“Dar por hecho que alguien que ha sufrido es una virgen inmaculada es una manera de deshumanizarlo”
Cultura
El poeta natural de Torres de Albanchez Carlos Catena Cózar presenta este lunes, en la Biblioteca Provincial de Jaén, su primera novela, 'Tan tonta', Premio València de narrativa 2023
El también ganador del XXXIV Premio de Poesía Hiperión por 'Los días hábiles' cuenta las vicisitudes de una au pair en Dublín para reflexionar sobre los límites de la victimización y los cuidados
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Carlos Catena Cózar escribe con la misma lucidez con la que habla: bisturí certero sin arabescos, alejado por completo de la suntuosidad que tanto odiara Marsé. El poeta de Torres de Albanchez, ganador del XXXIV Premio de Poesía Hiperión por Los días hábiles, dio en 2023 el salto al mundo de la novela con la obra Tan tonta, con la que también se llevó un galardón, el Premio València de narrativa. La presenta este lunes en la Biblioteca Provincial de Jaén junto a la tosiriana María Elena Higueruelo, Premio Nacional de Poesía Joven por Los días eternos. Catena escribió su novela durante su estancia, entre 2020 y 2022, en la histórica Residencia de Estudiantes por la que en su momento pasaron Lorca, Dalí y Buñuel. En sus páginas, el autor cuenta la historia de una au pair en Dublín para dar una inquietante vuelta de tuerca al arquetipo de víctima desde un inteligente costumbrismo. De ello habla en entrevista a Jaén Hoy.
¿Cuál es la génesis de Tan tonta?
Escribir una primera novela era algo que me daba un poco de miedo. Sigo sin saber muy bien cómo se hace. Ya había empezado a escribir Tan tonta cuando entré en la Residencia, a raíz de una primera idea para un cuento que tuve en la pandemia, pero no llegaba a terminarla. De hecho, lo había ido posponiendo porque me daba miedo volver y no ser capaz de acabar. Por ello me vino muy bien esa etapa de dos años, estar en un sitio en el que me podía concentrar en escribir, con pocas excusas que ponerme para no hacerlo.
Teniendo en cuenta que usted, hasta ese momento, sólo había publicado poesía, ¿fue primero el huevo o la gallina? Es decir, ¿pensó primero en la historia y, a raíz de ello, ya decidió que tenía que contarla en forma de novela o, por el contrario, sabía que quería escribir una novela y, posteriormente, pensó la historia?
Por un lado, yo siempre he querido escribir una novela. Lo que empecé a escribir, siendo adolescente, eran cuentos, y por entonces pensaba que eso era el paso previo a una novela. Luego, aquello se me pasó porque me di cuenta de que lo de la novela era muy complicado y que no podía hacerse de un día para otro. Además, descubrí la vocación poética y estuve varios años centrado en la poesía, pero sin abandonar en el interés por la construcción narrativa y por la imaginación de la ficción, que son las dos cosas que más me gustan del género narrativo, lo que me mantiene anclado a él incluso en los momentos en los que, entre comillas, he tenido dedicación exclusiva por la poesía. Con esta ambición que he tenido siempre, en la pandemia, como he comentado, me vino esta idea para un cuento y me di cuenta de que ahí había una voz narrativa muy potente de la que me dio un poco de pena despedirme cuando terminé el cuento. Ahí fue cuando dije esta es la mía. Pensé: esta voz narrativa tiene más cosas que decir, así que vamos a ver qué nos cuenta.
¿Cómo fue el proceso de composición de la novela? ¿Usted es de aquellos que hacen esquemas en pizarras o de los que simplemente se dejan llevar?
Yo tenía muy claro cuál era el principio, y ese primer párrafo se mantuvo impertérrito desde el primer día que me senté a escribir. Y el final no lo escribí hasta que llegué, pero sí sabía también cuál iba a ser. Eso me daba un punto de partida y un punto de llegada, así que sólo tenía que ir descubriendo cuál era el camino, aunque sin desviarme mucho del final que ya había decidido. Por tanto, fue una escritura bastante intuitiva al principio. Luego, llegó un punto en el que me di cuenta de que, al estar entretejiendo diferentes relaciones con diferentes personajes, cada uno de los cuales tenía su propia progresión, era necesario organizarme un poco más y empezar a hacer esquemas. Sobre todo, en la novela hay una serie de objetos malditos que disparan la imaginación de la protagonista o que desencadenan acciones, y ese tipo de cosas que van remitiendo de una a otra es lo que más tuve que pensar y organizar.
En teoría, al menos eso dicen los que entienden, cuando uno escribe una historia, de alguna manera bebe de lo que ve, de la realidad que le rodea y, hasta cierto punto, también de sí mismo. ¿Cuánto de Carlos Catena Cózar hay en esta novela?
