Del carbonero?al cardenal
El gran desembarco
En la Bienal no lo van a hacer nunca porque si no lo han hecho en cuarenta y cuatro años, es que nadie ha caído aún en la necesidad de que la desmemoriada ciudad de Sevilla salde una deuda que tiene con aquellos genios que desembarcaron aquí desde Cádiz, Jerez, El Puerto, San Fernando y Málaga para convertirla en la Meca del Arte Flamenco. Me estoy refiriendo a cuando arribaron a la ciudad de la Giralda los seguiriyeros y malagueñeros, los fenómenos del cante, el baile y el toque, las bailaoras gaditanas y portuenses, las mejores guitarras flamencas del mundo, los bailaores más espectaculares y los flamencos de más gracia de España. Fueron El Raspao, La Mejorana, Gabriela Ortega, las Coquineras, Frijones de Jerez, Paco la Luz y sus hijas, Mariquita Malvido, Fosforito el de Cádiz, Juan Breva, El Canario, La Rubia Colomer y El Perote, Paco el Barbero, Juan Gandulla y Javier Molina, La Juanaca de Málaga, Dolores y Trini la Parrala, La Macarrona y La Malena, Chacón y Manuel Torres.
Sin ellos, Sevilla no hubiera sido nunca el centro mundial de lo jondo. Ni habría tenido los cafés cantantes que tuvo, los mejores del mundo: El Burrero, el Salón de Silverio, El Filarmónico, el Novedades o El Kursal Internacional. Ni hubiese habido en la Alameda los tabancos que hubo, como La Europa o Las Siete Puertas. Hay que poner en la Alameda o en la Campana un monumento que recuerde aquella gesta y honre a los genios que nos hicieron una ciudad seguiriyera, malagueñera y puntera en el arte. Habría que agradecerle a Rosario la Mejorana que nos prestara sus elegantes brazos y que pariera a Pastora Imperio en la calle Confitería, en la mismísima Alfalfa. Hacer lo propio con el guitarrista Paco el Barbero, que vino desde la provincia de Cádiz para crear una escuela de guitarristas en la ciudad donde se hacían las mejores sonantas del mundo. Hasta Torres, el guitarrero de Almería, desembarcó en Sevilla para formarse con los mejores constructores del mundo, que estaban aquí.
¿Algo lo recuerda? ¿Algo conmemora que Chacón y Manuel Torres, los genios jerezanos, vinieron para que el cante jondo ya nunca fuera igual? ¿A alguien del Ayuntamiento se le ha ocurrido pensar que todo esto lo promovió Silverio, nacido en la calle Odreros en 1831, que no tiene ni un azulejo en la ciudad?
Hay que hacer un gran monumento en la Alameda en el que consten todos los nombres de aquellos héroes, que acabaron la mayoría de ellos enterrados en bastas cajas de pino sin barnizar o en fosas comunes, a veces sin caja. Habrá que esperar a una nueva Bienal. Le pondremos velas al Gran Poder.
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