El cine en Jaén como nunca lo habías visto
Jaén Retro
Jaén, una historia de cine: de la Barraca Ambulante al Patio de Butacas
La historia del cine en Jaén es un relato fascinante de evolución, desde su llegada como una curiosidad científica en una barraca de feria hasta su consolidación como el espectáculo de masas por excelencia del siglo XX, que dejó una profunda huella en la arquitectura y la vida social de la ciudad.
La llegada del cinematógrafo a Jaén
El cinematógrafo, invento revolucionario de los hermanos Lumière, llegó a España en mayo de 1896 y pronto se extendió por todo el territorio nacional. En Jaén, como en otras ciudades andaluzas, este nuevo espectáculo de imágenes en movimiento causó sensación. Aunque inicialmente se presentó como una atracción itinerante en ferias y plazas públicas, poco a poco se consolidó como una forma de entretenimiento estable.
La primera proyección cinematográfica en Jaén de la que se tiene constancia ocurrió el 5 de mayo de 1898, según reseña el periódico El Pueblo Católico. El empresario Antonio de la Rosa, un pionero del cine ambulante, instaló su barracón en la Plaza de San Francisco, aprovechando el clima patriótico de la guerra entre España y Estados Unidos. Con el pretexto de recaudar fondos para la causa —que finalmente fueron 825,25 pts—, proyectó films que incluían escenas de actualidad, documentales y cortometrajes de ficción.
Su "Cinematógrafo La Rosa" era una atracción tecnológica avanzada para la época, equipada con un proyector de arco voltaico de 1.500 bujías y un orquestrófono que simulaba una orquesta con más de 1.400 instrumentos. Proyectaba filmes de Pathé y Gaumont, como La coronación de Alfonso XIII o Robinson Crusoe de Georges Méliès. El éxito fue rotundo, lo que le llevó a regresar en la Feria de San Lucas del siguiente año, según recogió la revista literaria ilustrada La Semana, pero esta vez en la Plaza de Santa María, donde combinó las proyecciones con espectáculos de variedades, como el de la misteriosa Madame Baylack, una adivinadora que fascinó al público.
Pronto, el cine dejó de ser una mera atracción de feria y comenzó a proyectarse en cafés, como el Café Lion D'Or (hoy Peña Flamenca de Jaén), donde, por un mínimo de 25 céntimos de consumición, se podían ver cortometrajes. En localidades como Cazorla, pioneros como Fidel Laínez Alcalá y Ángel Benavides presentaron en 1902 el "Animatógrafo", mostrando incluso películas coloreadas a mano.
La arquitectura del espectáculo: de teatros a palacios de cine
La creciente demanda obligó a buscar espacios más estables y dignos. La primera fase fue la adaptación de teatros existentes. El Teatro Cervantes (1907) y el salón El Norte (1910, anexo a una cervecería) comenzaron a alternar obras teatrales con sesiones cinematográficas, integrando el nuevo medio en la agenda cultural formal de la ciudad.
El verdadero salto cualitativo llegó con la construcción de salas específicamente diseñadas para el cine. El Cine Darymelia, surgido de la reforma del antiguo Teatro Principal, se erige como el primer ejemplo. Su transformación a principios del siglo XX incluyó una fachada con un marcado estilo regionalista, incorporando cerámica decorativa y elementos que rompían con la austeridad tradicional de la arquitectura jiennense.
El cine sonoro en Jaén
La llegada del cine sonoro a principios de los años 30 (siendo el Teatro Cervantes el primero en adaptarse) supuso una revolución técnica que obligó a modernizar las salas. Este impulso encontró su máximo exponente en la figura del arquitecto Luis Berges Martínez. En 1934, su reforma del Iris Park (que posteriormente se llamaría Cine España en 1960 y Cine San Carlos en 1968, para terminar siendo la antigua discoteca San Carlos) aplicó los principios del Movimiento Moderno europeo. Berges rediseñó por completo la distribución interior y el anfiteatro con una estética funcional y vanguardista.
