Relato de una palestina recién llegada a Jaén: “Los animales viven aquí mejor que nosotros allí”
Alfarasha es el pseudónimo que escoge esta joven para narrar a Jaén Hoy cómo huyó de la guerra y encontró refugio aquí
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La invasión israelí en Palestina es algo que a un jiennense puede sonarle muy lejano. El conflicto que se desarrolla a miles de kilómetros de distancia apenas tiene repercusión alguna en su vida diaria, más allá de la empatía que se debe tener con un pueblo que está siendo masacrado. Pero no todos los residentes en Jaén miran hacia Gaza como un lugar ajeno a ellos, los hay que incluso a territorio jiennense huyendo de los horrores que allí se viven a diario.
Es el caso de Alfarasha. No es su verdadero nombre, pues el miedo a las represalias que puede sufrir su familia, que todavía se encuentra en Palestina, decide a esta joven a ocultar el auténtico. Apenas hace un mes que tuvo que abandonar su tierra, una ciudad palestina al norte de Cisjordania, donde los combates han sido sangrientos. “Supe que tenía que marcharme cuando empecé a escuchar los tanques y las balas, cuando entraron las fuerzas israelíes en la ciudad y empezaron a entrar en las casas de la gente”, comienza su relato Alfarasha (mariposa en árabe), apuntando que escogió Jaén porque sus olivares le recuerdan a los que había en su hogar antes de que las bombas los arrasaran todo.
Su autobús fue el último en salir de la zona palestina en dirección a Jordania antes de que cerraran las fronteras. De no haberse montado en ese autobús no habría podido salir de allí. “Una vez que pasó mi autobús vi que echaban al resto de gente para atrás, que cerraban las puertas y decían que ya no podía entrar nadie más”, relata esta joven palestina. Jordania fue el lugar de paso al ser al único que tenía permiso para desplazarse y una vez allí buscó un país al que emigrar. Decidió venir a España porque vio en la televisión las manifestaciones del pueblo español. “Sentí que podía ser parte de esta gente”.
Preocupación constante
Para poder escapar del horror ha dejado demasiado atrás. “He venido sola. Allí se han quedado mi familia y mis amigos. Todas las personas a las que quiero se han quedado en Palestina”, confiesa reconociendo además la eterna preocupación que esto le supone. Explica que, para su consuelo, al menos puede hablar prácticamente a diario con ellos aunque añade que son muchas las veces en las que su ciudad, donde ha habido barrios y un campo de refugiados que han quedado arrasados por completo, sufre cortes de suministro eléctrico. “Cuando no me contestan sé que ha sido por eso”.
“Me siento rara, nerviosa y estresada todo el tiempo. No puedo parar de pensar en mi familia, incluso ahora aquí estoy pensando en ellos y en si algo puede pasarles porque ellas no están seguros allí”, añade esta joven palestina. Es su primera vez fuera de las fronteras de su país. “La primera vez que veo el mundo. Ni siquiera en Palestina es fácil viajar de una a otra ciudad siendo palestino por los controles de fronteras”, agrega.
Sabe bien de lo que habla, pues su padre estuvo siete años en una prisión israelí “sólo por pedir unas condiciones de vida dignas”. Sabe de lo que son capaces las fuerzas de ocupación por eso sus sentimientos se entremezclan ahora que está a miles de kilómetros de distancia. “La primera semana que pasé aquí estaba muy nerviosa y deprimida. Pero aquí empecé a poder dormir tranquila y fue un cambio muy grande. Te levantas y ves que la gente vive aquí como humanos y fue un shock. Me di cuenta de que los animales viven aquí mejor que nosotros allí, porque aquí ellos tienen cierta libertad y pueden ir de un sitio a otro con sus dueños mientras en Palestina estamos encarcelados. Necesitamos permisos hasta para ir al colegio”, .
Ahora se está acostumbrando a tener una vida nueva, a una vida normal. Está estudiando en la Universidad de Jaén, donde su dominio del inglés le permite tener unas relaciones normales con compañeros y profesores. Y son precisamente sus estudios universitarios los que le han permitido alejarse de la guerra, pues se encuentra aquí “con una especie de beca”, mientras se tramita la documentación para convertirse oficialmente en refugiada.
Narra que aún un mes después de haber llegado a España todavía se despierta cada día sobresaltada y preguntándose qué persona conocida habrá muerto. “Israel todavía está en mi ciudad. Ayer mismo mataron a dos personas. Sólo hay que mirar a la hemeroteca para ver que nunca cumple sus promesas”, aclara sobre la desconfianza que le genera la paz que se ha firmado bajo el show de Donald Trump esta pasada semana.
Jaén, ciudad de acogida
También confiesa haberse sentido emocionada a los pocos días de llegar a Jaén pues, paseando por la ciudad, se encontró con una manifestación contra lo que está ocurriendo en Gaza. “Pensé que esta gente no tiene mi religión ni es de dónde yo vengo y aún así nos están apoyando de esta manera. Me sentí muy apoyada y tuve la sensación de que aquí puedo sentirme como en mi familia”, cuenta sobre cómo de acogida se ha sentido en la ciudad.
Por todo esto tiene claro qué le gustaría para el futuro de sus dos hermanos, su hermana y sus padres: “Después de venir aquí y ver cómo de bonita es la vida aquí y sentirme segura, estoy pensando en la forma de que mi familia también venga, porque ellos todavía tienen que vivir con la guerra y están en peligro, por eso espero que en algún momento puedan venir y sentir lo que yo estoy sintiendo”.
Y lo que más sorprende a uno es que mientras Alfarasha habla con un capuchino a medio terminar en una céntrica cafetería de Jaén, lo hace en todo momento con una sonrisa en la cara, con una vitalidad que arrolla. Tanto choca que uno acaba por decírselo y ella responde con contundencia: “Sonrío porque estoy viva, porque tengo voz y porque soy fuerte y puedo seguir pidiendo que los palestinos sean de una vez libres, pero como humanos”. “Agradezco al pueblo español su apoyo porque allí nos dan esperanzas, vemos que no estamos solos, sino que hay personas que ponen voz a nuestra situación. Espero que nos sigan apoyando porque marcan diferencias”, finaliza.
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