Ganadería

El reto generacional del pastoreo en Jaén: "Me gusta, pero parece que van a por nosotros"

Andrés Ahibar (24 años) guía a sus ovejas en plena trashumancia rumbo a Vilches.

Andrés Ahibar (24 años) guía a sus ovejas en plena trashumancia rumbo a Vilches.

Hay dos factores que alimentan la lucidez y la agilidad de verbo o que, al menos, las estimulan. Uno es la juventud. El otro, la ausencia de ruido. Son dos formas distintas de virginidad o de desperezo. Lo primero es espontáneo, diríase que inevitable, y lo segundo depende del sitio en el que uno decida estar y quedarse. “Yo nunca me he planteado irme de aquí. No me llena. Cuando me voy de vacaciones, me aburro, porque lo que quiero es estar con mis animales”. Lo dice María Moreno Segura, que nació y vive en Burunchel, una pedanía de La Iruela, en la comarca del Alto Guadalquivir, pleno Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. Tiene 13 años. En 2023 fue por primera vez a la trashumancia con su padre, Ángel, desde la Casería de Don Bernardo, en Navas de San Juan, hasta el iruelense Puerto de las Palomas. De momento, lo tiene claro, como el cielo de su cuna en la sierra: “Quiero dedicarme a esto, es lo que me gusta desde pequeña”, afirma con la serenidad de quien parece haber vivido dos vidas. Pero, no, lo dicho: tiene 13 años.

Cabría pensar a priori que María es rara avis entre los otros niños y niñas del pueblo, y que su cosmovisión está, de igual modo, en peligro de extinción. Y lo cierto es que hay quien piensa que sí, pero también quien opina que no. “Aquí y en los otros pueblos de al lado yo creo que no hay nadie más de mi edad que haga esto”, explica la propia María, que avanza que, a últimos de mayo o primeros de junio, será su hermana melliza, Magdalena, la que se una a ella y a su padre en el camino trashumante. Su hermano mayor, Ángel, que ahora tiene 15 años, ya debutó en estas lides en 2021. En la comarca vecina de la Sierra de Segura, aunque a más de dos horas y media en coche, nació hace 24 años Andrés Ahibar Chinchilla. Natural de Los Atascaderos, una de las pequeñas aldeas de Santiago-Pontones que apenas cuenta con 20 habitantes durante el invierno, tiene una explotación de ganado ovino segureño junto a su padre, Mariano, y su madre, María Antonia. Cada año, por noviembre o diciembre, hacen con sus en torno a 1.000 ovejas el camino desde los Campos de Hernán Pelea hasta Sierra Morena. En su finca de Vilches pasan seis meses hasta emprender la ruta de vuelta. “Mis padres se dedican a esto desde siempre, y yo, casi desde que nací. Hice el Bachillerato, me fui un año a estudiar por ahí, pero me volví. Yo lo que quería era esto”, cuenta a Jaén Hoy. Como los niños de la familia Moreno Segura de La Iruela, completó una etapa de la trashumancia por primera vez con 10 o 12 años. Casi una década después, con 19, comenzó a dedicarse profesionalmente al pastoreo y a la ganadería. Junto a los Ahibar Chinchilla, sólo desde Santiago-Pontones salen cada año en torno a 70 ganaderos para hacer la trashumancia moviendo unas 35.000 cabezas de ovino, 1.000 de caprino, más de 600 de bovino y medio centenar de equinos.

Los hermanos Ángel y María Moreno Segura, con su rebaño de ovejas y cabras. Los hermanos Ángel y María Moreno Segura, con su rebaño de ovejas y cabras.

Los hermanos Ángel y María Moreno Segura, con su rebaño de ovejas y cabras.

A primeros de este mes, el Servicio Andaluz de Empleo (SAE) publicó una oferta que en diversos foros se compartió casi como curiosidad o anécdota. “Pastor para cuidado de rebaño de ovejas en finca”. Para ocupar el puesto de trabajo, en Espeluy, se ofrece una retribución mensual de 1.138 euros, básicamente el salario mínimo interprofesional. Y aunque lo cierto es que la zona de La Campiña jiennense no es precisamente donde más abunda el oficio ganadero, a raíz del anuncio hubo personas que empezaron a hacerse una pregunta: ¿faltan pastores en la provincia de Jaén?