Esta fiebre cinematográfica no se limitó a la capital. Linares contó con salones emblemáticos como el Salón Regio y el Teatro Olimpia, que incluso organizaban festivales escolares. Andújar fue pionera en la provincia con la llegada del sonoro, proyectando en 1932 en el Salón Iliturgitano la película Amor audaz con el sistema Orphe-Sincrone.
El cine amateur y el Pathé-Baby
En los años veinte, el cine dejó de ser solo un espectáculo para convertirse también en una afición. La introducción del formato Pathé-Baby (9,5 mm) permitió que los aficionados jiennenses pudieran filmar y proyectar sus propias películas. En Jaén, la tienda de Antonio Torres, en la calle León y Llerena, 17 (calle Cerón), y la de Juan Anguita, en la plaza de San Francisco, 27, vendían estos proyectores por 175 pesetas y películas por 6 pesetas. En Linares, la ferretería La Pintura ofrecía el mismo servicio, incluyendo el alquiler de películas y material virgen para grabación.
El encanto de los cines de verano y la expansión provincial
Mientras las salas cubiertas se multiplicaban, los sofocantes veranos jiennenses dieron pie a una solución popular y encantadora: los cines de verano. Estos espacios al aire libre, instalados en solares, plazas o jardines, eran la alternativa perfecta al calor asfixiante de las salas cerradas. En muchas ocasiones, se colgaba una lona blanca, se instalaba un proyector y el público llevaba su propia silla desde casa, en una experiencia social y casi poética que unía a la comunidad bajo el cielo estrellado.
A lo largo del siglo XX, la oferta de cines de verano en Jaén creció de manera notable, con locales emblemáticos como el Trianón, Jalisco, Rosales, Cinema Jaén, Jardín Cinema, San Lorenzo, Victoria, Museo, Plaza, Estadio, Belén, Avenida y Auditorium. Estas salas al aire libre eran lugares de encuentro y ocio durante los meses estivales que dejaron recuerdos entrañables en los jiennenses. El cine de verano Iris Park, que funcionaba en 1934 donde hoy está el edificio de Correos, está considerado uno de los menos conocidos.
Por su parte, el Cine Estadio, inaugurado como Cine Club en julio de 1952 junto al viejo Estadio de la Victoria, se convirtió en un referente para los barrios cercanos. Marcó una época al funcionar hasta 1977 y era muy conocido por ser el destino final de las películas que circulaban por los cines de verano gestionados por la misma empresa en la ciudad.
Legado y declive: la huella de una época dorada
En resumen, los cines forman parte de la memoria colectiva de Jaén, ya que fueron una alternativa cultural y de ocio fundamental durante el siglo XX.
El declive, como en el resto del mundo, llegó con la popularización de la televisión, el vídeo doméstico (con el sistema Betamax y posteriormente VHS), el auge de los videoclubs y el fenómeno conocido como "Vídeo Comunitario", evidenciado por los metros de cable que recorrían las fachadas de nuestros barrios; aunque el golpe final lo asestaron las descargas ilegales propiciadas por una nueva tecnología llamada Internet. Una a una, las majestuosas salas que habían definido el ocio de generaciones enteras fueron cerrando sus puertas, para ser demolidas o abandonadas a un olvido indigno.
En la actualidad, el patrimonio cinematográfico tangible de Jaén se presenta escaso y vulnerable. De todos aquellos templos del celuloide, únicamente se mantienen en pie, aunque transformados y en desuso, el Darymelia (ahora reconvertido en teatro) y el antiguo Cine Alkázar. Este último, gracias a la productora LoKlaro Entertainment, tiene previsto renacer y reabrir sus puertas en breve.
Son edificios que fueron mudos testigos de la epopeya cultural que vivió la ciudad, cuando el simple hechizo de la luz proyectada sobre una pantalla era capaz de fascinar a toda una población.
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Artículo elaborado con información de: El Pueblo Católico (1898), La Semana (1899), Revista Paisaje, e investigaciones de Ignacio Ortega Campos sobre el cine en Jaén.
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