El olivar tradicional reivindica su futuro apoyado en la calidad superior de su aceite

La estabilidad y el valor añadido del aceite tradicional se convierten en claves para la rentabilidad en un sector marcado por la incertidumbre de precios y costes

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Olivar de montaña de la Sierra de Segura.

Olivares de cientos de años, de troncos anchos y grandes dimensiones, que generaciones atrás cultivaron cubriendo de verde el paisaje de Jaén, persisten a día de hoy. La forma de trabajar, la maquinaria que se emplea para trabajarlos ha cambiado, pero no el cultivo, pese a la expansión en otros países y en España de convertirlo en un cultivo intensivo y superintensivo para aumentar la rentabilidad, la provincia sigue apostando por su olivar tradicional.

El olivar tradicional en la provincia supone un 72% aproximadamente, en España un 62% y en Andalucía en torno a un 63% y 64%, según explica el consultor y analista agronómico internacional Juan Vilar. En los últimos años se ha ido produciendo una transformación para producir más cantidad, con olivares de un solo pie en forma de seto, buscando también una mayor mecanización, sin embargo, la orografía de Jaén dificulta este cambio.

Aunque ese terreno impide en muchos casos la transformación, los agricultores buscan la calidad que se consigue con este tipo de olivar. Jesús Cózar, además de ser el representante de UPA en Jaén, tiene una finca de olivar tradicional: "Es el modelo que hace que sigan vivos nuestros pueblos” y afirma que el modelo contrario lleva a que “solo unos pocos tengan la mayoría de tierras”, lo cual ya sucede en “zonas castellano-leonesas, zonas de Aragón, otras zonas de Europa”

También integra el factor ambiental, ya que el olivar tradicional representa “un sistema económico mucho más verde, mucho más ambiental”, que preserva "un paisaje y un sistema y un mundo mucho mejor”. Juan Vilar recuerda un dato clave para entender la resistencia al cambio: “El olivar de Jaén supone el 5% del total del mundo, pero produce el 20% del total mundial”. Es decir, su productividad media es cuatro veces superior a la global. “Esa es una razón por la cual la gente no quiere transformar: si ya le va bien”, explica.

A ello se suma otro factor comoel envejecimiento del campo. “El olivarero de la provincia casi todo está jubilado o cerca de jubilarse, por lo tanto, tampoco tiene interés por emprender en la transformación”. Además, cada vez más el olivar jiennense se gestiona como actividad secundaria.

En cuanto a rentabilidad, Vilar calcula que entre un 60 y un 70% del olivar tradicional es rentable con los precios actuales y las subvenciones. Sin embargo, advierte que el olivar de montaña, en secano y con pendientes acusadas, “no es rentable ni aun así”. Aproximadamente un 30% del total estaría hoy en cifras negativas. “Si los precios bajaran a 3 €, no sería rentable la totalidad del olivar tradicional de Jaén”, afirma Vilar.

Una nueva herramienta de defensa

En este contexto de cambios, recientemente se ha creado la Asociación de Olivar Tradicional a nivel nacional, cuyo representante en Jaén es Pepe Gilabert. La organización nace con el objetivo claro deser una voz fuerte para defender los intereses de la mayoría de los agricultores, especialmente pequeños y medianos, “en un momento en el que se está planteando un único modelo, intensificar, agruparse e ir a lo grande”.

Gilabert subraya que están “convencidos de que el olivar tradicional tiene futuro” y que contar con una representación sólida ante las instituciones es clave para garantizarlo. La estrategia pasa por aplicar modelos que ya funcionan: valorización del aceite con cosechas tempranas, oleoturismo, sostenibilidad y puesta en valor de los bienes ambientales y culturales que aporta el olivar tradicional.

Para UPA, la estrategia es dar valor al producto, no abaratarlo. El virgen extra del olivar tradicional, afirma, tiene “los máximos beneficios para la salud” y el mercado lo ha demostrado cuando el aceite llegó a rondar los 10 €, el consumidor siguió comprándolo. Por ello, pide evitar la banalización y rechaza modelos “low cost”.

El agricultor reconoce autocríticamente que el sector tiene deberes pendientes: “El principal problema que tiene el olivar tradicional somos los propios agricultores”. Cree imprescindible avanzar en valorización, campañas diferenciadas y nuevas formas de comercialización, además de afrontar retos como la falta de mano de obra, el relevo generacional y los efectos del cambio climático.

Transformación, futuro y alternativas

Para Vilar, el futuro pasa por dos vías claras. Donde sea posible, “modernizar y transformar”. Calcula que unas 120.000 hectáreas de olivar tradicional podrían convertirse en superintensivo. Donde no lo permita la orografía, propone “diferenciar, singularizar, producir en ecológico, biodinámico o bioregenerativo”, de forma que el aceite resultante pueda venderse a mayor precio. “Quien no se diferencie ni se transforme y no sea rentable, desaparecerá… es una selección natural”, expresa Vilar.

Cózar introduce un matiz que, según él, puede equilibrar ambos modelos. El olivar superintensivo produce aceites que pierden cualidades a los pocos meses, mientras que los del tradicional mantienen sus propiedades durante 12 o 15 meses. Esa estabilidad convierte al olivar tradicional en pieza clave para sostener la calidad del aceite español en el lineal del supermercado a lo largo del año.

El consumo mundial de aceite de oliva sigue creciendo, especialmente por motivos de salud con aumentos significativos en Estados Unidos, Brasil, Corea del Sur, Japón y, cada vez más, China, países donde hace apenas unos años nadie imaginaba que el aceite de oliva tendría un papel en la cultura gastronómica. Hoy, “se reconoce que es la mejor grasa vegetal que existe en el mundo”.

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