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Cuando Mario Vargas Llosa se burló en un relato de su relación con Isabel Preysler

El Nobel descargó amargura en ese relato donde un anciano que camina desvariado por un Madrid donde la cultura ha sido arrasada. Isabel Preysler rescató las cartas de amor de Vargas Llosa en su libro autobiográfico para descartar aquella visión de que el escritor vivía infeliz junto a ella

Mario Vargas Llosa en la vida de Isabel Preysler, una clave en su libro autobiográfico

Muere Mario Vargas Llosa a los 89 años

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, juntos de la mano en la gala de los Premios Goya. / EFE
Francisco Andrés Gallardo
- Jefe de sección de Vitally

20 de diciembre 2025 - 09:05

La visión escéptica y desencantada que Mario Vargas Llosa plasmó en su relato Los vientos, escrito en el pandémico 2020 y republicado en distintas ocasiones, lrefleja, tal vez, un momento personal de profundo desasosiego durante su relación con Isabel Preysler, con la que terminó rompiendo a finales de 2022, tras ocho años juntos. El Nobel hispano-peruano fallecía en su residencia familiar en Lima en abril pasado tras haberse reconciliado con su primera esposa, Patricia Llosa, y reunido de sus hijos en sus últimos meses.

Esta mirada amarga y punzante se filtra en numerosos pasajes del cuento largo, ambientado en un Madrid futuro reconocible pero deshumanizado, donde la tecnología ha arrasado con el acceso real a la cultura y un anciano centenario, con la memoria reducida a "una ciénaga", deambula perdido, "apestoso" y con los pantalones manchados por "la caca" que se le escapa debido a su incontenible aerofagia.

El protagonista, un hombre de cien años, recorre un Madrid impersonal de los Austrias, duerme en un modesto cuartucho donde se lava precariamente y es despertado cada mañana por Osorio, un profesor de Filosofía de currículum ficticio que representa su último vínculo con la realidad: charlan, toman café y pasean. El anciano, sucio y desorientado, cree reconocer su hogar en la plaza de Isabel II, cerca del Teatro Real, precisamente la zona donde residía el propio Vargas Llosa en Madrid.

Lo único que el personaje recuerda con claridad es a Carmencita, su ex esposa, evocación de Patricia Llosa, con quien compartió medio siglo de vida. En este Madrid distópico, la nostalgia por esa mujer perdida impregna el relato, mientras el protagonista reflexiona sobre cómo un "enamoramiento violento y pasajero", de "la pichula", lo abocó al declive y a la infelicidad perpetua: "una de esas locuras que revientan una vida (...) y ya nunca más fui feliz". En la ficción, Carmencita se casa con su mejor amigo y muere trágicamente, convirtiéndose en un fantasma que él evoca sin perdón. En la realidad, la relación con Patricia Llosa terminó de otro modo, pero el arrepentimiento late bajo la superficie.

El narrador en primera persona no se avergüenza de su decadencia: le da igual que lo tachen de "fósil, lúdita o irredento conservador", de "pterodáctilo" que se tira pedos constantemente y escruta los rostros ajenos por si han notado el olor. Es un retrato de sinceridad escatológica, de un protagonista vulnerable que denuncia un "mundo de esclavos contentos y sometidos" y lamenta la renuncia de la juventud a los valores esenciales.

En la visión de Vargas Llosa de aquel 2020, el futuro próximo ha vencido el sida y el cáncer, África ha despegado económicamente, pero accidentes nucleares masivos y una guerra entre China e India amenazan la humanidad. Gracias a la medicina avanzada, la longevidad supera los cien años con facilidad, y en ese contexto el anciano, exhausto y sucio, solo aspira a limpiarse decentemente. ¿Alegoría de realidades vividas o presentidas? Por momentos, parece una provocación al mundo aparente y perfecto de la casa de Isabel Preysler: el rechazo visceral a las "pantallitas", los "potingues" y una gastronomía elevada al rango de la filosofía.

Quizá también un sutil arrepentimiento por haber participado en programas como MasterChef junto a Tamara Falcó, espacio del que se proclamó ganadora. En el relato habla de la "Universidad de las islas Marquesas" (por la marquesa de Griñón), reducto del saber con la cocina como confín de la cultura. Preysler no perdonó que se burlara así de su hija. Los vientos es un relato acre y amargo, con un fuerte componente autobiográfico y premonitorio que nos deja la imagen de un Vargas Llosa lacónico, incisivo y profundamente desencantado.

Meses después de la muerte del Nobel en abril de 2025, Isabel Preysler publicó sus memorias, Mi verdadera historia (Espasa, octubre de 2025), un libro que ha generado polémica al incluir cartas apasionadas del escritor y su versión de los años compartidos (en contraste de lo que decía de forma metafórica en Los vientos), rompiendo con el silencio que siempre la caracterizó.

El volumen, convertido en uno de los más vendidos del año, ofrece su perspectiva sobre aquella relación con el Nobel y desmiente mitos acumulados durante décadas, aunque ha sido interpretado por algunos como un elegante ajuste de cuentas.

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