Cabify bajo las jacarandas

Las jacarandas suelen respirar mejor en anchos espacios para que admiremos su preciosa tintura morada

Contemplar la floración de los árboles nos hace pensar en felices abstracciones sobre el todo y la nada. Dice Mahoma en un hadiz que los colores que la tierra extiende ante nuestros ojos son signos manifiestos para aquellos que piensan. Lo dijo Mahoma, pero pudo decirlo también el viejo y piadoso Cezánne, retirado ya en La Provenza. Le parecía que los colores eran la carne resplandeciente de Dios y de las ideas. Para los que solemos rondar por el país de Babia, incluso para quienes en los días no descansados ni gratos la mente se queda como pétrea, admirar el colorido de los árboles nos regala el riego perdido y nos devuelve a la sabiduría de la vida en suspenso.

De la glorieta del Cid al Costurero de la Reina. Por las Naves del Barranco. En la plaza de don Juan de Austria. Del acueducto hacia Luis Montoto. Por Eduardo Dato desde San Bernardo. Junto al colegio España en la Borbolla. En la glorieta Rodríguez Marín donde el Pabellón Real y el parque de María Luisa. Por la avenida Cardenal Ilundain… Solitarias o en hileras por las aceras, las jacarandas de Sevilla nos provocan un íntimo fervor de primavera tardona. Nunca me queda claro si sus copas son palios de color azul violeta, lila suave o morado de casulla para el adviento y la cuaresma. Por abreviar apelo al morado unívoco para zanjar matices y gradaciones que van de la psicología a la espiritualidad. El morado se asocia lo mismo al inconsciente que a la magia y la frustración. En Turquía me dijeron que el morado remite al luto. En el Japón (no confundir con Sevilla Este) no se permite en los matrimonios porque invoca al miedo. El morado en las paredes ayuda al cacumen y a la concentración. El feminismo también adoptó este color como reclamo y llaman prensa morada a la actualidad sobre cofradías.

Todos los años, cuando llega mayo y la aprensión por la ingesta de caracoles, mis caminatas por la ciudad se tiñen con el morado abovedado de las jacarandas. Los naranjos se alzan en calles ceñidas y por recoletos pasajes. Pero las jacarandas suelen respirar mejor en anchos espacios para que admiremos su preciosa tintura morada. Plagiando a Jüng sin pudor, es el color intermedio entre lo humano y lo divino, lo que une a ambas naturalezas. Leo que a la fiesta morada se han unido las motos eléctricas de alquiler que Cabify ha puesto a nuestra disposición. Son de color morado, como el casco que lucen los usuarios, aborígenes y turistas, para moverse por Sevilla de forma cómoda y limpia. Cabify bajo las jacarandas podría ser un buen reclamo comercial. A mí me suena también a comedia francesa del año.

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