fanny- y sobre todo Pasolini y Fellini.
Solo Stamp, como esa presencia tan inquietantemente seductora, podía ser el visitante quizás angélico que, a través de un medio no muy propio de los asexuados ángeles, subvierte las vidas de una familia de la alta burguesía, redimiéndolos -el padre que regala la fábrica a los obreros y se retira al desierto a vivir como un eremita, la criada que en su sencillez alcanza la santidad- o destruyéndolos, como sucede con la madre y los hijos. Teorema, obra maestra absoluta del mejor Pasolini, es la cumbre de la carrera de Terence Stamp. Junto a Tobby Dammit o No apuestes tu cabeza con el Diablo, con los dos títulos se distribuyó como una de las tres partes del largometraje coral Tres pasos en el delirio. Es un medio metraje libremente inspirado en un cuento de Poe que inició, tras una profunda crisis personal y el raro caso del abandono de Il viaggio di G. Mastorna, la segunda etapa de la carrera de Fellini , ya toda volcada en el paso del tiempo, la memoria y la muerte. Stamp interpretaba a un actor alcoholizado que tocaba fondo viajando a Roma para interpretar un supuesto espagueti-western católico, sumergiéndose en una noche caótica e infernal que abría las puertas al Fellini goyesco -por las Pinturas negras y los Caprichos- del Satiricón, Casanova o Y la nave va.
No solo, pero sí sobre todo por estas dos obras maestras, Terence Stamp, más allá de Supermanes, será recordado por la más exigente historia del cine.
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