Más del 1.000 explotaciones jiennenses de ganado ovino

Una breve radiografía del panorama de la ganadería y el pastoreo jiennense basta para poner negro sobre blanco. Según el último Censo Agrario reflejado en el Instituto Nacional de Estadística (INE), que data de 2020 -se hace cada diez años-, el sector ovino es el que cuenta con el mayor número de explotaciones de la ganadería jiennense, con 1.092 frente a las 1.005 del caprino, las 272 del bovino, las 125 del porcino y las 96 del de aves de corral. Esas 1.092 explotaciones ovinas suman 296.686 cabezas, unas cifras que representan el 10,7% de las 10.174 explotaciones de Andalucía de esta especialidad ganadera y el 11,4% de los casi 2,6 millones de cabezas ovinas en toda la comunidad autónoma. La jiennense es la quinta provincia andaluza en número de explotaciones de ganadería ovina y la cuarta en cantidad de cabezas.

Por comarcas, la Sierra de Segura concentra el mayor número tanto de explotaciones ovinas, con 239, como de cabezas jiennenses, con 107.673, que constituyen el 21,8% y el 36,3%, respectivamente, del total provincial. En cuanto a explotaciones, le siguen la Sierra Sur, con 168, que representan el 15,4% del total provincial, y Sierra Morena, con 164, el 15%. En lo referente a cabezas de ganado, la segunda con el mayor censo es Sierra Morena, con 44.018, que suponen el 14,8% del total, y El Condado, con 34.703, el 11,7%.

La idiosincrasia ganadera de Santiago-Pontones

Dentro de la comarca segureña, Santiago-Pontones cuenta con el 80% de la cabaña ganadera, según indica a Jaén Hoy su alcalde, Antonio Rodríguez, un hombre que, antes de hacerse con el bastón de mando hace casi un año bajo las siglas de Jaén Merece Más, en las últimas elecciones municipales, dejó su trabajo como enfermero para regresar a su terruño, hace ahora un lustro, y convertirse en pastor. El municipio, de más de 680 kilómetros cuadrados, ocupa un tercio del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. A su centro neurálgico, compuesto por Santiago de la Espada y Pontones, dos pueblos que se fusionaron en 1975, se suman más de 100 pequeños núcleos de población habitados, entre aldeas y cortijadas. Sin embargo, sólo cuenta con 2.730 habitantes, según el último censo del INE, esto es, que su densidad de población no alcanza los 4 habitantes por kilómetro cuadrado. La Unión Europea empieza a hablar de zona con muy baja densidad de población a partir de 8 habitantes por kilómetro cuadrado para abajo.

En ese contexto, la ganadería se erige no sólo en uno de los principales motores económicos del municipio, sino también en una oportunidad para hacer frente a la despoblación. “Ahora mismo tenemos cerca de 140 profesionales de la ganadería en el pueblo. En los últimos cinco años se han incorporado más de 20 personas, y todavía hay gente pendiente de incorporarse. Ahora están volviendo muchos que en su momento se fueron a otras ciudades porque han visto lo que es trabajar de sol a sol por 1.000 euros, así que falta de vocación no hay”, detalla Rodríguez. Desde hace cuatro años, el Instituto de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (Ifapa) de la Junta de Andalucía, imparte sus pertinentes cursos habilitantes para la práctica ganadera en Santiago-Pontones. “Lo hacen aquí porque saben que aquí está la demanda”, apunta el alcalde, no sin cierto orgullo.

El hándicap económico en monte público

Sin embargo, hay aspectos que fallan en la ecuación. “La cosa está fatal”, dice Andrés Ahibar. “Cada vez te ponen más impedimentos y pegas, todo con mucha burocracia. Para meterte a ganadero tienes que reunir más requisitos que para ser abogado”, lamenta. Para el joven ganadero, “el problema” es que las normas que rigen su sector “se hacen desde los despachos”, donde “no tienen ni idea de lo que es el campo”. “Hay algunas leyes imposibles de cumplir. Parece que van a por nosotros, que somos los que mantenemos los ecosistemas, los que hacemos los cortafuegos… Y eso provoca que, al final, la gente joven se acabe aburriendo”, analiza antes de mencionar el otro hándicap al que se enfrenta la ganadería tradicional: “Las grandes granjas tienen más rentabilidad, y contra eso es difícil competir”. En este sentido, Andrés asegura que las ayudas europeas de la PAC sirven para “poder ir tirando”, pero que, aun así, salir adelante “cuesta mucho”: “Mira que me gusta este trabajo, pero, si volviera atrás en el tiempo, ni de coña me metía otra vez en esto”.

