Noviembre de 2025, el mes del rey Juan Carlos
Arranca un mes en el que se cumplen 50 años de acontecimientos que han cambiado la historia, cambios que tienen como impulsor indiscutible el hoy monarca emérito
EL 22 de noviembre de 1975, el príncipe Juan Carlos eran proclamado Rey de España. Dos días antes, el 20 de noviembre, Francisco Franco fallecía en La Paz después de un mes de agonía. Se inicia un mes en el que se cumplen 50 años de acontecimientos que han cambiado la historia. Cambios que tienen un buen número de protagonistas, pero un impulsor indiscutible: el rey Juan Carlos.
Desde el mismo instante en el que fue proclamado Rey y jefe de Estado, puso en marcha el proceso que había iniciado en julio de 1969, cuando Franco le designó su sucesor a título de Rey, designación aprobada por la casi unanimidad de las Cortes franquistas. Ese proceso tenía un objetivo: convertir una dictadura de casi 40 años en una democracia plena en el espacio más breve de tiempo.
Durante tres años, hasta la aprobación de una nueva Constitución a finales de 1978, el Rey tuvo un poder omnímodo. Con la ayuda del catedrático de Derecho Político Torcuato Fernández Miranda, que había sido su profesor de Derecho, tomaron las decisiones necesarias para, una vez proclamado Rey, se iniciara lo que posteriormente se llamó la Transición, con unos primeros años en los que hubo que desmantelar las estructuras del Estado franquista para proceder a continuación a una profunda transformación social y política con la ayuda de los dirigentes de los partidos políticos. Ilegales, excepto los franquistas.
Todo estaba preparado desde antes de que muriera Franco y el Rey asumiera sus funciones: el regreso de los miles de exiliados que desearan volver a España, restablecer los derechos civiles y militares de quienes habían perdido la guerra, legalizar partidos y sindicatos y, lo más importante, construir los cimientos para convocar unas elecciones generales con participación de todos los partidos, elegir unas nuevas Cortes e iniciar una legislatura que, por expresa voluntad del Rey, tenía que ser constituyente, con la redacción de una nueva Constitución que sustituyera a las leyes del franquismo.
La trastienda de la legalización del PCE
Mientras Torcuato Fernández Miranda preparaba las normas y leyes para construir el nuevo Estado democrático, el Rey había decidido mantener durante un tiempo al presidente Arias Navarro a la espera de elegir un nuevo jefe de Gobierno que asumiera el cambio. En mayo del 76 el Rey pidió a Arias la dimisión y ofreció a Fernández Miranda la jefatura del Gobierno. Su antiguo profesor le indicó que le sería más útil desde la presidencia de las nuevas Cortes que se crearían tras las primeras elecciones. Y así se hizo.
La tarea parecía imposible, pero don Juan Carlos nunca se echó atrás ante un imposible y además llevaba tiempo preparándose para ese reto. Con la ayuda de dos buenos amigos –aunque siempre se dice que los reyes no tienen amigos sino servidores–, Manuel Prado Colón de Carjaval y Nicolás Franco Pascual de Pobil, que demostraron con creces su lealtad poniéndose a disposición de don Juan Carlos. A Prado ya había encargado cuando era príncipe que contactara con el presidente rumano Ceaucescu, con gran ascendente sobre Carrillo; a Pascual de Pobil, que lo hiciera con el propio Carrillo. En ningún caso podían decir que iban de parte de don Juan Carlos.
Prado casi pierde la vida en el intento, precisamente porque no podía mencionar al príncipe. Ceaucescu le tomó por un espía y actuó en consecuencia: aparte de una recibir paliza, Prado permaneció durante tres días encerrado en un sótano hasta que se conoció su identidad. Carrillo sin embargo mantuvo en París un almuerzo muy revelador con Pascual del Pobil, que le aseguró que don Juan Carlos –aunque también ocultó que fuera su enviado– apostaría decididamente por la democracia cuando accediera a la jefatura del Estado. Pascual del Pobil le pidió que no movilizara a los comunistas para dar un tiempo al Rey a tomar varias y necesarias decisiones, entre ellas elegir a un nuevo presidente de Gobierno. Carrillo lo prometió y cumplió.
Una vez proclamado rey, don Juan Carlos tenía claro que el nuevo presidente debía ser Adolfo Suárez, procedente del franquismo pero con suficientes agallas para sumarse a la aventura de la Transición. No fue fácil la operación Suárez, pero con la intervención de Torcuato se logró que Suárez formara parte de la terna que el Consejo del Reino –franquista– presentó al Rey para que eligiera a un presidente del Gobierno.
