El santuario íbero de la Cueva de la Lobera no deja de sorprender: “Es un registro arqueológico inédito”
Patrimonio
Las nuevas excavaciones en Castellar han recuperado la Cueva Horadada y habitaciones donde se llevaban a cabo los rituales
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Imagínense la importancia que tuvo que tener un lugar para que, más de 2.000 años después del fin de su uso, tras siglos de expolio y abandono, todavía a día de hoy siga arrojando sorpresas lo suficientemente importantes como para comprender mejor la forma de vivir de una civilización entera. Hablamos del santuario íbero de la Cueva de La Lobera, que se descubrió por los exvotos (figuras de las que se expoliaron miles) de bronce ibéricos que, desde el siglo XIX circulaban y se atesoraban en colecciones privadas; y sobre el que los investigadores trabajan desde principio del siglo XX.
Hubo un parón en las excavaciones a finales de los años 80 pero el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica las retomó en el año 2022 con resultados más que satisfactorios. Bajo un sol de justicia, y con el sonido de las desbrozadoras y los drones de fondo, los arqueólogos trabajan estos días en dos puntos distintos de la ladera que ocupó el santuario fundado en el siglo IV antes de Cristo.
Ambos están situados al oeste de este paisaje ubicado en Castellar, municipio del Condado jiennense que se encuentra a las puertas del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. El primer punto al que nos acompaña Carmen Rísquez, una de las responsables de las excavaciones, es la entrada a una cueva a la que hay que acceder encorvado. Merece y mucho la pena cualquier esfuerzo al llegar a la nave principal de lo que se asemeja a los famosos cenotes mexicanos.
Carmen Rueda, otra de las responsables, es la que explica lo que tenemos ante nosotros, mientras Antonio Mozas Calvache, José Miguel Gómez y José Luis Pérez, miembros del Departamento de Ingeniería Cartográfica, Geodésica y Fotogrametría de la UJA, preparan un escáner 3D. “Estamos en una de las cuevas principales del completo del espacio sagrado de la Cueva de la Lobera, que se llama así por la cueva principal, que es en la que se producen una serie de fenómenos astronómicos y que es la que da sentido al mito. Sin embargo, sabemos que a lo largo de todo el farallón hay una serie de abrigos y cuevas que debieron tener un papel ritual importante y que jugaron su rol, posiblemente complementario”, desgrana esta arqueóloga.
A pesar de su cercanía, “esta cueva es muy diferente a la de la Lobera, que es amplia, luminosa y de fácil acceso”. “Esta es una que viene de la luz de un pasillo muy oscuro, en pendiente hasta la nave donde ya se abre con la claraboya que pudo ser en origen natural y luego retocada. Es la que da nombre a la cueva que se llama Cueva Horadada”, describe Rueda sobre el origen del nombre de este nuevo espacio.
Uno que además asegura que les va a ayudar a conocer mejor la espacialidad de todo el santuario y para interrelacionar los distintos espacios de cuevas y abrigos en la tercera terraza, pues este es un lugar que hay que entender con sucesivas terrazas con estructuras habitacionales que van descendiendo desde la cueva situada en la cumbre de la colina.
No ha sido un trabajo sencillo el recuperar esta cueva pues en su interior se encontraron miles de kilos de sedimentos entre los que había botellas de plástico, restos de ovejas muertas e incluso un frigorífico, mezclados con cerámicas ibéricas, romanas y prehistóricas, y enterramientos humanos de la Edad del Bronce. “Tenemos toda esa información pero descontextualizada, dispersa y revuelta. El lado positivo es que hemos podido acceder a la cueva y la vamos a poder integrar tanto en el discurso del santuario como en los itinerarios de visitas que se pueden hacer”, apostilla Carmen Rueda.
Cabe recordar aquí que la Cueva de la Lobera está incluida en los itinerarios turísticos del ‘Viaje al tiempo de los íberos’ que impulsa la Diputación Provincial de Jaén. La intención al término de este proyecto actual, que cuenta con un presupuesto de 90.000 euros con cargo a los Fondo Feder conseguidos a través de la Asociación de Desarrollo Rural de El Condado para el Ayuntamiento de Castellar; es que cuando acaben los trabajo el lugar quede señalizado y preparado para que pueda ser visitado por los turistas.
