Amigos en África, enemigos en Andalucía

Franco: 50 años, 50 historias [43/50]

De conspirar juntos contra Primo de Rivera, Franco y Queipo de Llano enturbiaron sus relaciones después del 18 de julio. Por no coincidir con él, Franco se alojó en el palacio de Yanduri el 7 de agosto de 1936

Queipo de Llano, entre Franco y el cardenal Ilundain tras la procesión de la Virgen de los Reyes de 1936.
Queipo de Llano, entre Franco y el cardenal Ilundain tras la procesión de la Virgen de los Reyes de 1936.

Queipo podía ser por edad su hermano mayor. En África, cuando Gonzalo Queipo de Llano (Tordesillas, Valladolid, 1875- Sevilla, 1951) era general, Francisco Franco Bahamonde (1892-1975) era teniente coronel. ¿Qué ocurrió entre ellos para que pasaran de ser camaradas, cómplices en rencillas y conspiraciones en África, a enemigos irreconciliables después del 18 de julio de 1936?

Juan Ortiz Villalba, en su monumental obra Sevilla 1936: Del golpe militar a la guerra civil (prólogo de Pedro Laín Entralgo) cuenta que Queipo y Franco encabezaban el descontento contra el general Primo de Rivera. Queipo funda y dirige la Revista de Tropas Coloniales. En su segundo número, Franco firma un artículo titulado Pasividad e inacción. Al tercer número, Primo de Rivera ordena el cierre de la publicación. Dice el historiador que Queipo y Franco llegaron a discutir la posibilidad de dar un golpe, apresando a Primo de Rivera y otros generales del Directorio que le acompañaban en una visita a Marruecos.

Las relaciones de Queipo con los Primo de Rivera siempre fueron muy tensas. Como había sido padrino de duelo del dictador, le hablaba con una familiaridad “rayana en la insolencia”. Queipo fue confinado en Tetuán y cumplió un mes de arresto en Ferrol, la cuna de Franco. El virrey de Andalucía, como le llamará Manuel Barrios en su reeditada obra, llegó a retar a duelo a José Primo de Rivera, hermano mayor del dictador. El hijo de éste, José Antonio, con sus dos hermanos y tres primos se presentó en el café Lyon d’Or, donde Queipo tenía su tertulia, y le golpeó con una llave inglesa. Cuenta Ortiz Villalba que se la guardó: no movió ni un dedo cuando se planificó una operación para liberarlo de la cárcel de Alicante. (Un proyecto descabellado que noveló Arturo Pérez-Reverte en su trilogía Falcó). A Franco le fue mejor con Primo de Rivera. De dictador a dictador. Lo ascendió a general y lo confirmó como jefe de la Legión.

Una hija de Queipo de Llano estaba casada con un hijo de Alcalá-Zamora, primer presidente de la República. “¿Pero ustedes le temen a Queipo de Llano?”, decía Santiago Casares Quiroga, el coruñés que presidía el Gobierno cuando tiene lugar el alzamiento. “¿No saben que Queipo no es más que un imbécil? ¡Como no subleve a los carabineros de la frontera! Lo único que tiene es despecho porque hemos destituido a su consuegro”.

Subestimó la capacidad (y la maldad) de Queipo, olvidando, como dice Ortiz Villalba, que Sanjurjo protagonizó la intentona de agosto de 1932 siendo inspector general de Carabineros. Queipo estaba persuadido “de las pocas posibilidades del golpe en Sevilla”. Creía que Málaga, a la que arribarían las tropas de África, era una ciudad más segura para su familia: allí mandó a su mujer y sus hijos para que los recogiera un hermano residente en Málaga. Mola y Franco, sin embargo, mandaron a los suyos al extranjero. Ocurrió al revés: el golpe triunfó en Sevilla y pinchó en Málaga.

En 1938, Franco y Serrano Súñer le obligan a suspender sus charlas incendiarias en Radio Sevilla

Franco llegará en avión a Sevilla el 28 de julio para comentar la marcha de la guerra con Queipo y Varela. En los días anteriores, el 19 de julio Queipo estaba obsesionado con la huelga general convocada el día siguiente y con la lenta llegada de las tropas de África. El 25 de julio nombra a Manuel Díaz Criado delegado militar gubernativo de Andalucía y Extremadura. Según fuentes del historiador, cada día firmaba una media de sesenta sentencias de muerte.

Un día después de llegar a Sevilla, Franco regresa a Marruecos. Empieza el pulso con su antiguo colaborador de África. A través de su primo y ayudante, Francisco Franco-Araujo, Pacón, le envía cartas a Queipo en las que le pide clemencia para perdonar la vida de Miguel Campíns, su amigo, a quien llamó como subdirector y jefe de estudios de la Academia de Zaragoza, condenado a muerte por permanecer leal a la República en Granada. Las cartas que le daba su primo a Queipo “las leía y rompía en sus narices”.

Cuando Franco vuelve a Sevilla el 7 de agosto no quiere coincidir en el Cuartel General con Queipo de Llano y se instala con su estado mayor en el palacio de Yanduri, cedido por la marquesa de dicho título. (Casi cuatro décadas antes, en 1898, allí nacerá el poeta Vicente Aleixandre, Nobel de Literatura en 1977). A Franco le empiezan a llamar Caudillo. “Pero Queipo, que lo odiaba, no perdía ocasión de desairarlo, hacerle ver que en Sevilla sólo mandaba él”. Y así será. El investigador Antonio Martín García cuenta en su libro Fundaciones Queipo de Llano la historia del expolio del cortijo Gambogaz, la prueba de que además de un golpe político tuvo lugar lo que llama “un golpe económico”.

Franco y Queipo de Llano coincidirán con Millán Astray el 15 de agosto de 1936. Después de la procesión de la Virgen de los Reyes, acudirán con el cardenal Eustaquio Ilundain a colocar en el balcón del Ayuntamiento la bandera bicolor. A la muerte del obispo, el 10 de agosto de 1937, en plena guerra civil, lo sustituirá el burgalés Pedro Segura. Un militar de Valladolid y un obispo de Burgos se convertirán en las dos pesadillas de Franco cada vez que venía a Sevilla.

El futuro Generalísimo intenta poner freno al omnímodo poder de Queipo de Llano. El 12 de noviembre destituye “fulminantemente” a Díaz Criado y lo destino a la Legión en el frente de Talavera. Adiós a sus borracheras entre pilas de sentencias de muerte. Nombrado su primer Gobierno en enero de 1938, Franco y uno de sus ministros, su cuñado Ramón Serrano Suñer, obligan a Queipo de Llano a suspender sus charlas radiofónicas en Radio Sevilla. “Altos personajes del régimen se mostraban incómodos por la crudeza y agresividad de éstas. Y no digamos las cancillerías extranjeras, cuyo reconocimiento demandaba ansiosamente el régimen de Franco”, dice Ortiz Villalba.

Franco le pagó con la misma moneda. Se mostró insensible a las peticiones de indulto del general Batet, otro militar leal a la República, realizadas por Alcalá-Zamora desde su exilio de París y por Queipo desde Sevilla. En el último año de la guerra, Franco lo destituye “sin contemplaciones” como capitán general de Sevilla. Hará con él lo que antes hicieron en diferentes regímenes políticos los gobiernos de Primo de Rivera, Manuel Azaña y Ricardo Samper.

Queipo camaleónico y antifranquista que un día se presentó “relumbrante de condecoraciones” en el despacho de Diego Martínez Barrio, presidente interino, para ratificarle su adhesión a la República.

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