VERICUETOS
Raúl Cueto
Gargantúa y Pantagruel
Profesora de Historia del Periodismo
A Carmen Espejo Cala (Dos Hermanas, 1965) se le notan los trienios como profesora de Historia de Periodismo en la Universidad de Sevilla. Aunque especializada en los textos impresos de la Edad Moderna, se expresa con una extrema precisión y claridad a la hora de explicar los contextos políticos, sociales y tecnológicos de la información periodística a lo largo de los siglos. El punto de partida es la imprenta.
Pregunta.–¿La lectura deja de estar monopolizada por la corte y el convento desde la implantación de la imprenta?
Respuesta.–Que la tecnología de la impresión posibilitara la difusión de los textos no implicó el uso democrático. Es como si fabricar cohetes baratos democratizara el acceso al espacio. La comunicación impresa que prevaleció fue la que era rentable para los impresores y para quienes la promovían.
P.–Los primeros años de la imprenta fueron los de la prehistoria de la prensa de masas. ¿Qué temas interesaban entonces?
R.–Los mismos que ahora.
P.–¿Los mismos?
R.–De lo que se ha conservado, la mitad trata de política, economía, guerra o religión, lo que asimilaríamos hoy a las noticias de secciones duras, y la otra mitad son temas sociales: terremotos, inundaciones, apariciones, pronósticos o lo que hoy llamaríamos crónica negra. Incluso hay una incipiente información deportiva, las crónicas de torneos con toros.
P.–Aparte de los impresos de masas, la imprenta tiene otros usos en unos tiempos en los que Lutero promueve la lectura individual de la Biblia. ¿Están relacionados el desorden del Barroco y la imprenta?
R.–Son causa y consecuencia. Lutero, además de dotes comunicativas y teológicas, tuvo sobre todo la imprenta, con la que difunde las tesis de Wittenberg. La nueva tecnología favoreció el triunfo de una herejía. Y a la vez es una consecuencia...
P.–¿Porque el desorden fue también un acelerador de la imprenta?
R.–Para que la revolución cultural, científica y tecnológica triunfara fue necesaria la debilidad de los poderes absolutos. La difusión y el arraigo de la imprenta fueron sorprendentes y no hubieran sido posibles sin un entorno preparadigmático: el instante en que no se sabe para qué va a servir la nueva tecnología. Los Reyes Católicos la promovieron pero Felipe II, Felipe III y, sobre todo Felipe IV, intentaron dar marcha atrás.
P.–¿Está relacionado el desorden actual con Internet?
R.–Sin duda. Es la tercera gran revolución de la comunicación en Occidente después de la escritura y la imprenta. Y estamos en ese entorno preparadigmático: los poderes amparan y se sirven de Internet y de todas sus formas pero perciben el recelo de otros grupos sociales. Fíjese en los móviles, que han pasado de ser un regalo de comunión a que haya colegios donde se prohíba el uso.
P.–Los dueños de las redes sociales se oponen hoy a la regulación. ¿Hubo oposición a la regulación de la imprenta?
R.–En los lugares con un poder más fragmentado, los actuales Países Bajos o Italia, por ejemplo, es donde más difícil resultó la regulación. Pero incluso en las monarquías consolidadas, como la española, la censura no fue fácil ni eficaz siempre. El control era previo y mucho se escapó.
P.–¿Sirvió la imprenta para satisfacer la avidez de noticias en un tiempo, el Barroco, de tantas novedades?
R.–Hasta el XVII son Sevilla y Granada donde la imprenta se hace más fuerte, Sevilla por el poder político y Granada por el poder religioso y jurídico. En el XVIII empiezan a ser pujantes Cádiz y Málaga, centros del poder económico vinculado a la costa, donde hay mucha población flotante, muchos extranjeros. El tránsito de población está directamente relacionado con la proliferación de noticias.
P.–El influjo de la prensa de masas es elevado a finales del siglo XIX. ¿No hubo un editor vinculado al origen de la Guerra de Cuba?
R.–Fue William Hearst, quien había enviado a un contingente de periodistas a La Habana para cubrir un conflicto que no había estallado. Los periodistas escriben a la redacción, algo desesperados, pues nada ocurría. “Permanezca usted en La Habana, que yo pondré la guerra”, le dijo Hearst a uno de sus dibujantes.
P.–¿Y cómo puso la guerra?
R.–Seguramente el conflicto entre el caduco imperio español y el emergente imperio estadounidense hubiera estallado de todos modos, pero el caso es que Hearst estuvo allí meses antes removiendo el fango. Como cuando envía a un periodista a liberar a una mujer cubana, detenida por un problema con un militar español; la libera a escondidas, la lleva a Nueva York y monta un espectáculo mediático, vendiéndose que era una joven cubana enfrentada a la tiranía española.
P.–Hay quien bromearía con que Elon Musk pueda ser un émulo de Hearst.
R.–Hay una gran diferencia. Aunque era un empresario, a Hearst le gustaba el periodismo. La gente que llega hoy al entorno de la comunicación no tiene el menor interés por la comunicación. Desde Rupert Murdoch en adelante son empresarios que necesitan los medios de comunicación para mantener el control ideológico y para que no haya más reacción a sus estrategias económicas.
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