Espacios para los rituales
El otro punto donde se están llevando a cabo los sondeos se encuentra en lo que fue la tercera terraza del complejo. Esta zona se ha investigado ya con un georradar que advirtió una trama muy densa de estructuras que ahora están saliendo a la luz. Ana Herranz, la tercera de las responsables de estos trabajos arqueológicos, explica que ya hace décadas que se encontraron, en otras zonas del paraje, estructuras similares a las que ahora se han destapado.
“Son pequeñas unidades de habitación donde se realizaban prácticas rituales. Estamos encontrando depósitos de exvotos, de fauna… Se practicaban sacrificios de animales y hemos encontrado hasta alguno de los pequeños cuchillos con los que se hacían”, relata para Jaén Hoy.
Uno de los principales logros de estas últimas investigaciones está en cuanto al conocimiento de cómo se llevaban a cabo estos rituales. “Siempre se había pensado que los exvotos se depositaban solo en la cueva principal pero nos hemos dado cuenta de que también se dejaban en otros sitios. Se enterraban bajo el suelo o en huecos en los muros. Algunos con fragmentos de cerámicas y otros con hueso de animales. Pedían sobre todo para temas de salud por las figuras que nos hemos ido encontrando, aunque también hacen alusión a temas de fertilidad, de mostrar su estatus social…”, describe Herranz a raíz de lo que viene hallando en las últimas semanas de trabajo.
Y es que el santuario de la Cueva de La Lobera hay que entenderlo como un lugar de peregrinación al que acudieron, en “días que eran de fiesta”, los habitantes de los oppidum de Baecula o Cástulo, entre otros muchos lugares de lo que hoy es la provincia de Jaén. “Las familias habitaban aquí al menos unos días. Las estructuras están bastante devastadas porque con la romanización el santuario sufrió una reestructuración muy importante. Aunque se siguió usando se redujo mucho su tamaño”, añade Ana Herranz acerca de lo que conocemos hasta la fecha.
Rituales y deidades
Reconocen las arqueólogas que todavía no se conocen con exactitud cuáles eran las deidades adoradas por los íberos. “No tenemos muy claro, lo que no quiere decir que no lo hubiera, si existía un panteón al modo del griego o el romano. No lo tenemos muy claro porque las manifestaciones relacionadas con la divinidad femenina son tan heterogéneas y se vinculan a territorios tan locales… El mundo ibérico es como un mosaico de pueblos que tienen muchos aspectos en los que son coincidentes, pero también muchas diferencias entre sí y ocuparon varios siglos, por lo que hubo muchos cambios, muchas asimilaciones e interacciones con otros ámbitos culturales del Mediterráneo, porque lo que es normal ver transformaciones en cuanto al ámbito religioso”, explica Carmen Rueda sobre la dificultad que entraña el indagar en este tema tan específico.
Aunque tantos años de trabajo y esfuerzo han dado sus resultados y ahora se conoce que la figura de la mujer jugó un papel muy importante en este sentido. “Sí sabemos que el principio femenino ligado a lo divino es muy importante en el mundo ibérico. Desde mi punto de vista, más importante que el principio masculino. Sí sabemos que hay una divinidad que está vinculada a la naturaleza, que tiene que ver con la fertilidad, con el control de lo vegetal y lo animal, con principios celestes y que también se vincula al inframundo, pero sin las connotaciones negativas que tenemos actualmente, sino referido al mundo de lo subterráneo”, detalla Rueda.
Se basa en la aparición de imágenes de ‘diosas’ que no tienen piernas porque surgen del suelo, vinculadas seguramente al cariz divino que se asociaba a los manantiales y las corrientes surgidas de las cuevas. Lo que sí que tienen meridianamente claro los profesionales que trabajan en este santuario es que queda muchísimo por descubrir. Es necesario el apoyo decidido de las administraciones por un lugar que puede ayudar a comprender mejor el pasado de la provincia de Jaén y que, de ponerse definitivamente en valor, supondría un atractivo turístico muy importante que añadir a la colección del mar de olivos.
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