La Magna de Jaén: un delirio con mucho que pulir para conocer la devoción de los pueblos
El Rosario Magno Diocesano deja estampas irrepetibles en una jornada marcada por el incumplimiento de los horarios y las calles del centro completamente colapsadas
Un Jaén repleto de fieles acompañan los traslados de las veinte imágenes de la Magna, en imágenes (I)
La mañana del 1 de noviembre de 1950 amaneció dispuesta a escribir un capítulo con letras de oro para la ciudad de Jaén. A la declaración del dogma de la Asunción de la Virgen María por parte de Pío XII se sumaban otros acontecimientos de índole internacional: la Guerra de Corea marcaba el cariz de los conflictos bélicos y un intento frustrado de asesinato intentaba acabar con la vida del presidente de los Estados Unidos. En la capital del Santo Reino, la atmósfera era muy diferente entonces.
Diría Jorge Manrique aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” si hoy mirase con los mismos ojos nuestras maneras. Volviendo a aquella festividad de Todos los Santos, Jaén asistía a su primera Magna mariana con la participación de toda la Diócesis. Patronas e imágenes de toda la provincia se dieron cita en las calles de la ciudad dejando estampas únicas que todavía nos parecerían anacrónicas. Eran otros tiempos, claro está, pero a juzgar por las diferencias con la Magna de 2025, el pueblo gozaba de un mayor sentimiento de satisfacción.
Sin restar seriedad
El amanecer del 4 de octubre de 2025, casi 75 años después de aquella efeméride, la estampa arrancaba con una particular madrugada entre los cantones de La Merced. Nuestro Padre Jesús salía al encuentro de su pueblo en un protagonismo que inevitablemente se acabaría demostrando en cada calle y hasta el momento de su entrada de regreso al Camarín. De forma progresiva se iban produciendo las salidas de las distintas imágenes participantes de sus respectivas sedes o templos de acogida para iniciar una serie de traslados matutinos entre descafeinados y legañas todavía adheridas al párpado.
Ya el propio planteamiento de la Magna sorprendía a los visitantes de fuera: el hecho de iniciar estos traslados para confluir en una de las calles más desafortunadas de la capital sigue siendo uno de los renglones torcidos de este evento. A ello se sumaba la propia decoración, entre navideña y sacada del Corpus, además de la inestimable promoción fortuita a El Corte Inglés. Incluso, a pesar de todo este plantel, Jaén tenía ganas de cofradías y la calle se hacía difícil de transitar con la llegada y exposición de todos y cada uno de los pasos.
El modelo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que celebra la Iglesia Católica sigue estando a años luz de conseguir la solemnidad de los principales actos religiosos desarrollados en la comunidad andaluza. Aun en estas circunstancias, el obispo de la diócesis jiennense y la organización del Rosario Magno preferían replicar las formas de un programa que no se entiende fuera de las grandes capitales europeas. Exponer al Santísimo bajo una carpa o celebrar la eucaristía en un asfalto dominado por el ruido incesante de sus alrededores fueron, sin duda, dos de los aspectos más denostados por el público este sábado.
Lo más destacable de esta Magna
Conviene no ser extremadamente agorero en un hito que pretendía reunir a cerca de 40.000 jiennenses y que, en algunos puntos más que en otros, podría decirse que lo ha logrado. Desde las 16 horas el itinerario oficial se convertía en un auténtico escaparate de masas dispuestas a conocer la veintena de imágenes participantes en esta procesión Magna. La dificultad de entender la representación de cada uno entre los misterios del Santo Rosario, no obstante, servía también de ejercicio catequético en una sociedad donde la oración a menudo pasa a un tercer plano.
Si algo ha querido manifestar este acontecimiento ha sido la fuerza devocional y el peso que ejercen en sus comarcas algunas imágenes, una emoción que algunas consiguieron trasladar durante toda su puesta en escena. Sorprendían en este sentido la Virgen de la Fuensanta Coronada, patrona de las cuatro villas, o los Santos Mártires de Arjona. También las patronas de Alcalá la Real o Baeza demostraban la belleza absoluta de sus tallas al caer la noche. Entre los cofrades, la atención saltaba entre los misterios dolorosos para dejarse llevar por el Resucitado de Linares, cuyo paso arrancaba sonoros aplausos con el más leve movimiento de su cuadrilla.
