¿Sabías que uno de los primeros ciberc@fés de Europa nació en Jaén?
Los #cibers de @Jaén: cuando la ciudad se conectó al mundo
A mediados de los 90, el característico sonido de un módem de 56k conectándose era la banda sonora de una revolución tecnológica. En una época en la que tener un ordenador en casa era un lujo y navegar por Internet una aventura lenta y costosa, los cibercafés se convirtieron en las auténticas puertas de entrada al mundo digital. Mientras grandes ciudades como Londres o París comenzaban a dar sus primeros pasos digitales, contra todo pronóstico, Jaén se coló en la vanguardia de esta transformación en España. Esta es la historia de cómo una provincia interior se incorporó a la autopista de la información, contada por uno de los hombres que la hicieron posible.
Los Templos de la Conexión: más que un Simple Local
Antes de la fibra óptica, el ADSL o el Wi-Fi doméstico, existió la RDSI: una conexión primigenia, lenta y con una gran limitación: no permitía navegar por internet y usar el teléfono de forma simultánea. En aquel contexto, aparecieron unos locales llamados cibercafés, que se erigieron como auténticos templos de la conexión, ya que ofrecían una velocidad y una estabilidad que, en comparación con la de los hogares, parecían ciencia ficción.
Estos locales, a menudo impregnados por el humo del tabaco y bañados por la luz tenue de las pantallas de CRT, fueron mucho más que simples negocios. Eran centros sociales donde el sonido constante del tecleo se mezclaba con los gritos de una partida multijugador o con los susurros de una conversación en el chat. Por 100 pesetas el cuarto de hora, estudiantes, jubilados o curiosos podían acceder a la enciclopedia más grande del mundo, enviar un correo electrónico a cualquier rincón del planeta y aventurarse en los primitivos chats que empezaban a tejer una red social global.
Se convirtieron en centros de aprendizaje autodidacta y en el espacio donde una generación perdió el miedo a la tecnología, forjó sus primeras amistades digitales e incluso vivió sus primeros amores virtuales. Programas revolucionarios como Napster permitían, por primera vez, descargar y compartir música, llenando discos duros de canciones en formato MP3.
Títulos de juegos inolvidables como Counter-Strike, Age of Empires, Quake, Doom o Unreal Tournament resonaban en partidas multijugador que unían a adolescentes de diferentes barrios. Muchos de ellos se coordinaban a través del canal de IRC #Jaén, el nervio central y la plaza mayor virtual de la comunidad digital jiennense. Antes de que Facebook, Twitter o Instagram existieran, esta ya bullía en un espacio propio.
Este canal era un punto de encuentro virtual donde no solo se chateaba, sino que también se organizaba la vida social: se concertaban quedadas (los primeros "¿quedamos?"), se fraguaban amistades y se vivían los melodramas adolescentes propios de la época, todo escrito con un lenguaje lleno de emoticonos ASCII y abreviaturas.
Pedro De Vicente Tarabini: El trovador digital de Jaén
Mientras Internet era aún una idea difusa para la mayoría, en Jaén surgió un visionario: Pedro De Vicente Tarabini Castellani. A finales de 1995, este pionero transformó las paredes del famoso pub BB+, situado en la calle San Francisco Javier, en el epicentro de la nueva era: el Ciberc@fé Broker.
Este establecimiento no fue simplemente uno de los primeros cibercafés de la ciudad; fue un pedazo de historia digital. Según afirma Pedro, su fundador, "fue uno de los primeros 100 cibercafés de España, e incluso de Europa". Inició su andadura con apenas tres ordenadores para el público y un servidor principal, conectado mediante un módem de 33,3 kbps. Por 500 pesetas la hora, cualquiera podía acceder al futuro.
