Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Contumaz Feijóo
EN LINEA
En la opa cocinada a fuego lento del PP a Ciudadanos quedaron carreras emergentes en el limbo de lo insustancial, en tierra de nadie. Demasiadas promesas incumplidas y méritos que quedaron sin premio. Hubo fichajes estelares de primer orden con cargos de relumbrón, Juan Marín, por ejemplo, con premio gordo. En aquella tómbola había que comprar boleto y luego esperar a que el “secretariooo” hiciera la magia propia de cada sorteo. Hubo quienes festejaban por descontado: “Otro vino dulce, por favor”.
Tras intensos días de feria, aguardaban a que sonara el teléfono, era cuestión de tiempo les advertían. Pero hasta el número de cargos políticos es finito en el caudal de los fondos públicos. El teléfono no suena y hay que buscar acomodo cuanto antes. No obstante, no se quejará la clase política andaluza de lo fetén que funciona su “Inem particular”. Modelo de éxito. Un tiempo de barbecho orgánico y afloran cargos como setas en otoño o espárragos, si son de su gusto.
Pero siempre queda alguien fuera del círculo virtuoso o un familiar que requiere una buena oportunidad, aunque sea en plaza de tercera. Máxime cuando no hay partido en el gobierno donde refugiarse del temporal, así que el índice de agraviados crece y los nervios afloran y la venganza se acaba sirviendo a destiempo. Trampantojo de ejemplaridad.
Vuelven “whatsapps” como si fueran psicofonías de cuartos oscuros. Se repite la frase mágica que tantas puertas abre: “¿Qué hay de lo mío?”. El hombre del momento, audio mediante, es Enrique Moreno, exparlamentario de Ciudadanos, hijo de una de las sonrisas ganadoras de PP en Jaén, Miguel Moreno. Hoy, el abogado que optó a la presidencia del PP, sin embargo, guarda la bandera no extinta del partido naranja en Porcuna. Una aldea “gala” en terruño jiennense que resiste a la ola pepera y a la nave socialista. Imposible no recordar viejas batallas de aquel PP, heridas abiertas que supuran de nuevo... Banderas de nuestros padres, del bueno de Clint Eastwood.
La justicia tendrá que dilucidar si se mercadeó con información pública o, simplemente, era una conversación entre viejos amigos y consejos desde el cariño partidista. Y no nos sorprende que, a la postre, el cargo fuera para “uno de los nuestros”, porque hay colocaciones que se solventan con concursos tan legales, pero sin el engorro, a priori, de tantas oposiciones.
No es azaroso que cuando te toman las medidas, si media un buen sastre, el traje te quede perfecto. Balenciaga, el gran diseñador español, decía algo así: “La elegancia es eliminación”. Pues, quedémonos, con eso, con la eliminación.
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