Dentro de las limitaciones de cada municipio era un comentario compartido el hecho de ver una Magna tan variopinta en cuanto a contenido. La Virgen de Tíscar o la Virgen del Collado son orbes devocionales en sus localidades y, sin embargo, completas desconocidas para el público capitalino. Si para algo ha servido este Rosario Magno ha sido precisamente para dar a conocer el fervor más sencillo de los pueblos. Y, en lo particular, la medalla de oro recaía en el portentoso lienzo del Santísimo Cristo del Consuelo.
Un ejercicio de voluntad
La Santa Cena de Linares despertaba el asombro de la mayoría de testigos, con más de un giro inesperado sobre sí misma que demuestra la idiosincrasia de un misterio que no convence a unos y maravilla a otros. Algo parecido ocurría con la Virgen de la Capilla, portada de manera extraordinaria a costal. A pesar de ejercer su patronazgo sobre esta noble ciudad, su devoción callada entre las gentes dejaba cierto margen a la imaginación de quienes esperaban encontrar algo parecido a otros iconos marianos.
El error de convertir lo extraordinario en común era algo también apreciable en las calles por donde transitaban los cortejos. Tan solo la hermandad del Resucitado de Jaén ponía su voluntad al servicio de la calle Hurtado para formar parte del atrezzo. Quedan, por tanto, como tareas pendientes la voluntad de creer en nuestra propia identidad, engalanar nuestras casas y balcones como merece y vivir como algo extraordinario lo que se acontece de una forma sencillamente no ordinaria.
Precisamente en ese ejercicio de voluntad es también encomiable la labor de algunos pueblos como Jódar, que exponían a su santo patrón en una estética inmejorable. Quizá ese pequeño esfuerzo en otras localidades que formaban parte de este Rosario hubiese aportado frescura a la vez que interés. No se trata de falsear las formas, en este caso, sino de buscar la mejor manera de exportar y realzar las maneras propias.
Una catedral completamente blindada
Dicen que no es cuestión de compararse, ni siquiera de inspirarse. Si algo tiene claro Jaén es que su Santa Iglesia Catedral constituye un icono irrepetible y cuasi perfecto. Pero estos términos poco tienen que ver para demostrar una vez más que el templo mayor de la Diócesis sigue blindado para cualquier tipo de acto que suponga abrir sus puertas al público. Por más luces que proyecten sobre su fachada y más sillas que repartan sobre la Plaza de Santa María, las imágenes aéreas del entorno dejaban una lamentable sensación de discordia a los jiennenses. “¿Acaso está en obras?”, cuestionaba alguien. Y la respuesta era bastante sencilla: la Catedral no formaba parte de este evento magno, tan solo como dosel pétreo.
No es cuestión de buscarle los pies al gato ni de reseñar todo cuanto se haya podido hacer mal, pero la organización del Rosario Magno ha fallado en tiempo y forma. Los horarios una vez transcurrida la calle Bernabé Soriano eran sometidos a un juicio popular en el que solo el más avezado lograba escalar las rutas alternativas para ver la entrada de cada paso. Imposible en muchos casos: el Sagrado Corazón de Jesús llegaba a La Merced una hora antes de lo previsto, mientras que el Abuelo lo hacía algo más de 50 minutos tarde.
En definitiva, este 4 de octubre pone punto y final a una Magna con luces y sombras. En ese claroscuro está la oportunidad de dejar brillar lo que reluce y ocultar lo más oscuro. Esto queda en manos de cada uno, siempre que nadie deje mancillar el nombre de esta ciudad y el sentir de sus cofradías. Si en algo cumplía esta cita era en dejar clara una cosa: las imágenes religiosas siguen siendo un polo de atracción en la piedad popular capaz de conmover al más incrédulo de los hombres.
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