Pedro más que el propietario, era un apasionado y un guía: "He enseñado a perder el miedo a los ordenadores a medio Jaén", asegura. Su local fue una academia improvisada donde vecinos de todas las edades hicieron sus primeros "clics". Él mismo confiesa haber estado 17 horas seguidas "pegado a la pantalla", una dedicación que le permitió sumergirse en la cultura que estaba ayudando a crear.
El amor en los tiempos del chat
Lejos de la creencia actual de que las relaciones online son un invento moderno, dichas relaciones ya se exploraban en la década de los 90. Pedro se definía en los chats como "un trovador que va por los caminos diciendo cositas a las mujeres con un lenguaje cuidado", consciente del "maltrato lingüístico" que era habitual en la red y buscando destacar con elegancia y respeto.
Su filosofía funcionó. Comenzó a salir con una chica de Valencia a la que conoció virtualmente, usando el ordenador como una herramienta para forjar una conexión real que trascendiera la pantalla."Excepto contacto físico, lo demás lo encuentras en Internet, a cualquier hora y desde cualquier lugar», resume a la perfección el espíritu de aquella era.
El ocaso de una era dorada
Impulsado por el éxito del Broker, Pedro, en una jugada maestra, se asoció con dos clientes para dar el salto e inaugurar un local de mayores dimensiones. Así nació, en la esquina de la calle Obispo Estúñiga, CiberPC, el cibercafé más grande de la ciudad. Una curiosa pecera con peces koi en su interior le valió el sobrenombre de "La Pecera". Más tarde, ya de nuevo en solitario, abrió el Gothic@ en la calle Fermín Palma.
Fue entonces cuando Jaén entró en una fiebre del oro digital. Locales como el Ivicius (C/ Maestro Sapena), Coha (C/ Federico del Castillo), CiberCuak (C/ Melchor Cobo Medina, luego en Adarves Bajos), CiberFlaco (Pilar del Arrabalejo), NetGames (antigua C/ Muñoz Grandes), CiberW@y (cerca de Peritos), CiberZentro y CiberStar abrieron sus puertas, creando un ecosistema vibrante y competitivo.
Cada uno tenía su personalidad. El CiberCuak, por ejemplo, combinaba ordenadores con billares y una barra de consumiciones, un concepto innovador. Rafael Teruel, su antiguo encargado, recuerda el sistema de monedero y el precio de 100 pesetas por cada cuarto de hora de gloria digital.
Sin embargo, el progreso que ayudaron a impulsar los ciber terminó por volverlos obsoletos. «Cuando llegaron el ADSL y la fibra óptica, alrededor de 2004, ya no tenían sentido», explica Pedro. Su llegada masiva a los hogares democratizó el acceso a Internet y, de paso, dejó sin razón de ser a los cibercafés. El negocio dejó de ser rentable. El acceso rápido y económico desde casa les arrebató su principal valor, relegando su clientela a estudiantes sin ordenador e inmigrantes que querían contactar con sus familias; un grupo que finalmente fue absorbido por los locutorios.
Pedro lo resume con una metáfora perfecta: «Demasiadas bocas para tan poco pan». Calcula que llegaron a convivir hasta once cibercafés solo en la capital. La edad de oro, que se había extendido durante poco menos de una década desde que el primero abrió sus puertas en Londres en 1994, llegaba a su fin.
Legado de una revolución silenciosa
Hoy perduran como un nostálgico recuerdo, pero su legado es imborrable. Los cibercafés de Jaén fueron mucho más que simples negocios; fueron centros de inclusión social, de alfabetización digital acelerada y de comunidad. Fueron el lugar donde una generación descubrió que el mundo era mucho más grande de lo que imaginaba y que Jaén, contra todo pronóstico, ocupó un asiento en la primera fila de la revolución digital.
En el centro de aquel ecosistema estuvo siempre la figura de Pedro De Vicente Tarabini: un visionario que abrió una ventana al futuro, un hombre que vio en Internet algo más que una moda pasajera y enseñó a medio Jaén a asomarse por ella.
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