Hay mucho. Por ejemplo, el hecho de ser una persona que ha vivido años en el extranjero, que tuvo sus primeros trabajos en otro país, y también la sensación de estar en un lugar en el que no pinta nada, sin hablar el idioma y sin manera de comunicarse. Yo creo que mi interés por revisitar esos temas vino porque los eché un poco de menos en el confinamiento. Al estar encerrado empecé a visitar esa parte de mi vida y a recordar personas entrañables que conocí a lo largo de esos años y en los que se basan los personajes con los que trata la protagonista de la novela, que sí que diría que tiene poco que ver conmigo (ríe), aunque viva situaciones parecidas a las que yo viví. Por otro lado, está el tema del del niño o el niño raro o incomprendido que, desde su cuarto, está obsesionado con cantantes del pop y buscando su refugio, que de pronto es la música, de pronto la niñera, luego desaparece… Creo que, de una manera u otra, son cosas que también me han atravesado a mí.
Otro aspecto importante que aborda, como hizo, por ejemplo, en Los días hábiles, es la fractura generacional a la que se refiere Azahara Palomeque en Vivir peor que nuestros padres, y que se refleja en la relación entre la protagonista y su tía, sobre la concepción del hecho de tener que irse al extranjero para, en teoría, poner en práctica todo lo que ha aprendido en la universidad, aunque ello implique salir de la zona de confort, ser víctima de la suerte de desubicación que me comentaba. ¿En qué cambió su manera de abordarlo con respecto a sus obras anteriores?
Por un lado creo que no es uno de los temas que me preocupaba inicialmente al escribir la novela. Es decir, están muy presentes las condiciones materiales de los personajes, pero más por cosmovisión que porque formen parte del instrumento narrativo. Me explico. Es también importante saber siempre cuánto cobra un personaje y de qué vive, pero a mí me interesa cómo trasladar eso a la ficción y jugar con las limitaciones que se imponen. La niñera no sería la niñera que es si no estuviera desamparada por completo, cobrando una miseria, sin saber nada del idioma, sin tener posibilidad de encontrar su trabajo, etcétera. Lo que intentaba reflejar entre la niñera y su tía era, sobre todo, la forma de relacionarse con los demás de manera aspiracional. La tía no es que no entienda que su sobrina haya emigrado, sino su afán por hacer algo que no encaja con ella, para lo que no tiene habilidades y capacidades. La niñera, sin embargo, quiere ser otra persona. Según el capítulo del libro, quiere ser como la limpiadora de la casa o como la primera persona que pasa por la calle. Siempre aspira a convertirse en algo mejor. Está sumida en esta rueda turbocapitalista en la que da igual lo que tú seas, esté vinculado a un trabajo o esté vinculado a una identidad de cualquier tipo. Lo que eres nunca va a ser suficiente para el capitalismo, que necesita tu ansia de querer algo más que tienen los demás para que la rueda siga girando.
Eso, de hecho, es lo que lleva a la protagonista, en efecto, a estar dudando en todo momento de sí misma, a autofustigarse, a no parar de repetirse la frase que da título a la novela. Entiendo que era otro de los aspectos importantes que quería explorar: cómo el hecho de que alguien aspire en todo momento a ser una cosa que no es acaba perjudicándose a sí mismo y a su entorno.
Justo. A priori, se podría decir que este afán de superación es algo loable y valioso, pero, para conseguirlo, la protagonista no para de hacer daño a la gente de su alrededor, incluso a gente vulnerable como el niño al que cuida. Me interesaba mucho de qué manera el esfuerzo de superación individual se va trasladando y trasponiendo en los personajes alrededor, cómo va teniendo efecto en ellos, no simplemente contar la lucha de la protagonista por fraguarse una vida en el extranjero, sino el daño que en ese camino hace a esa gente en ese proceso de encontrar su lugar. Al final, la novela no va sobre qué le ha pasado a esta protagonista, pero sí de la forma que ella tiene de exponer el mundo como alguien que ha sufrido algo y no puede dejar atrás ese dolor. Me interesaba mucho la capacidad y la posibilidad de que las personas que etiquetaríamos como víctimas sean capaces de hacer daño también. Me parece una forma de deshumanización el dar por hecho que alguien que ha sufrido se convierte de pronto en una virgen inmaculada que nunca jamás tendrá una mala intención ni nunca jamás dirá una mala palabra. Esa era mi cruzada personal: cómo humanizar al personaje de la protagonista retratándola como una mala persona.
En ese proceso de autodefinición cobra especial relevancia el hecho de que la protagonista desconozca el idioma del país en el que vive. ¿Era necesario que fuera au pair para hablar de todo cuanto se habla en la novela?
Hay una relación en el hecho de que ella desconozca el idioma extranjero y le falten palabras para nombrar las cosas que hay a su alrededor, pero en realidad le faltan las palabras, en general, para todo. Ella es una persona que no sabe narrarse a sí misma, no sabe explicarse, y eso hace que no que los demás no la comprendan. Me interesaba mucho ese paralelismo, sobre todo porque me permitía que ella estuviese obsesionada con otra cosa, aprender el idioma, y no se diera cuenta de cuál era el verdadero problema, que era la tensión que se va dilatando a lo largo del libro acerca de qué es lo que está pasando en la casa, qué es lo que le está pasando al niño y quién tiene la culpa. Ella no es capaz de pronunciar esas tres preguntas, que preveían respuestas muy sencillas, porque no tiene esas palabras. Es lo que quería explorar en ese sentido: cómo crear una novela que se sustentara en la voz de su protagonista aunque esta no tuviera capacidades de contarse a sí misma. Hay grandes novelas contadas en primera persona en las que el protagonista es un excelente narrador, y aquí me interesaba lo contrario: cómo vive alguien que no tiene herramientas para contarse. Y el resultado es un narrador que no es nada fiable.
