Acosado por su vecina durante dos años en Noalejo: "Cualquier día ocurrirá una tragedia"
Provincia
Miguel Becerro asegura llevar más de un año sufriendo vertidos de sustancias corrosivas a su patio desde la vivienda contigua
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Durante los últimos meses, Miguel Becerro apenas ha podido usar su patio. Vive en Noalejo y, lo que antes era un espacio compartido con hijos y nietas, se ha convertido en un lugar inseguro. La vecina, una mujer octogenaria con la que comparte medianera, lanza restos de agua fuerte (ácido clorhídrico) a su casa. “Baja por el canalón y llega al suelo con un olor insoportable”, cuenta.
El conflicto no es nuevo. Empezó hace casi dos años, cuando Becerro se instaló definitivamente en el pueblo tras una vida entre Granada y Noalejo. Fue entonces cuando comenzaron las quejas de su vecina por el supuesto ruido de su calefacción. Él trató de evitar problemas: cambió el sistema por uno insonoro y se aseguró de apagarlo siempre antes de la medianoche, pero nada pareció ser suficiente.
Las tensiones aumentaron, y acabó denunciándola ante la Guardia Civil el pasado mes de febrero. El juicio, celebrado en abril, le dio la razón al pintor. Sin embargo, la condena para su vecina fue mínima frente a los seis meses de cárcel que pedía la acusación: una multa de seis euros diarios durante un mes. “Eso no es un castigo para ella”, lamenta.

Desde entonces, la presión solo ha ido en aumento. Cuando parecía que todo había terminado, volvió a lanzar ácido al patio el pasado miércoles, por lo que Becerro no tuvo más remedio que acudir a la Guardia Civil para presentar otra denuncia. El hombre evita cualquier tipo de contacto directo por miedo a una provocación y a las advertencias de otros vecinos. Y es que, según cuenta a esta Redacción, esta mujer ha protagonizado más disputas en el pueblo, incluso con miembros de la administración: "Tiene fama de conflictiva, tuvo un enfrentamiento con el antiguo juez de paz".
Lo que más le duele no es ya la convivencia rota ni la incomodidad constante, sino el hecho de que, aunque ha seguido todos los pasos legales, no se siente protegido. Cada vez que se cruzan por la calle, contiene el impulso de responder. “Voy a la policía y me dicen que eso debe ir al juzgado. Voy al ayuntamiento y me dicen que ellos no pueden intervenir. Parece que uno está completamente indefenso”, explica.
El miedo de Becerro ya no es solo por su bienestar, sino por el de toda su familia: “En cualquier momento va a pasar una tragedia. No quiero que ocurra, pero esta situación es insostenible”.
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