LLEGA, por fin, la paz a la Franja de Gaza. Una paz que no es exactamente la que quieren la mayoría de los palestinos y tampoco la que sueñan muchos israelíes, pero que sin duda es la que ambos necesitan.
Al mismo tiempo que la reconstrucción física y política de la Franja, la comunidad internacional –o, al menos, las naciones que entiendan cuáles son sus responsabilidades– debe abordar con decisión la difícil tarea de asegurar que esta tercera guerra de Gaza sea la última. Hay en el plan de Trump una semilla, la del reconocimiento de la aspiración de los palestinos a vivir en su propio Estado, que tendrá que regarse con generosidad para que prevalezca sobre las de las malas hierbas –el odio, el miedo, el supremacismo de unos y otros y el oportunismo de los políticos de todas las latitudes– que la propia guerra, en su extrema crueldad, ha sembrado por todas partes.
En este proceso, que puede ser histórico, un buen punto de partida será el análisis de los errores cometidos por todos en los últimos años. El error político –además, por supuesto, de crimen execrable– que cometió Hamas el 7 de octubre de 2023, con un ataque mal meditado que excedió claramente lo que Israel podía tolerar y provocó una guerra en la que prácticamente no hubo líneas rojas para Tel Aviv. Los dos graves errores de un Netanyahu borracho de poder después de derrotar a Hezbolá y a Irán. El primero, estratégico: la segunda invasión de Gaza contra la opinión de sus propios jefes militares. El segundo, táctico: el ataque al equipo negociador de Hamas en Catar que irritó a Donald Trump, su único valedor en el escenario internacional.
Esta paz no es la que quieren los palestinos ni la que sueñan los israelíes, pero es la que necesitan"
A los graves errores de los protagonistas del drama bélico hay que sumarles el de Biden, que no se atrevió a presionar. El de Irán, que se creyó impune. Y, porque somos españoles, también el del Gobierno de España, que prefirió aprovechar la guerra para recoser su coalición en lugar de tratar de empoderar a una Europa que, por presentarse dividida, volvió a ser irrelevante.
De puertas para dentro, nuestro Gobierno presume de haber hecho más que ninguno por la paz. Pero, en realidad, sólo ha hecho ruido. Ni siquiera hemos puesto ningún plan de paz sobre la mesa, quizá porque los socios del Gobierno soñaban con una victoria de Hamas que chocaba frontalmente con los deseos de Europa… y aún más con la dura realidad de la contienda.
El camino de España en la resolución de esta guerra está salpicado de instantáneas que preferiría olvidar. Y no me refiero a las manifestaciones en favor de Palestina, legítimas a pesar de su obvia parcialidad. Nada obliga a los pueblos a ser imparciales, pero los Gobiernos sí que tienen que ser eficaces. La fotografía de nuestra alineación con el Grupo de La Haya –junto a los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Namibia y Sudáfrica, entre otros– en lugar de la Unión Europea. Las imágenes de nuestro presidente tratando de convencer a un sorprendido canciller Merz de que Israel es un Estado genocida a pesar de que Netanyahu, justamente reclamado por el Tribunal Penal Internacional, ni siquiera está imputado por ese crimen. La aparición de un ministro en televisión asegurando a los españoles que el BAM Furor es un buque de salvamento y que, por esa razón, no era necesaria la autorización del Congreso para su despliegue. Por no ser exhaustivo, concluiré con la aprobación en el Congreso de un embargo contra Israel justo el día antes de que se acordase en Egipto el final de la guerra.
Mientras nosotros hacíamos ruido, otros se han preocupado de recolectar las nueces"
Afortunadamente, mientras nosotros hacíamos ruido, otros se han preocupado de recolectar las nueces. Donald Trump en primer lugar, que esta vez sí que ha parado una guerra… pero que no se merece el Nobel de la Paz porque acaba de declarar otra contra el narcotráfico, buscando un atajo jurídico para justificar lo que ni siquiera permiten las leyes de su propio país.
A pesar de que ha acaparado el protagonismo –y esta vez con argumentos válidos–, el magnate norteamericano no se ha enfrentado solo a este desafío. También han trabajado por la paz Francia y Arabia Saudí, Egipto y Jordania, naciones a las que Trump cita por el nombre en el texto de su plan. Lo mismo han hecho Turquía y los grandes países musulmanes, presionando a Hamas para que no convierta su derrota en la del pueblo palestino. Nosotros, en cambio, nos hemos conformado discutiendo, sin evidencia alguna que avale nuestras opiniones, si la señora Rigo ha mordido o no a una enfermera israelí. Mucho ruido, en definitiva, y ninguna nuez.
Juan Rodríguez Garat es almirante retirado.
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