Y he ahí gran parte de la fuerza de esta novela: en Tan tonta no vemos personajes idealizados, sino personajes cotidianos en los que cualquier persona se puede ver representado.
Sí, además, es algo que da pie a muchas situaciones cómicas porque, aunque uno, como lector, se dé cuenta de que no hay nada de ideal en lo que la narradora te está contando, ella sí que idealiza lo que cuenta. A mí, el humor no deja de interesarme, y es algo que busqué deliberadamente en la novela para conseguir que el lector tuviera más información que el narrador, lo cual es bastante difícil teniendo en cuenta que al lector solo le llega lo que cuenta el narrador. Era un reto bastante divertido.
Yo me he reído mucho con algunos golpes, por ejemplo, cuando describe la manera en la que la niñera pronuncia el pronombre what, comparándolo con el graznido de un pato, guat. No sé si su intención era, más que escribir un drama, dar forma a una comedia o una comedia dramática. ¿O quizás es mejor no hacer esa catalogación?
Seguramente sea mejor no catalogar (ríe). Mi relación con el humor es, yo creo, la de cualquier persona de la comunidad LGTBI, que es usarlo como mecanismo de supervivencia. En este aspecto a lo mejor sí que hay algo más personal en la obra, más que la trama en sí. En cualquier caso, sí que creo que el humor activa muchos mecanismos de empatía y hace, por ejemplo, que bajen las defensas de una persona hacia otra. La protagonista de la novela es una persona que lo narra todo con mucha seriedad, así que, hablando de humanizar a un personaje que sería muy fácil encasillar en su etiqueta y en su cajón y esperar algo de él, el romper esa seriedad con golpes de humor hacía la lectura más interesante. Yo lo hice pensando, sobre todo, en mí y en el lector (ríe), no tanto en la protagonista. El humor también me interesa mucho como cuestión política. Sobre todo cuando la niñera está descendiendo en una espiral de sospecha y desconfianza hacia el otro en el que se proyecta una serie de prejuicios, ella tiene un afán de ser la heroína y de salvar a todo el mundo. Todas esas situaciones en las que trata de imponerse al otro, que también son muy políticas, las vive con mucha seriedad, pero, vistas desde fuera, son ridículas. En ese sentido, el humor también me servía para poner distancia. Creo que, ahí, yo, como escritor, tenía que decantar balanza y manipular, entre comillas, al lector para que me cogiera la mano y, sin desvelar demasiado del argumento, se diera cuenta de que no era para tanto la cosa.
Una vez terminada la novela, ¿tenía claro que quería presentarla a concursos? Hay quien dice que, teniendo en cuenta el actual panorama del mercado literario, ganar un premio es el camino más rápido a la edición…
Cuando acabas una obra toca mandarla a todas partes y esperar a que alguien te lea. Obviamente, lo que tú quieres como escritor es que la novela acabe siendo un libro que tú leerías, así que lo normal es fijarse en editoriales a las que, como lector, acudirías. Vi que estaba abierta la convocatoria del Premio València y, sobre todo, que la obra ganadora la publicaría La Caja Books, que es una editorial que me interesaba. Por eso me presenté. Como escritor, mi mayor interés es que los libros lleguen a las librerías, no tanto el reconocimiento de un premio.
Ya alcanzado ese objetivo de culminar y publicar una novela, ¿en qué género, entre la poesía y la narrativa, se ve más cómodo?
No puedo decir que esté más cómodo en uno por encima del otro. Creo que tener un pie en cada lado me hace ver con más claridad las partes buenas y las partes malas de cada género. Sería un inconsciente si, por un lado, negara la supeditación de la novela al actual momento del mercado editorial, que, más que vender libros, lo que hace es crear productos para consumidores, y, por otro lado, sería un inconsciente si negara que la institucionalización de la poesía tiene una serie de problemas como la negación de ciertos discursos. En fin, creo que ambos géneros tienen su parte buena y su parte mala, así que navegando en ambos me voy quedando con las cosas positivas de cada uno.
¿Se puede vivir de la literatura?
Sí se puede vivir de la literatura. De lo que no se puede vivir es de los libros que vendes, a no ser que seas un superventas. Verdaderamente, la literatura, como todo sector económico, tiene sus actividades paralelas y, si te lo montas bien y sabes moverte, puedes ganarte la vida con eso. Yo vivo de la traducción porque también me gusta. Además, eso me da la libertad de escribir lo que quiero, como quiero y donde quiero.
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