La humanización del arte de los hermanos Carrillo
TRIBUNA
Establecer un orden de prelación de fuentes en las artes es una idea peregrina, pues todas hacen que nuestra vida sea mejor y olvidemos este momento tan crepuscular que reina en el mundo en el que vivimos.
Sin embargo, me van a permitir que ensalce el oficio de la pintura, la mano del maestro que mece las pasiones y las miradas de los hombres.
El pintor es un mago, una especie de ilusionista, experto en el arte del engaño, capaz de captar el silencio, el aire, la música, la poesía de lo que está representando en un lienzo. Pues, no solamente, se dedica a copiar sino, también, a trasmitir y a dibujar la sentimentalidad de lo que representa. El maestro pintor humaniza el arte, aunque a veces caiga en el abismo de las vanguardias que intenta acabar con lo personal, con lo humano.
Era ya necesaria una exposición como ésta, en la que los hermanos Carrillo (Paco y Alberto o Alberto y Paco) rompen con ese triunvirato que su padre, Carrillo el viejo, domina y gobierna.
Francisco Carrillo Cruz cede el testigo a sus dos hijos, culminando el proceso de democratización de la pintura familiar para regocijo de este país al que muchos no son capaces de llamar España.
A partir de este momento, la pintura española realista es mucho más rica.
Conocí a los hermanos Carrillo hace más de treinta años debajo de paso del señor de Santa Clara, y a partir de aquí comenzó una amistad que siempre será ad aeternam.
Para mí fue sorprendente ver cómo en esos años de alegre juventud su camino, sus anhelos iban por otros derroteros diferentes a los que, por edad, nos toca. Su humanismo cultural rociado con lo mejor del cristianismo tocó el alma de todos aquellos que los conocimos. Es lo que llamamos el milagro de la cultura, pues este episodio nos unió a un grupo de devotos del Cristo del Bambú, convirtiéndonos en hermanos para siempre.
No soy crítico de arte, pues en esta ciudad hay muchos y muy buenos, capaces de celebrar cualquier tipo de obra. Sin embargo, con el permiso de estos doctores en la materia y con su permiso, también, queridos lectores y visitantes de esta magnífica exposición, voy a intentar desarrollar mis sentimientos, las impresiones que me causan estas hermosas obras que están viendo.
La pintura de los hermanos Carrillo, después de un proceso largo de aprendizaje, podemos calificarla de auténtica obra de arte, ganándose nuestros autores el derecho a ser llamados artistas, pues muchos pueden ser llamados buenos artesanos pero pocos pueden ser considerados artistas.
El resultado que nos muestra su pintura apuesta por lo figurativo, por la visión de lo concreto, por una conexión intima con la realidad…
Aunque, y aquí viene el sello personal de los hermanos Carrillo, este realismo a priori se torna en un personalísimo estilo abstracto. Por lo que cada trazo, en su pintura, cada centímetro cuadrado de color pueden ser perfectamente un cuadro abstracto.
Por consiguiente, se convierten en guías, en conductores de esa abstracción que desemboca en la herencia pictórica que han recibido de su mentor, del demiurgo Francisco Carrillo Cruz, raíz imperecedera de la obra pictórica de los hermanos Carrillo.
La pintura de Paco y Alberto goza de vida, de movimiento. Su pincel busca la poética que tenemos en nuestros sentimientos y emociones. Es una obra de ideas, de representaciones de una realidad mágica en la que cabe la interpretación de aquellos que la miran. Es pues una pintura que atrae, que inquieta, con unos códigos visibles si se observa con detenimiento.
Es una pintura que nos gobierna. Una pintura que aceptamos de forma sumisa y voluntaria.
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