París celebra el legado de Magdalena Abakanowicz
El Museo Bourdelle de la capital francesa presenta, hasta el 12 de abril, una retrospectiva de la creadora polaca, una artista pionera en el arte textil con unas obras impactantes inspiradas en el mundo orgánico.
Tras las exposiciones celebradas en la Tate Modern de Londres, en el Museo Cantonal de Bellas Artes de Lausana y en el Henie Onstad Kunstsenter de Oslo, además de otras en Varsovia, Tilburg y Hertogenbosch, el Musée Bourdelle de París acoge una gran exposición retrospectiva dedicada a la artista polaca Magdalena Abakanowicz (1930-2017). Escultora y figura central del arte textil contemporáneo en la segunda mitad del siglo XX, la muestra explora el singular universo de la artista a través de más de 80 obras -esculturas, textiles, dibujos y fotografías- y estará abierta al público hasta el próximo 12 de abril de 2026.
El título de la exposición, La trame de l'existence, combina dos términos que describen el trabajo de Abakanowicz: el tejido como metáfora de la naturaleza y del cuerpo humano transformado y moldeado por los avatares del tiempo. Como explica en sus escritos, “es a partir de la fibra que se construyen todos los organismos vivos, el tejido de las plantas, las hojas y nosotros mismos. Nuestros nervios, nuestro código genético, los canales de nuestras venas, nuestros músculos. Somos estructuras fibrosas”.
La exposición está estructurada cronológicamente y subraya las diferentes dimensiones del trabajo de la artista, proponiendo al visitante un recorrido a través de su biografía artística. De todo lo expuesto lo más atractivo son sus monumentales esculturas tejidas, los Abakanes, una síntesis de la tensión entre la fuerza orgánica de la materia y la frágil suavidad de las fibras. Hay que señalar que Magdalena Abakanowicz fue una de las artistas que en la década de 1960, provocó una profunda transformación en el arte de la tapicería. Movimientos como La Nouvelle Tapisserie en Europa y Fiber Art en Estados Unidos aparecieron simultáneamente, integrados por artistas que pensaban el tejido como un lugar de experimentación conceptual y la fibra como material tridimensional flexible y maleable. Ambos redefinieron significativamente la posición del arte del tapiz dentro de las artes visuales expandiendo su vocabulario formal y crítico. A menudo declinando el tejido hacia la escultura y la instalación, estos artistas desarrollaron nuevas formas moldeadas por las posibilidades plásticas de los materiales y dieron origen a una nueva expresión artística. Junto a las estadounidenses Leonore Tawney y Sheila Hickcs, Abakanowicz desempeñó un papel protagonista en esta transformación.
Las primeras obras tejidas de Abakanowicz presentaban una elaborada estructura de texturas, composiciones abstractas donde las formas resaltan mediante matices de color y la combinación diferentes fibras tejidas. La pieza titulada Composición de Formas Blancas de 12 m², presentada en la Primera Bienal de Tapices de Lausana en 1962, y presente en esta exposición, es un buen ejemplo. Una variedad de soluciones texturales desde la materialidad de la fibra. Algodón, lino, lana y cuerdas de cáñamo en hilaturas de diferentes tipos y grosores, que se entrecruzan y solapan construyendo la superficie. Tejida por su creadora, la obra abolía la división tradicional entre el pintor cartonero y el tejedor encargado de su transposición tejida. En aquella época, un artista creaba un diseño y un equipo de artesanos altamente cualificados lo reproducía con precisión en el telar. En cambio, Abakanowicz estaba interesada por las estructuras tejidas y la identidad del material, su naturaleza táctil, su textura, su plasticidad y suavidad e incluso su dimensión olfativa.
En la primera parte de su carrera, un período que se puede situar desde la segunda mitad de la década de 1950 hasta finales de la de 1970, la artista desarrolló y creó sus obras textiles más radicales e innovadoras dentro de lo que posteriormente se denominaría arte textil contemporáneo. Estos años estuvieron marcados por un direccionamiento creativo en el que Abakanowicz utilizó, y llevó mucho más allá de su concepción tradicional, materiales y técnicas asociadas con el tejido. A partir de 1967 crea obras murales cuyos contornos y estructuras acentúan aún más el aspecto orgánico de las superficies tejidas. Desaparecen los rastros asociados al telar, al igual que su formato rectangular -sus obras tejidas están llenas de hendiduras, fisuras y aberturas-. Crea relieves y texturas aprovechando todas las potencialidades de técnicas y materiales, lo que le permite desarrollar formas tridimensionales. Las colgaduras se vuelven pesadas, macizas, monocromáticas, acentuando aún más el aspecto orgánico de las superficies. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, crea imponentes tejidos tridimensionales suspendidos en el espacio, los Abakanes, objetos textiles tridimensionales a caballo entre la tapicería y la escultura. Estas obras tienen mucho en común con trabajos de otras mujeres artistas contemporáneas a Abakanowicz: Lynda Benglis, Louise Bourgeois y Eva Hesse, con las que a menudo se la compara. El más conocido de los Abakanes es el Abakan rojo, una pieza espacial de cuatro metros de diámetro presente en un espacio central de esta muestra.