Andrés Ahibar, en plena ruta trashumante hacia Vilches con su ganado. Andrés Ahibar, en plena ruta trashumante hacia Vilches con su ganado.

Andrés Ahibar, en plena ruta trashumante hacia Vilches con su ganado.

Hablando de ayudas, en noviembre, el delegado del Gobierno andaluz en Jaén, Jesús Estrella, completó una jornada de ruta trashumante junto a los hermanos Carlillos, de La Matea, otra de las aldeas de Santiago-Pontones, a los que recordó el conjunto de subvenciones específicas concedidas por la Junta al sector ganadero jiennense: 4,5 millones de euros en mantenimiento de vías pecuarias de la provincia, ayudas de casi 600.000 euros para que los ganaderos pudieran suportar el incremento de costes fruto de la inflación y 40 millones de euros en los últimos cuatro años para facilitar la incorporación de jóvenes al campo de los que 4,7 millones fueron a parar a la comarca de la Sierra de Segura. Posteriormente, en febrero, la Diputación de Jaén concedió 224.000 euros repartidos en 78 ayudas para apoyar la ganadería trashumante en la provincia de Jaén, una iniciativa a través de la cual ya se ha otorgado más de 2,2 millones de euros a estos ganaderos desde que se puso en marcha en 2014, de acuerdo a los datos aportados por la Administración provincial.

Teniendo esto en cuenta, para el máximo mandatario municipal de Santiago-Pontones el problema no es tanto que no haya ayudas suficientes, ni tampoco la excesiva burocracia para obtenerlas, aun reconociendo que existe: “Toda normativa pretende ser garantista para asegurar que no haya fraude. El tema, más que ese, es que, si no tienes acceso a la tierra, no tienes acceso a las ayudas, y eso hace que los jóvenes lo tengan difícil para empezar a dedicarse a la ganadería”. Rodríguez recuerda que, aunque “la subvención más rentable” es la de la PAC, su concesión “está ligada a la tierra, al número de hectáreas”. “Y aquí, salvo unas pocas excepciones muy concretas, lo que hay es monte público, y claro, si alguien quiere empezar en esto de la ganadería sin tener una finca propia y, por tanto, sin poder recibir esa subvención, lo tiene complicado”, detalla.

En la Memoria de Actividades y Resultados del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas de 2020, la última disponible en la web de la Junta de Andalucía, se especifica que, en aquel año, hubo en ejecución 21 aprovechamientos ganaderos que abarcaban casi 46.200 hectáreas. La mayoría del ganado autorizado fue ovino, aunque “con importante representación de caprino bovino”. Para poder hacer uso de esos montes, que pertenecen a todos y a la vez a nadie, la actividad ganadera de Santiago-Pontones se organiza en dos Sociedades Agrarias de Transformación (SAT) llamadas Pastos de Pontones, de la que forman parte cerca de 40 profesionales, y Sierra de Segura, integrada por unos 90 ganaderos. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, las SAT son “sociedades civiles de finalidad económico-social” entre cuyos objetivos se encuentran “la producción, transformación y comercialización de productos agrícolas, ganaderos o forestales, la realización de mejoras en el medio rural, la promoción y desarrollo agrarios, así como la prestación de servicios comunes relacionados con dichos conceptos”. En definitiva, “poseen personalidad jurídica propia y su habilitación precisa, en primer lugar, de su constitución, y, en segundo lugar, de su inscripción en el Registro correspondiente”. Se trata, tal y como explica el alcalde de Santiago-Pontones, de una suerte de mancomunidad. “Aquí todo es de todos”, sentencia. Eso también lo tienen claro en el pueblo.

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