Paralelamente el Rey había iniciado ya los contactos con los dirigentes de la oposición, entre ellos un activo Felipe González que tenía más problemas con los socialistas del exilio que con el propio Rey; mientras Carrillo, impaciente, circulaba por Madrid con una peluca para ir estructurando el PCE que sería legalizado para participar en las primeras elecciones. Suárez creó su propio partido, UCD, en que se agruparon socialdemócratas, liberales, centristas y democristianos. Los nacionalistas catalanes y vascos estaban aceptablemente organizados incluso en el franquismo, y cuando se legalizó el PCE, Carrillo ya había sido legalizado meses antes y se movía con plena libertad. Las primeras elecciones, el 15 de junio de 1977, fueron totalmente democráticas.
Los errores cometidos
En pocas líneas es imposible describir esta epopeya, porque fue una epopeya. Hubo atentados brutales de ETA, acciones violentas de grupos de extrema derecha, el secuestro por el Grapo de dos destacadas figuras del franquismo como eran Oriol y Villaescusa, y un programa exhaustivo de viajes de los reyes a otros países para explicar cómo era la nueva España; en esos primeros años se produjo una intentona golpista que abortó el Rey aunque tuvo que soportar las acusaciones de ser inductor o artífice del 23-F. Hubo enrarecimiento de las relaciones con Adolfo Suárez que finalmente provocaron su dimisión. Y hubo una clase política ejemplar,que apostó por el Rey y por España y que se puso de acuerdo en la redacción de una Constitución que sigue vigente, aunque necesita algunas reformas porque debe adaptarse al cambio de los tiempos. Pero que todavía sirve, lo que significa que fue redactada por dirigentes con sentido de Estado que pensaban en España y los españoles.
Cuando se cumplen 50 años de la proclamación del Rey, don Juan Carlos lleva cinco años de exilio no voluntario. Cometió errores, que él mismo ha reconocido en declaraciones de estos días que dan paso al libro de memorias que ha escrito Laurence Debray, al que ha hecho sus confesiones. Como dice el rey Juan Carlos, quería dar su versión frente a las muchas que se han escrito.
Entre los errores que ha confesado incluye haber aceptado la donación multimillonaria del rey de Arabia Saudí, la famosa y desgraciada cacería de Botswana y su relación con Corinna Larsen. Pero hay más errores, relaciones personales que no deberían haberse producido, o dineros de origen no suficientemente explicado.
Su relación con el rey Felipe ha sufrido baches, que se comprenden porque don Juan Carlos ha empañado en los últimos tiempos la imagen de la Corona, aunque finalmente ha tomado decisiones personales muy difíciles precisamente por su voluntad de no dañar a la Corona y a su hijo.
A pesar de esos errores, su trabajo en la Transición, con la colaboración de personalidades de muy diferente ideología y trayectoria profesional, explica que muchos españoles que conocieron lo que ha hecho el rey Juan Carlos junto a su eterna y leal compañera, la reina Sofía, le sigan defendiendo, le sigamos defendiendo. Porque es inconmensurable el trabajo que hizo por democratizar España en tan breve plazo de tiempo, su generosidad al renunciar a su poder omnímodo para promover una Constitución que adoptara la monarquía parlamentaria como forma de Estado, aunque recortaba drásticamente ese poder, que sólo pudo ejercer durante tres años.
Ha sido árbitro en circunstancias muy difíciles, fue el impulsor de la llamada reconciliación tras una España que aún vivía los sentimientos no apagados de la Guerra Civil, y rechazó de plano la confrontación.
Hoy, ha establecido puentes con su hijo, aunque queda camino por recorrer en ese sentido. A pesar de los momentos difíciles en su relación paterno filial e institucional, don Juan Carlos no oculta su orgullo por la formación y el trabajo que está realizando su hijo Felipe VI en momentos muy delicados, que le han obligado a extremar la cautela en cada gesto, en cada iniciativa. Se puede apostar que los dos, Juan Carlos y Felipe, defienden juntos un mismo proyecto para España.
Sueña don Juan Carlos con regresar definitivamente a España, le saben a poco sus escapadas a Sanxenxo para entrenarse con el Bribón y con el nuevo grupo de amigos que ha sustituido a importantes empresarios que le dejaron de lado cuando empezó a ser un Rey mal visto por un Gobierno que le detesta y fomenta el republicanismo de algunos de sus socios.
Soñaba con ser invitado a participar de alguna manera en algún acto conmemorativo de los 50 años que dieron inicio al proyecto democrático. Que tuvo importes protagonistas, capitaneados por Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga y los padres de la Constitución, junto a importantes figuras nacionalistas, empresariales y de la cultura. Este sueño no se cumplirá, no habrá conmemoración con el rey Juan Carlos. Pero le queda el orgullo de que los que vivieron aquella época, sobre todo los que la vivimos desde dentro, sabemos a quién debe tanto este país. A quién debemos tanto los españoles.
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