Los "Amstrong" de nuestra política

Su bandera, la de los piratas.
Su bandera, la de los piratas.

03 de agosto 2025 - 11:33

Mientras hay quienes ultiman los petates para escapar de los 40 grados, otros se afanan, de noche y a hurtadillas, en repasar a la luz del flexo su nívea carrera curricular, no vaya a ser que suden de más en este verano retrospectivo, con grandes éxitos de regreso del pasado. La España caníbal curricular.

Quizá usted forme parte de ese pelotón que aún tiene pesadillas recurrentes sobre algún examen pendiente, un crédito por conseguir, un trabajo por entregar o cualquier otro trámite que quedó en un limbo burocrático de sus años mozos en la Universidad. Te despiertas entre sudores y compruebas que todo está en orden, si acaso, te acercas al título colgado para ver una prueba empírica de tu esfuerzo. A modo de Santo Tomás, te cercioras de tu cara y del resto de la tropa y te cuestionas si con esas pintas formarías parte del elenco de “Los otros” de Amenábar, pero eso es otro tema.

Atrás quedaron trabajo, tensiones, una beca que no se podía perder, el dinero recontado en el bolsillo, el préstamo que comprometía la quebradiza economía familiar y la complicidad de la estirpe de la gran urbe que te echaba un capote para poder llegar a la tierra prometida.

Pues, sentimos decirles, que otros no pasaron por tantos agobios inútiles, prefirieron dedicarse al noble, es un decir, oficio de medrar, trepar y progresar al abrigo del refranero popular y aquello del que al que buen árbol se arrima... Hoy los partidos están repletos de esos arquetipos, personajes que en contacto con la vida real durarían menos que el conejo blanco, de Lewis Carroll, en una cacería en Sierra Morena. Pues, ahí los tienes, te recetan por igual ética de trabajo, teoría micro y macroeconómica, geopolítica, cuando son analistas de la nada, copia y pega del esfuerzo ajeno, mentirosos compulsivos.

La formación les estorbaba porque veían conexiones 3G al amparo de los líderes de turno, otros abandonaron los estudios porque lo de medrar requiere dedicación exclusiva. Devoción ciega al preboste, al señorito, o a la Casa del Pueblo.

Con menos papeles que una liebre consiguieron ascender a ciertos puestos de enjundia, lo cual tiene mérito que, sin carrera, oficio y sí beneficio, llegaran hasta nuestros días. Este ascensor social está gripado, aúpa a soldados rasos en la vida real a comandantes con condecoraciones de hojalata. Son una estafa con patas y, a veces, echan la vista atrás y con cierta dosis de vergüenza íntima inflan sus currículums con lo que no tienen y, sobre todo, con lo que no son.

Estudios de escapismo, másteres de todo a 100, títulos con el marchamo de un barco pirata. Hay quienes bajo el escrutinio de los focos, acaban cazados, tarde y mal, como políticos dopados hasta las trancas, pero otros, de tercera fila, siguen ganando oposiciones públicas, conviven con usted e incluso ponen el grito en el cielo, en forma almodovariana, con los casos circundantes de corrupción. Fingen estar libre de culpa, pero sabemos de su letra pequeña. De momento, son caza menor.

Todos tienen en común lo de adornarse con banderas, valores e insignias varias, pero su verdadero emblema es la Jolly Roger. La de la calavera y dos tibias cruzadas sobre fondo negro. No hay más, esa es su verdadera patria.

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