Cambio de sentido

Monodosis

La ‘economía de la soledad’ no exige envases monodosis; el menor formato unipersonal es el granel

Al tirar de la pestaña me escupe en la pechera, en plan niña de El exorcista, un largazo de caldo y pipas de tomate. El cambio de temperatura o alguna cuestión química, no sé, había hinchado de gases, como una pancita, la cápsula de tomate triturado de mi desayuno, y al abrirla me vistió de limpio. Vierto lo que queda dentro sobre el pan, y deposito la tarrinilla junto al otro envase monodosis de aceite de oliva y al sobre de sal, que se ha quedado casi lleno. Miro esa pequeña montaña de basura. Mientras apuro el café, construyo un castillo de envases vacíos, que corono con la servilleta hecha una bolilla: es el monte Testaccio en miniatura.

Hace no mucho leí en este su diario a Manuel Maqueda, profesor en Economía Circular y Regenerativa de la Universidad de Harvard, afirmar que “el residuo es un error de diseño”. Lo intuía desde chica. En casa de mis abuelos, a diferencia de en la mía, apenas había que sacar la basura. Con otros vecinos practicaban una suerte de economía circular de bolsillo: raspas para tu gato, huesos para mis perros, mondas para gallinas, harapos para rudillas y torcidas, talas para hacer la lumbre, cartones para encenderla, guano para abono, el agua de la mejor fuente en garrafas de cristal, y “esa lata no la tires, que acabará sirviendo para algo”. Los albores del usar y tirar a cascoporro en España me sorprendieron en un pueblo y una familia que nunca se anduvo con miserias, pero tampoco con despilfarros. Quizá por eso me resulte una majadería la cantidad de residuos que generamos, reciclables muchos, pero innecesarios. Ello, además de absurdo, arruina la quimera de la circularidad a gran escala. Las monodosis de aceite, tomate y sal de mi tostada suplantan a la botella, la salsera y el salero común. Si es por cicatería, ésta sale cara. Si es por higiene, hay maneras de garantizarlo. No hay excusa.

“Mas los tiempos han cambiado –me dirán– ahora mucha gente vive o se las apaña sola, comprar productos perecederos en formato familiar acabaría siendo un mayor despilfarro: sí a los envases y formatos unipersonales. La economía de la soledad exige monodosis”. Les respondo que no hay mejor formato unipersonal que la venta a granel, o el táper de cristal que llevo en el canasto al mercado para que me despachen los boquerones. Que comenzara a parecernos un delirio la cantidad de basura que cada cual genera, así la mande a reciclar, sería un buen punto de partida para empezar a sospechar de las supuestas intenciones eco del Sistema.

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