Negocios con solera: el aroma a pan que narra 40 años de la historia de Cazorla

Panadería Frías, referente artesanal del municipio, conserva intactas las recetas heredadas y el espíritu familiar que la han convertido en parte esencial de la identidad del municipio

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Miguel Frías, propietario de la panadería, junto a algunos de los productos vendidos en el establecimiento
Miguel Frías, propietario de la panadería, junto a algunos de los productos vendidos en el establecimiento

En el casco histórico de Cazorla, donde las calles estrechas aún guardan el eco de los oficios de antaño, se alza Panadería Frías, un negocio que ha acompañado a varias generaciones del pueblo. Sus orígenes se pierden entre los recuerdos de Miguel Frías, su propietario, que aún rememora —aunque “sin acordarse del año exacto”— que todo empezó siendo un molino. Aquel espacio de muelas y harina fue, con el paso del tiempo, transformándose en una panadería de horno moruno, de las de verdad: leña, palas de hierro y madrugadas largas. Miguel llegó allí con apenas 14 años “a echar una mano”, sin imaginar que aquel lugar acabaría convirtiéndose en su vida.

Durante años Miguel trabajó junto al hijo de los antiguos dueños, hasta que, con veinte recién cumplidos, recibió una propuesta que le cambiaría el futuro: quedarse con el negocio. Lo adquirió en 1985 y desde entonces no ha dejado de crecer. “Empezamos con muy poquito y fuimos avanzando”, recuerda. La demanda obligó a dejar atrás el horno moruno —“aquello nos iba a quitar la vida”— para pasar a uno eléctrico, aunque sin renunciar a lo esencial: productos caseros, ingredientes naturales y las mismas recetas de siempre.

Calle Camino del Ángel, donde se sitúa la panadería.
Calle Camino del Ángel, donde se sitúa la panadería.

Panadería Frías es hoy un establecimiento emblemático en el corazón de Cazorla, conocido por su dedicación a la elaboración de pan y bollería tradicional cazorleña. Con un profundo respeto por las recetas de antaño, ofrece una amplia variedad de panes artesanales, horneados a diario con ingredientes de alta calidad y técnicas heredadas de generación en generación. Además de sus panes, la panadería destaca por una bollería que captura los sabores auténticos de la región. Cada pieza, desde el pan más crujiente hasta el dulce más típico, refleja el compromiso del obrador con la tradición y la calidad. Visitar Panadería Frías no es solo comprar pan: es sumergirse en la herencia culinaria cazorleña y disfrutar de sabores que solo un obrador tradicional puede ofrecer.

Hoy, casi cuatro décadas después, Panadería Frías es parada obligada para vecinos y visitantes, un punto estratégico en el casco histórico donde quien llega una vez suele volver. Y Miguel, que dice que el dicho “nadie es profeta en su tierra” no va con él, se siente agradecido por cada cliente que ha pasado por su puerta: “La gente valora lo que hacemos, y eso es lo que más satisfacción me da”.

Entre sus productos estrella están el pan integral 100%, buscado expresamente por quienes cruzan el pueblo solo para comprarlo, y las tradicionales tortas de manteca, auténtico emblema de la casa. A ellas se suman roscos de vino, mantecaos, roscos de cachamiga y una amplia variedad de dulces caseros que mantienen vivo el legado culinario de Cazorla. Nada ha cambiado en las recetas, y quizá por eso tantos clientes dicen lo mismo al probarlas: “Saben como las que hacía mi abuela”. Esa conexión emocional, ese viaje al sabor de siempre, es la esencia de Panadería Frías. Y Miguel, orgulloso de su pueblo, de su oficio y de su gente, continúa cada día encendiendo el horno con la misma ilusión que aquel chaval que solo quería aprender la profesión.

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