La música vuelve a sonar en la Sala Iroquai para rendir homenaje a Antonio Jaén "El Sillas"
El evento llenó todo su aforo en una noche llena de recuerdos
A todo volumen: 10 bares alternativos y de rock en la provincia de Jaén
Jaén/Dice Mario Rojzman que “La pérdida se lleva lo que no fue, pero nosotros permanecemos con lo que disfrutamos”. Y eso es, precisamente, lo que destiló este jueves el sentido homenaje que la comunidad musical jienense rindió a Antonio Jaén “El Sillas”, impulsor de la primera sala de conciertos de la ciudad y tristemente fallecido en Tarifa el pasado 16 de noviembre.
Como era de esperar, la noche contó un cartel de lujo en lo musical en lo que antiguamente fue la Sala Iroquai, en el que participaron músicos de primera fila de Jaén, entre los que estuvieron Sergio Albacete, Carlos Gómez, Gabri Caballero, José Antonio Pozo, Sebas Bautista, Juanma Quesada, Pepín Barros, José Antonio Rodríguez o Sebas Guzmán, a los que se unieron muchos colaboradores para repasar un variado repertorio de canciones que han formado parte de la vida de varias generaciones y que culminó con un coreado ‘Hey Jude’ de The Beatles.
Pero, además, la poesía y el arte plástico también tuvieron su lugar, como demostró José Ríos al decorar la cristalera de entrada al local con el antiguo logotipo de la Sala Iroquai, junto al que muchos amigos dejaron dedicatorias en su memoria. En algunas de ellas se podían leer frases como “El mar no se llevará tu alma” o “Te has ido en un viaje infinito con las olas, espéranos bailando amigo”.
Antonio Jaén y la música en directo
Antonio se inició en el mundo del ocio nocturno primero con El Combustible, un conocido bar alternativo en la zona de Renfe, que fundó junto a varios socios para después dar el salto hasta la calle Adarves Bajos 42 con la Sala Iroquai, abriendo por primera vez las puertas de lo que ha sido una sala de conciertos señera en el panorama nacional.
La afluencia al homenaje fue tal que muchos tuvieron que quedarse en la puerta. Momento perfecto para intercambiar unas palabras sobre lo que ha sido Antonio Jaén para algunos de los asistentes.
“Cuando inició la actividad cultural en Jaén con la programación de conciertos, yo estaba en la escena con formaciones como Los Pulseritas o Radiomundo, y actuamos en la recién estrenada Sala Iroquai”, recuerda Miguel Carrascosa, director de Piturda. “Antonio siempre estaba predispuesto a hacer cosas. Fue el primero que trabajó con instituciones como la Universidad de Jaén para dar visibilidad a la música en directo. Ha dejado una buena semilla plantada en la ciudad”, sentencia.
Los conciertos de los jueves en la Iroquai, “la Iro” para los más asiduos, eran míticos, y a la cita no faltaba ningún melómano. Muchos aún recuerdan haber visto en esta pequeña sala con un aforo de poco más de un centenar de personas a bandas como Los Delinqüentes, Raimundo Amador, O’funk’illo, Amparanoia y Ojos de Brujo en sus comienzos. Estopa, sin ir más lejos, que ahora cumplen 25 años sobre el escenario y llevan un gran surtido de músicos con ellos, actuaron en la Iroquai cuando los hermanos Muñoz iban solos a sus conciertos.
“Era una parada crucial para las giras de las bandas, ya que pasado Despeñaperros se encontraban con Jaén”, asegura el director de Piturda. No en vano, fuera de la provincia todavía resuena el nombre de la Sala Iroquai, siendo para muchos melómanos y artistas la primera o casi única referencia de la ciudad, poniéndola en el mapa a todos los niveles.
Pero, más allá de lo profesional, Carrascosa también comparte sus recuerdos más recientes con Antonio: “cuando coincidíamos en la playa me hablaba de su velero, lo veía haciendo kite surf y disfrutando del mar en toda su plenitud”.
Gabriel Caballero, músico y escritor de la ciudad, rememora los tiempos en los que se conocieron, a mediados de los años 80, cuando compartían local de ensayo y escenarios. “Él tocaba el teclado en un trío con reminiscencias de The Cure y aportaciones propias en una tesitura bastante pesimista, como marcaban los tiempos y a pesar de la juventud”, recuerda.
“La vida le llevó a viajar por el mundo, con paradas en el Sudeste Asiático y Latinoamérica, hasta que regresó a España con la intención de estar con su familia. De hecho, al volver compró una autocaravana, a la que desgraciadamente no le ha hecho tantos kilómetros como nos hubiera gustado a todos”, afirma, y añade: “nos ha unido la música, e incluso muchas discusiones sobre ella. Últimamente perdía la cabeza por la electrónica, tema que centraba muchas de nuestras conversaciones cuando quedábamos para tomar alguna caña a mediodía”.
Ana Gómez era una de esas adolescentes a punto de entrar en el mundo adulto cuando conoció la sala por primera vez, a la que le seguirían muchas más. “Iroquai marcó a toda una generación. Aquí nos juntábamos todos. Yo venía con 18 años con el grupo de mi hermano y lo bonito era que abarcaba a muchas personas de edades diferentes”, sostiene Gómez. “Todos los fines de semana, el sitio de salida era la Iroquai. He visto a grandes grupos en la sala, y la música era muy variada, con un gran ambiente. Creo que por todo eso es por lo que la gente lo recuerda con tanto cariño”, finaliza.