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A lo largo de los últimos años se ha ido imponiendo un turismo alternativo al de sol y playa unido, más aún desde la Covid 19, unido al disfrute de la naturaleza y que, de forma un tanto confusa, ha ido tomando diferentes nombres tales como turismo activo, turismo rural, agroturismo o sobre todo turismo en espacios naturales protegidos. Esta última modalidad se desarrolla exclusivamente en el interior de espacios protegidos jurídicamente cuyo uso viene determinado por su propio régimen jurídico.
La demanda del espacio es cada vez mayor para usos como el turismo y ocio, lo cual produce una fragmentación de los hábitats por la gran influencia depredadora en las zonas limítrofes del parque natural, que hace que cada vez se vea más reducido su tamaño. Todo ello hace que la gestión de los parques sea muy difícil a la hora de compatibilizar el uso publico y turístico con la conservación y preservación de los recursos naturales.
La ordenación y manejo de la demanda de este tipo de turismo constituye un verdadero reto que provoca la necesidad de introducir nuevas fórmulas de gestión acordes con los principios de sostenibilidad. No son suficientes las reglamentaciones y los marcos jurídicos dentro de los que se promueven actuaciones específicas, es necesario que cada uno de los sectores económicos que tienen efectos sobre los espacios naturales, adopten modelos propios de gestión que minimicen los efectos negativos sobre la naturaleza y los recursos medioambientales.
Por todo esto es importante establecer un modelo de gestión turístico de los espacios naturales protegidos que pudiera ayudar a los gestores municipales y empresariales a conocer en cada momento la situación en la que se encuentra el parque y su posicionamiento competitivo en referencia a otros parques de características similares. Para ello es necesario establecer un modelo que permita realizar un análisis comparativo y que posicione al parque natural dentro de unos niveles o estándares de calidad determinados. No sólo se piensa en la existencia de elementos naturales sino que, además, es imprescindible relacionarlos con los elementos sociales y culturales que forman parte integrante de este entorno único que afecta a los turistas y visitantes.
Hay que ir hacia un cambio estratégico que debe favorecer la prosperidad de los vecinos sin alterar su modo de vida y debe producirse atendiendo a muchos campos, cumpliendo con varios hitos.
El dilema de desarrollo y gestión turística de un parque natural radica esencialmente en poder hacer convivir la preservación del sitio con los beneficios que se necesitan, es decir obtener un desequilibrio entre costes y beneficios, donde la balanza debe inclinarse hacia los beneficios y para ello es imprescindible la conservación de dicha área sin lo cual no ha ni ningún tipo de beneficio.
El dilema no radica esencialmente en poder hacer convivir la preservación del sitio con los beneficios que se necesitan. No está reñida la conservación con la prosperidad y el desarrollo del Parque Natural para el futuro, es por lo que habría que revisar el POR y el PRUG, al ser documentos vivos que vienen a gestionar el uso y gestión, así como la ordenación del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Hay cabida para la conservación y para el desarrollo socioeconómico dentro del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas para seguir hacia un futuro rentable.
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