Vocación heredada: un bombero se despide tras 35 años de servicio junto a su hijo en el cuerpo
Local
Tras una trayectoria marcada por compromiso y emoción, Juan Ramón culmina su camino profesional arropado por su segunda familia
El proyecto para recuperar el Cine Alkázar sigue su curso: "Hemos tenido que echarlo todo abajo y empezar desde cero"
Con una mezcla de emoción, orgullo y lágrimas contenidas, Juan Ramón Rodríguez, bombero del Parque de Jaén, se jubilaba tras 35 años de servicio dedicados a una profesión que él no considera un simple trabajo, sino una forma de vida. Su despedida no fue una más: en su recta final ha tenido el privilegio de compartir intervenciones y guardias con su propio hijo, Carlos Rodríguez, también bombero, con quien ha experimentado aventuras únicas e irrepetibles durante el último año y medio.
Aunque normalmente no está permitido que familiares compartan servicio, a padre e hijo no les quedó otra que trabajar juntos en momentos clave: incendios, accidentes, incluso rescates críticos. Una conexión profesional que reforzó aún más un vínculo ya fuerte por naturaleza.
La despedida, organizada por sus compañeros y por su hijo, fue uno de esos días que dejan huella. Uno de los momentos más emotivos fue el discurso de Carlos, que habló no solo como compañero, sino como hijo. A lo largo de sus palabras, hizo un recorrido por la trayectoria de su padre, resaltando su compromiso constante, su pasión intacta desde el primer día y el respeto que ha cultivado en el cuerpo durante más de dos décadas. Recordó también cómo lo ha visto entregarse a esta profesión sin reservas, y cómo, gracias a su ejemplo, decidió seguir sus pasos. Fue un reconocimiento sincero no solo al profesional, sino al referente familiar que ha sido.
Carlos también quiso subrayar que su padre no solo deja un historial de servicios cumplidos, sino una herencia de valores dentro del cuerpo: compañerismo, vocación, trabajo en equipo y alegría. Y, lo más importante, que ha demostrado que se puede llegar al final de una carrera con la misma ilusión con la que se empieza.
Para Juan Ramón, ver a su hijo enfundarse el mismo uniforme ha sido uno de los mayores orgullos de su vida. Desde pequeño, Carlos mostraba una mezcla de valentía, iniciativa y entrega que ya apuntaba maneras. Con tan solo doce años lo llevaba a hacer barrancos en Cazorla y a explorar cuevas junto a sus compañeros y el pequeño se atrevía a lanzarse por aquellos lugares que incluso dejaban sin aliento a los más profesionales. “Veía en él algo especial”, recuerda. Esa intuición se confirmó cuando decidió entrar en el cuerpo, y más aún cuando compartieron servicio. “Es resolutivo, valiente y tiene algo que no se aprende”, dice con emoción. Saber que su hijo ha heredado no solo la profesión, sino también la pasión por servir, le da a él, recién jubilado, una sensación de continuidad y propósito que trasciende lo profesional.
Así, también destacó la entrega de varios regalos profundamente simbólicos. Un casco firmado por todo el equipo, que resume una vida de trabajo en común, y un cuadro que retrata a padre e hijo juntos, encargado a su propio sobrino, pintor, que capturó con precisión esa conexión generacional. Juan Ramón no pudo contener las lágrimas al verlo: “Está calcado”. También recibió ropa deportiva —unas zapatillas, sudadera, pantalón corto y cortavientos— pensada para su nueva etapa, en la que seguirá corriendo como ha hecho desde los 13 años.
La jornada incluyó una convivencia con familiares y compañeros, una última salida simbólica por el patio del parque entre aplausos, abrazos uno a uno, y un gesto íntimo: Juan Ramón dedicó el primer saludo a su padre, fallecido este mismo año, en un momento de enorme carga emocional. “Dejar esto es como despedirme de una familia”, reconocía.
El cuerpo de bomberos de Jaén también le dedicó un homenaje público a través de sus redes sociales, dejando claro que su marcha deja un hueco difícil de llenar. “El Parque te va a echar de menos. Y nosotros también”.
Ahora Juan Ramón se enfrenta a una nueva etapa con la energía que siempre lo ha caracterizado. Consciente de que su ciclo profesional ha terminado, pero su vínculo con el Parque y con sus compañeros, no. “Gracias a Dios lo viví, lo disfruté y con eso me quedo”, dice al recordar una carrera que no solo le ha dado identidad, sino también un legado que continúa en la siguiente generación.
También te puede interesar