Los Abakanes derivaban su nombre del propio apellido de la artista y son esculturas monocromas construidas/tejidas con sisal, cáñamo, yute y crin de caballo. Tejidos enormes y gruesos colgados en el espacio, suspendidos en el aire, con una fuerte presencia física que se imponen al espectador en el espacio expositivo. Son perturbadores, increíblemente sensuales y audaces y son presentados por la artista en densas composiciones, que denomina “situaciones en el espacio” y más tarde “ambientes” -espacios inmersivos en los que el espectador compartía presencia física con los tejidos/esculturas-. Abakanowicz consideraba cada exposición como una obra en sí misma en la que la ubicación de cada pieza era determinante, agrupándolas según el espacio que las albergara, de forma que el visitante, al entrar en las instalaciones tuviera una experiencia estética única, se negaba a que sus exposiciones se percibieran como alineaciones de objetos y buscaba mostrar las tensiones entre los diferentes elementos que intervenían en el hecho expositivo jugando con la luz, las sombras y la oscuridad. Justo lo contrario al montaje de esta retrospectiva. Cabe pensar que las exigencias de conservación y seguridad de las obras exijan la distancia del visitante con lo expuesto, pero merma la apreciación de unas piezas concebidas para ser percibidas en la proximidad del espectador con ella. La vivencia de su fisicidad queda relegada a la simple contemplación a distancia.
A mediados de la década de 1970, Abakanowicz, centra su trabajo en la representación del cuerpo humano como estructura fibrosa y desarrolla una serie de piezas/instalaciones a las que denominó Alteraciones. Diferentes partes del cuerpo humano realizadas con trozos de sacos de arpillera, reforzados con resina. Personajes huecos que recuerdan que animales, humanos y plantas provenimos del mundo orgánico y estamos compuestos de elementos biológicos similares. Las series Espaldas y Cabezas y más tarde Embriologías ocupan un lugar especial en el conjunto de la obra. Alteraciones se complementa con la instalación Embriología, iniciada en 1978, un conjunto de formas redondeadas, parecidas a patatas apiladas en el suelo, unas de arpillera, otras de gasa o medias, y de una enorme variedad de tamaños, desde algunas diminutas hasta otras enormes. Los tejidos semitransparentes con los que están recubiertas las más pequeñas permiten al espectador ver el interior de la malla, cáñamo, kapok y cuerdas que parecen osificadas. Embriología, evoca los comienzos de la vida, explorando el crecimiento orgánico y la transformación, trasladando a escala monumental el inicio del proceso de morfogénesis -el desarrollo de las formas de una especie viva.
Las series posteriores de Abakanowicz presentes en la exposición también están realizadas con trozos de tela de saco cosidos, reforzados con resina sintética, sobre moldes de escayola. Así creó, Cabezas (1973-75): una serie de enormes formas sólidas que recuerdan cabezas humanas sin rostro; Multitud V (1986-1997): figuras humanas de pie; Figuras danzantes (2001-2002), formas humanas en posición de bailar; Mutantes (1997) un enigmático rebaño de extrañas formas animales cuadrúpedos, sin definición formal pastando en la sala del museo, y la serie de relieves de paneles murales, Paisajes (1976), cuerpos humanos ceñidos contra tejidos de arpillera solidificada que parecen salir de la pared. El color de estas piezas es el color de la naturaleza, recuerdan restos de una excavación arqueológica. Objetos ambiguos que el tiempo ha dejado atrás abiertos a múltiples interpretaciones.
La obra gráfica de Abakanowicz presentada en la exposición es un buen contrapunto a los tejidos tridimensionales y las esculturas textiles biomórficas. Sus dibujos le sirvieron de laboratorio conceptual e influyeron directamente en las formas, texturas y relaciones espaciales de sus instalaciones y figuras.
La exposición concluye con el ciclo de esculturas monumentales Juegos de guerra, compuesto por enormes troncos de árboles rodeados por aros de acero y arpilleras. Formas agresivas y amenazantes que evocan el poder destructor y devastador de las armas de guerra.
En sintesis, se puede decir que la exposición ofrece una perspectiva general de la obra de Abakanowicz. Sitúa su trabajo en el discurso contemporáneo sobre la sostenibilidad ambiental, subrayando la relación de la artista con la naturaleza, su interés por los procesos biológicos y su uso de materiales sostenibles y ecológicos. Destaca naturalmente las décadas de 1960 y 1970, un período transformador para la práctica de Abakanowicz, cuando formuló el concepto de Abakanes y cuestionó la condición de los textiles como un medio no reconocido en el discurso artístico contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX. Gracias a Magdalena Abakanowicz y a muchas mujeres artistas, hoy en día, asistimos a lo que parece ser una sustancial reevaluación de las prácticas textiles en el mundo del arte, a medida que los grandes museos amplían sus políticas de coleccionismo y exposición, cobra fuerza a nivel mundial la revisión feminista de las historias del arte y el mundo artístico reconoce e integra medios previamente marginados como el arte textil. Ningún museo español aparece entre los que acogerán esta exposición itinerante en un futuro próximo. Así que a pesar de la conservadora puesta en escena con la que se presenta el trabajo de la artista en esta exposición, vale la pena la visita. Abakanowicz es Abakanowicz y su trabajo visionario siempre nos depara emociones y sorpresas, aun en la fría distancia impuesta por la organización del museo.
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