El arte de no hacer nada

03 de junio 2025 - 03:10

José Luis Sanz está a punto de cumplir dos años en el puente de mando de Sevilla. Quizás para celebrar el paso del ecuador de su primer mandato el casi siempre silente alcalde se ha prodigado en las últimas semanas en declaraciones en las que ha intentado sacar pecho, con grandes dificultades porque no hay mucho donde rascar, de lo ya hecho y en las que, sobre todo, se ha centrado en lo que quiere hacer, que eso es mucho más fácil porque las palabras se las lleva el viento. Sea en foros donde los de siempre acuden a escuchar lo de siempre o en tribunas especialmente diseñadas para su lucimiento, Sanz ha dibujado Sevilla poco menos que como la Nueva York del sur de Europa y la ciudad cuyo crecimiento imparable la van a convertir en un polo de atracción como no hay otro igual en el continente.

Como el futuro no está escrito, el coste de fabricarlo es el de pagar al negro que redacta los discursos. Pero bajar a la realidad, un ejercicio antipático para cualquier político, es imprescindible para no perdernos en laberintos que no llevan a ningún sitio. Y la realidad, en Sevilla, es dura. La ciudad a la que Zaragoza acaba de adelantar en número de habitantes lleva dos años parada y sin que haya síntomas de que el motor de arranque se haya puesto en marcha. Las grandes promesas de la campaña electoral han quedado olvidadas, aunque dudo que eso le extrañe a nadie. Las calles siguen igual de sucias, quizás incluso más, y los esfuerzos que han hecho han dado un resultado demasiado escaso. Solo hay que darse un paseo cualquier mañana para comprobar que los sevillanos seguimos siendo igual de guarros, los turistas no nos van a la zaga y el Ayuntamiento sigue igual de ineficaz que hace tres años o siete. El turismo, masificado y sin otro criterio de gestión que el aumento de la cantidad de visitantes, se ha convertido ya en un problema que ha arrasado con un centro histórico que era modelo de vitalidad urbana y que se ha convertido en un inmenso mercado de veladores y camisetas. El cinturón de miseria que ahoga a Sevilla, con los barrios más pobres y problemáticos de España, sigue como estaba sin que se le haya puesto una mano encima.

Estos serían solo tres de los muchos frenos a los que se enfrenta la ciudad y sobre los que da vuelta permanentemente sin encontrar salida. Se podría citar un puñado más. En los tres, el alcalde hace lo que hicieron bastantes de sus antecesores: no hacer nada en la creencia de que nada se puede hacer. ¿Es solo culpa del Ayuntamiento? No, pero sin su implicación a fondo y su impulso es imposible encontrar soluciones. José Luis Sanz pertenece a esa clase de políticos, muy frecuentes en la España actual, que han desarrollado una especial habilidad para no equivocarse mediante el arte de eludir cualquier decisión. Quien no actúa no yerra, pero tampoco avanza. En Sevilla tenemos un magnífico ejemplo. Quedan dos años para empezar a cambiar.

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